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Se intensifica el escándalo de Petrobras tras el arresto de importantes empresarios brasileños

La crisis política por la investigación del escándalo de sobornos alrededor del gigante petrolero estatal brasileño Petrobras se intensificó durante las recientes semanas con el arresto de los directores ejecutivos de las dos más grandes corporaciones brasileñas.

Al mismo tiempo, el fiscal federal brasileño ha anunciado una investigación oficial del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva por un supuesto "tráfico de influencias" en nombre de una de estas corporaciones, el conglomerado Odebrecht, que posee las firmas más grandes de construcción y petroquímica en Latinoamérica.

Marcelo Odebrecht, el director ejecutivo del conglomerado, y Otávio Márques de Azevedo, que encabeza Andrade Gutiérrez, la segunda corporación de construcción más grande de Brasil, fueron detenidos y enviados a Curitiba, la capital del estado sureño de Paraná, para ser juzgados ante Sergio Moro, el juez federal y cabeza de la investigación a Petrobras - conocida como Operación Lavado de Autos (Lava Jato) debido al dinero lavado detrás de una estación de gas.

La semana pasada, fiscales acusaron formalmente a Odebrecht -el nieto multimillonario del fundador de la trasnacional- de "corrupción, lavado de dinero y conspiración criminal".

Moro rechazó una moción para que Odebrecht y cuatro ex directores de la trasnacional sean liberados, renovando sus sentencias a detenciones preventivas. Declaró que, dadas sus riquezas personales y sus conexiones internacionales (incluyendo una red de cuentas bancarias en Suiza usadas para sobornos), plantean un riesgo considerable de huir Brasil para evadir el juicio.

Según Moro, Odebrecht fue detenido por liderar una compañía que "ha estado corrompiendo políticos por 10 años" y por su involucramiento en esquemas que envolvió a Petrobras con precios sobrevalorados a cambio de la entrega de sobornos de la empresa a ejecutivos corruptos, así como a políticos del gobernante Partido de los Trabajadores (Partido dos Trabalhadores—PT) y otros partidos.

El viernes, fiscales presentaron nueva evidencia de que uno de estos esquemas involucraba la venta a Petrobras de nafta -producto de petróleo- por parte de un subsidiario del grupo Odebrecht a precios por encima del mercado que Petrobras volvía a vender a Odebrecht con descuentos. Según los fiscales, con este acuerdo se malversó US$1.8 billones de la corporación estatal.

Entre la evidencia presentada para sustentar los cargos de manipulación de licitaciones y sobornos se divulgó una serie de correos electrónicos entre Marcelo Odebrecht y otros altos ejecutivos de la compañía.

En uno de los correos, Odebrecht menciona una charla pospuesta con "DR", iniciales que han sido ampliamente interpretadas como una referencia a la Presidenta Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores. Antes de volverse presidenta, Rousseff presidió Petrobras cuando la manipulación de licitaciones y sobornos tomó lugar. Aún no ha sido acusada con haber estado involucrada en estos esquemas.

Los dos directores ejecutivos son las dos últimas cabezas en rodar en la investigación "Lava Jato". Hasta ahora son 13 senadores, 22 diputados y dos gobernadores los que están bajo investigación. También bajo investigación de estar conectado con el escándalo está el ex tesorero del gobernante PT, João Vaccari, cuyo arresto atrajo el radar de la investigación cerca a Rousseff y su gobierno.

Acusado recientemente también, es el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, cuyo partido del PMDB es un aliado del gobierno del PT. El condenado lobbyista Julio Camargo fue obligado por jueces federales a revelar que había pagado el equivalente de US$ 40 millones en sobornos a funcionarios del PMDB y PT. Según Camargo, Cunha lo intimidó para que le pagara US$ 5 millones para los contratos de Petrobras. Después de negar esto, Cunha anunció públicamente que rompía con Rousseff, como respuesta a verse involucrado profundamente en la investigación, y comenzó a apoyar legislaciones que se oponían al gobierno.

Semanas antes de los arrestos, Emilio Odebrecht -el padre de Marcelo-, quién aparentemente estaba consciente del curso de la investigación, declaró que si "arrestan a Marcelo, tendrán que crear tres celdas más, una para mí, una para Lula e incluso una más para Dilma". La revista Época también reportó que, días antes de su arresto, Marcelo Odebrecht había "estado hablando con miembros y abogados del PT cercanos a Dilma y Lula. Él envío el mismo mensaje: no caería solo".

Los años más lucrativos de Odebrecht fueron los dos períodos en el poder del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y el primer período de Rousseff (2011-2014). Ni Lula ni Odebrecht han negado su fuerte asociación y cuando Lula dejó el poder se volvió el primer y principal cabildeador de Odebrecht, así también como del capitalismo brasileño.

A comienzos de Mayo, Época reveló que el ex presidente estaba bajo investigación por "tráfico de influencias internacional y nacional" en el cual el banco estatal de desarrollo BNDES estaba implicado.

El artículo de la revista se enfocaba en las visitas de Lula a Cuba, a la República Dominicana, Ghana y Venezuela; viajando frecuentemente en jets de Odebrecht. En cada uno de estos países, Odebrecht eventualmente lucró con contratos como la expansión de US$1.000 millones del puerto de Mariel en Cuba o la extensión del metro de Caracas en Venezuela. No obstante, la parte más condenatoria de las acusaciones sería el uso de la influencia de Lula para permitir a Odebrecht adquirir más de US$1.000 millones en préstamos de bajo interés del BNDES tras dejar el poder.

Odebrecht ha negado las acusaciones, aunque admite haber invitado a Lula a viajar al extranjero para "promover empresas brasileñas". Un portavoz de Lula llamó "basura" al reporte de la revista.

Por cierto tiempo, Lula -que dejó el poder en el 2011 con una tasa de aprobación del 80 por ciento- ha tomado una posición crítica hacia el gobierno de su sucesora, Rousseff, conduciendo a especulaciones en la prensa sobre un posible retorno al poder del ex sindicalista metalúrgico. Con la crisis de Petrobras implicando cada vez más a más miembros de la clase política, secciones de la clase gobernante brasileña pueden sentirse a favor del retorno de Lula como una figura "estabilizadora". Sin embargo, él ahora también ha sido capturado en el creciente escándalo.

Una encuesta reciente le otorgó el primer puesto a Aécio Neves, el ex candidato presidencial de derecha que fue derrotado por poco por Rousseff en las últimas elecciones. Según Folha de Sao Paulo, Neves obtendría 35 por ciento del voto y Lula 25 por ciento.

En otro artículo, Folha citó a colegas anónimos del ex presidente que declararon que Lula tiene "temor" de perder las próximas elecciones y "sólo se presentará como candidato si es que las cosas mejoran".

Si bien el derechista PSDB puede haber obtenido relativas ganancias a expensas del completo descrédito del PT en el escándalo de Petrobras, no es de ninguna manera ajena a la corrupción y carece de credibilidad y amplio apoyo entre la población brasileña.

La derecha también está dividida en la cuestión del juicio político contra Rousseff, el cual está siendo promovido por los elementos de la derecha más extrema. Otros, como Neves, se han opuesto a semejante curso, ya que temen que podría desatar una crisis política que puede salirse de control.

En estas condiciones, el gobierno de Rousseff ha girado aún más a la derecha, imponiendo una serie de medidas de austeridad para calmar a los mercados financieros incluso cuando la recesión del país se profundiza. El FMI prevé una caída del 1,5 por ciento en el PBI para este año, mientras que el Banco Central Brasileño predice casi 9 por ciento de inflación, incluso después de subir las tasas de interés a 13,75 por ciento.

La tasa de desempleo oficial ha subido hasta el 6,9 por ciento; comparado con 4,8 por ciento hace un año. El aumento refleja una dura ronda de despidos masivos en los sectores industriales y constructores; 298.000 trabajadores han perdido sus empleos en sólo un año.

Mientras tanto la tasa de aprobación de Rousseff ha caído a un mínimo histórico para cualquier presidente brasileño: sólo 7,7 por ciento.

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