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Perspectiva

Las atrocidades del EI y el imperialismo de Estados Unidos.

Esta perspectiva política apareció en inglés el 4 de septiembre del 2014

El brutal asesinato del periodista Steven Sotloff despierta con toda justificación la cólera y asco de millones de personas por todo el mundo. Además de solidaridad con la familia Sotloff, es necesario entender las causas esenciales de esta tragedia.

El asesinato sigue al del periodista James Foley en agosto. Es una manifestación de la naturaleza reaccionaria del grupo Estado Islámico de Irak y Siria (E.I.) y del terrible precio a pagar luego de medio siglo de intervención imperialista estadounidense en el Medio Oriente.

El vicepresidente Joseph Biden censuró la decapitación de Sotloff durante un discurso en un astillero de la armada en New Hampshire. Dijo que las FF. AA. estadounidenses perseguirían a E. I. hasta las “puertas del infierno.” E. I. no es un producto incomprensible de la maldad del diablo (como dicen Obama y Biden, el gobierno y la prensa de Estados Unidos). Es un producto de la prolongada política de gobierno estadounidense.

Durante muchas décadas, gobiernos de Estados Unidos se han ocupado en sostener las fuerzas más reaccionarias y retrógradas en el Medio Oriente. En el tiempo de la Guerra Fría, Washington las movilizaba en contra de líderes nacionalistas y laicos. Éstos eran considerados aliados en potencia de la Unión Soviética o amenazas a las ganancias y las propiedades de empresas europeas.

La CIA financió y movilizó islamistas derechistas en el golpe que en 1953 derrocó al gobierno liberal de Mohammed Mossadegh. Éste había nacionalizado la industria petrolera (de las manos principalmente de capitales británicos). Mientras tanto, Estados Unidos cebaba a similares grupos en Egipto, como a los Hermanos Musulmanes, para socavar el gobierno del Coronel Gabal Abdel Nasser, quien había nacionalizado el Canal de Suez y recibía ayuda militar soviética.

En 1977 la CIA le dio un espaldarazo al golpe de Muhammad Zia-ul-Haq en Pakistán, quien impuso un gobierno militar de fundamentalismo islámico. La dictadura de Zia duró hasta su muerte, en 1988.

La seguridad estadounidense en el Golfo Pérsico (después de la revolución Irání de 1979 que derrocó al Shah de Irán), se basó en una alianza con la monarquía de Arabia Saudita, que enraíza su régimen parásito en las formas más reaccionarias del fundamentalismo islámico, a las que fomenta.

El Estado israelí llevó a cabo una política similar, amamantando a grupos afiliados a los Hermanos Musulmanes en el territorio palestino ocupado, para debilitar al la Organización de Liberación Palestina de Yasser Arafat. Consideraba a ésta su principal enemiga. De esas maniobras saldrían Hamas y la Yihad Islámica.

El fundamentalismo islámico se ligaría a la violencia terrorista en loa años 70 con la campaña subversiva (de Estados Unidos) contra el gobierno prosoviético de Afganistán. La CIA, colaborando con Arabia Saudita y Pakistán, contrató a fundamentalistas islámicos por todo el mundo. Los entrenó a fabricar bombas y en métodos terroristas. Los envió a los campos de batalla de Afganistán. Uno de los mas notorios era hijo de un multimillonario saudita (empresario de construcción). Su nombre era Osama bin Laden.

De Marruecos a Indonesia, los veteranos de Afganistán regresaron a sus países, esparciendo el fundamentalismo islámico donde antes no había existido. El crisol clave de esta evolución fue la Guerra del Golfo (1990-91). Medio millón de soldados estadounidenses marcharon a Arabia Saudita, por lo que Bin Laden y otros islamistas declararon a Estados Unidos su principal enemigo.

No bien ocurren los ataques del once de septiembre del 2001, culpa de un grupo de terroristas mayormente de Arabia Saudita (varios de ellos conocidos por los servicios de espionaje estadounidenses), el gobierno de Bush declara su “guerra al terror” contra los que habían sido sus aliados. Sin embargo, los acontecimientos demostrarían que esto no significó un rompimiento con los fundamentalistas islámicos, muchos de los cuales pertenecen a las organizaciones que forman Al Qaeda.

Lo que quedó fue una turbia conexión entre la política exterior estadounidense y los islamistas radicales, particularmente en Irak, Libia y Siria, tres países con gobiernos laicos que habían suprimido a sus grupos fundamentalistas. La invasión y ocupación estadounidense de Irak devastó a esa nación. Cientos de miles de habitantes murieron. Se destruyó la infraestructura física y social de ese país. Usando la táctica de dividir a los diferentes grupos para mejor controlarlos, los invasores azuzaron las divisiones entre los sunitas y los chiítas. Por consiguiente creció Al Qaeda en Irak (sunita), la antecesora de E. I. .

La intervención de Estados Unidos y la OTAN en Libia (2011) utilizó milicianos ligados a Al Qaeda. El resultado a la vista es la desintegración nacional y la guerra civil.

En Siria, la CIA y sus aliados (Qatar, Arabia Saudita, etc.) armaron, financiaron, y entrenaron a extremistas islámicos contra el gobierno de Bashar al-Assad, un aliado de Irán y de Rusia. Entre los que se beneficiaron de la ayuda estadounidense están el Frente Al-Nusra ( sección siria de Al Qaeda), y E. I. (que favorece un islamismo más extremo que Al Qaeda, incluyendo la creación de un califato en territorios conquistados de Siria y en norte de Irak).

Barak Obama habló hace una semana de no tener ninguna estrategia interventora en Siria, de esa manera admitía sin darse cuenta las contradicciones de la política externa de Estados Unidos. E. I. amenaza el gobierno títere que Estados Unidos sostiene en Irak. Al mismo tiempo es un aliado de facto de los Estados Unidos y de la campaña para derrocar al gobierno de Assad.

El gobierno en Washington estudia como resolver ese dilema de combatir a E. I. sin abandonar el proyecto de derrocar a Assad, algo que ahora le urge más y más a medida que se agrava el conflicto entre el imperialismo estadounidense y Rusia sobre Ucrania.

En una conferencia de prensa en Estonia, el presidente Obama responsabilizó a E. I. de sus crímenes (las decapitaciones de dos periodistas y la matanza de civiles y de prisioneros en Irak). Cuando E. I. cometía similares crímenes contra soldados y civiles en Siria, Obama callaba.

El otrora amigo de Estados Unidos en Siria, ahora le hace un último favor al imperialismo de Estados Unidos. Los crímenes de E. I., serán el pretexto de una enorme intervención armada de EE. UU. en el Medio Oriente, que incluirá un bárbaro bombardeo de Irak (eventualmente de Siria) y el regreso de tropas estadounidenses a gran escala. Casi de inmediato después del asesinato de Steven Sotloff, Obama decretó el envío de otros trescientos cincuenta soldados a Bagdad. Las tropas estadounidenses van a sumar mil cien, cuando éstos lleguen.

A medida que crece la agresión militar en el Oriente Medio, se intensificarán los ataques contra los derechos democráticos dentro de Estados Unidos. A manera de ejemplo, el primer ministro inglés David Cameron está usando el supuesto peligro que E. I. representa como pretexto para una intensificación de medidas de seguridad en las calles británicas y para más reprimir a inmigrantes del Medio Oriente.

Los obreros de Estados Unidos y de todo el mundo deben oponerse intransigentemente a todas las intrigas que manipulan los crímenes de E. I. como pretexto de guerras y represión. El imperialismo de Estados Unidos, habiendo fomentado el terrorismo islámico, ahora lo manipula. La derrota de los fundamentalistas islámicos (y la derrota de todas las formas de reacción capitalista) es un cometido de la clase obrera movilizada, movilizada y armada con un programa socialista e internacionalista.

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