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Perspectiva

Nueva ola de COVID-19 anuncia otro invierno mortal

Enfermera Erin Beauchemin revisa una máquina de oxigenación por membrana extracorporal, conectada a un paciente en una unidad de cuidados intensivos de COVID-19 en el centro médico Harborview de Seattle, el viernes anterior (AP Photo/Elaine Thompson) [AP Photo/Elaine Thompson]

Está en marcha otro invierno mortal en Estados Unidos y todo el hemisferio norte impulsada por la ola global de casos de la variante JN.1 del coronavirus. Los datos publicados el martes de las muestras de aguas residuales en Estados Unidos indican que hasta 2 millones de personas están contrayendo COVID-19 a diario, en medio de la segunda mayor ola de infecciones masivas desde que comenzó la pandemia, solo eclipsada por la ola inicial de la variante ómicron durante el invierno de 2021-22.

Los reportes en redes sociales señalan que los hospitales están siendo abrumados por el incremento de pacientes de COVID en EE.UU., Canadá y Europa. En cada vez más hospitales, se están desbordando las salas de espera, mientras que las unidades de emergencias y de cuidados intensivos están a capacidad o a punto de llenarse. Las ambulancias están siendo rechazadas u obligadas a esperar horas antes de poder entregar sus pacientes.

Según cifras oficiales, las hospitalizaciones por COVID-19 en Charlotte, Carolina del Norte, han alcanzado los niveles más altos de toda la pandemia. En Toronto, el Dr. Michael Howlett, presidente de la Asociación Canadiense de Médicos de Urgencias, declaró a City News: “Llevo trabajando en servicios de urgencias desde 1987, y es de lejos la peor situación que he visto. Ni por asomo”. Y añadió: “Tenemos gente muriéndose en las salas de espera porque no tenemos dónde ponerlos. Gente siendo reanimada en una camilla de ambulancia o en el suelo”.

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El Dr. Joseph Khabbaza, especialista en neumología y cuidados intensivos de la Clínica Cleveland, declaró a TODAY: “La variante actual parece ser más potente que las anteriores. Algunas características de la variante que circula actualmente probablemente (la hacen) un poco más virulenta y patógena, haciendo que la gente se enferme más que las (variantes) anteriores”.

De hecho, dos estudios recientes indican que JN.1 parece infectar más eficazmente las células de la parte inferior del pulmón, un rasgo que ya existía en las variantes anteriores a ómicron, que se consideraban más mortíferas. Un estudio de investigadores de Alemania y Francia señaló que BA.2.86, la variante apodada “Pirola” a partir de la cual evolucionó JN.1, “ha recuperado un rasgo característico de los primeros linajes de SARS-CoV-2: una entrada robusta en las células pulmonares”. La variante podría constituir una amenaza sanitaria elevada en comparación con anteriores subvariantes de ómicron”.

La pérdida de vidas por la actual ola de infecciones masivas es enorme. Se estima que un tercio de la población estadounidense, o más de 100 millones de seres humanos, contraerá el COVID-19 solo durante la actual ola. Es probable que esto provoque decenas de miles de muertes, muchas de las cuales no se registrarán adecuadamente debido al desmantelamiento de los sistemas de pruebas y notificación de datos de COVID-19 en Estados Unidos. Cuando The Economist actualizó por última vez su rastreador de exceso de mortalidad el 18 de noviembre, antes de que comenzara el aumento por JN.1, estimaba un total de 27,4 millones muertes y casi 5.000 personas seguían muriendo a diario en todo el mundo.

El incremento en curso también provocará un mayor sufrimiento masivo a causa del COVID persistente, que fue identificado desde 2020 y causa múltiples síntomas prolongados y, a menudo, discapacitantes. La semana pasada se publicó en Nature Portfolio un estudio preliminar que demuestra que la infección por COVID-19 puede causar daños cerebrales similares a envejecer 20 años. Las consecuencias son déficits mentales que inducen depresión, menor capacidad para manejar emociones intensas, menor capacidad de atención y menor capacidad para retener información.

Otras investigaciones indican que el virus puede atacar el corazón, el sistema inmune, la digestión y esencialmente cualquier otra función corporal crítica. Los síntomas iniciales del COVID-19 pueden parecerse a los de la gripe, pero la realidad es que el virus puede afectar casi todos los órganos del cuerpo y puede hacerlo por años después de la infección inicial. Aunque la vacunación reduce ligeramente los riesgos de COVID persistente, el impacto total del virus se dejará sentir durante generaciones.

Esta ola invernal de infecciones y hospitalizaciones tiene lugar apenas ocho meses después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Administración de Biden pusieran fin a sus declaraciones de emergencia de salud pública por el COVID-19 sin ninguna justificación científica. De este modo, se desechó por completo toda respuesta oficial a la pandemia, permitiendo que el virus infecte libremente a toda la población mundial ad infinitum.

Algunos de los síntomas más prevalentes del COVID persistente, afectando todos los sistemas del cuerpo

El canto del cisne de los informes oficiales fue acompañado por un apagón informativo sobre el coronavirus en los medios corporativos. A partir de entonces, si se hacía alguna referencia a enfermedades en hospitales o entre figuras públicas, era siempre con el eufemismo “enfermedad respiratoria”. Las palabras COVID, coronavirus y pandemia pasaron a la lista negra y se ha ocultado deliberadamente la información sobre los peligros de la enfermedad.

Resumiendo los resultados acumulados de este ataque global a la salud pública, el Consejo Editorial Internacional del WSWS escribió en su declaración de Año Nuevo 2024:

Todos los hechos y datos que rodean el estado actual de la pandemia están siendo ocultados a la población mundial, que en cambio ha sido sometida a mentiras interminables, desinformación y propaganda, que ahora está dominada por silencio. Está en marcha un encubrimiento sistemático de la gravedad real de la crisis dirigido por el Gobierno, las corporaciones, los medios de comunicación y las burocracias sindicales. La política oficial es simplemente ignorar, negar y falsificar la realidad de la pandemia, sin importar las consecuencias, mientras millones de personas se enferman y miles mueren a nivel mundial todos los días.

En respuesta a los últimos datos de aguas residuales, solo ha habido un puñado de artículos en la prensa, la mayoría de los cuales buscaban restar importancia a la gravedad de la actual ola e ignoraban en gran medida la crisis cada vez más crítica en los hospitales.

El apagón informativo oficial ha dado lugar a una extraordinaria contradicción en la vida social. La realidad es que todo el mundo conoce a un amigo, vecino, familiar o compañero de trabajo que actualmente está infectado o recientemente contrajo COVID-19, o incluso que estuvo hospitalizado o falleció. Sin embargo, la incesante presión para desestimar el peligro de la pandemia hace que los centros comerciales, los supermercados, los lugares de trabajo e incluso los consultorios médicos y los hospitales estén llenos de personas que no toman ninguna precaución básica y sencilla como utilizar una mascarilla para protegerse. Cada salida de casa conlleva el riesgo de infectarse y sufrir consecuencias desconocidas a largo plazo.

A medida que la pandemia se acerca a su quinto año, es fundamental extraer las lecciones de esta experiencia histórica mundial. Los últimos cuatro años han demostrado inequívocamente que los Gobiernos capitalistas no quieren y no pueden combatir esta enfermedad. Su principal preocupación siempre ha sido garantizar la acumulación de ganancias empresariales, sin importar el coste en vidas humanas y salud.

La verdadera solución al coronavirus no es ignorarlo, sino desarrollar una campaña de eliminación y erradicación del virus en todo el mundo. Para ello se requiere la aplicación de la mascarilla obligatoria, pruebas masivas y rastreo de contactos, así como la instalación de sistemas de ventilación actualizados y el despliegue seguro de la tecnología de luz ultravioleta lejana (Far-UVC) para detener la propagación del virus. Los recursos para este programa mundial de salud pública deben ser expropiados a los bancos e instituciones financieras, que son a su vez responsables del sufrimiento masivo provocado por la pandemia.

Todas estas medidas son directamente contrarias al afán de lucro y a la verdadera enfermedad de la sociedad, el capitalismo. Como tal, la lucha contra el coronavirus no es principalmente médica o científica, sino política y social. La clase obrera internacional debe ser educada sobre los peligros reales de la pandemia y movilizada para detener simultáneamente la propagación de la enfermedad y el orden social subyacente que genera muertes masivas. Esto debe desarrollarse mediante una lucha revolucionaria para establecer el socialismo a nivel mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de enero de 2024)

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