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Perspectiva

La crisis de refugiados y la cara desalmada del capitalismo europeo

La manera salvaje con que se trata a los refugiados que buscan posada en Europa central, a través de los Balcanes y de Italia pone el dedo en el renglón la cara desalmada del capitalismo europeo. Gentes desesperadas, luchando por sus vidas, y huyendo las regiones destrozadas por la guerra en el Medio Oriente y el Norte de África, encaran una amarga odisea.

Cada día aparecen nuevas barbaridades: cadáveres flotando en el Mar Mediterráneo; refugiados hambrientos y sedientos hacinados en condiciones insalubres intolerables; familias con niños pequeños teniendo que caminar cientos de kilómetros: policías con cachiporras y gas lacrimógeno reprimiendo inmigrantes indefensos: fronteras y barreras por doquier, reforzadas con alambre de púa y con fuerzas de seguridad para rechazar a los refugiados a la fuerza.

Hace dos días, dos barcos con más o menos quinientos migrantes se hundieron en el mar cerca de Libia. Se calcula que cientos han muerto. Los tripulantes eran refugiados de Siria, de Bangladesh y de varios países Africanos, según cuenta la prensa.

Poco antes se había descubierto los cuerpos de unos cincuenta refugiados sirios en un camión en una carretera de Austria. Se piensa que se sofocaron en tránsito. El vehículo fue encontrado por un obrero de carreteras que notó un charco de podredumbre que había goteado debajo del camión.

A sólo unos kilómetros, en la paz de Viena, los gobernantes y ministros de Austria, Alemania, Italia y de seis países de los Balcanes Occidentales reaccionaron a ese horripilante descubrimiento con medidas de mayor restricción contra los que huyen hacia Europa. Reforzarán las frontera de la Unión Europea. Los caminos que toman los refugiados a través de los Balcanes Occidentales van a ser más vigilados. Los gobernantes acusaron a “traficantes humanos criminales” de ser responsables de todos esos muertos. Claro está que los negocios de estos últimos van en auge, precisamente por razón de las medidas de aislación de las potencias europeas.

La crisis de refugiados revela lo absurdo que es la imagen de paz, prosperidad, y entendimiento internacional de la Unión Europea. Sus gobiernos, que cooperan para convertir a Europa en una fortaleza impenetrable, donde miles mueren ante sus portones, también compiten ferozmente para desalentar a refugiados, obligándolos a buscar otros países donde hospedarse lo más rápido posible. Mientra tanto, algunos comentaristas se preocupan y cautelan que nuevas barreras y disputas sobre cuotas de refugiados podrían descuartizar a la Unión Europea.

Gran Bretaña, que ha aceptado a apenas un por ciento de los refugiados sirios en Europa, gasta millones para impedir acceso al Eurotúnel en Calais, donde miles de refugiados viven en la miseria – y donde ya murieron doce este año. Inmigrantes que laboran sin permisos son castigados con severidad.

Hungría, país de tránsito en el camino de los Balcanes Occidentales, construyó una barrera de tres metros y medio de altura en la frontera de la Unión Europea con Serbia y piensa imponer penas de años de prisión para los que intenten cruzar ilegalmente. Alemania y Austria, puntos de destino para muchos refugiados los rechazan con condiciones intolerables e inhumanas en sus centros de detención; con deportaciones aceleradas; y recortando programas de previsión social. Particularmente Alemania, colaborando con Francia, presiona a otros países miembros de la Unión Europea por un sistema de cuotas de distribución de refugiados.

Los países de Europa Oriental resisten acérrimamente esa propuesta. En Polonia, el presidente Andrzej Duda rechaza tajantemente aceptar más refugiados, so pretexto (entre otras cosas) de que su país anticipa una ola de refugiados de Ucrania, donde se intensifica la guerra civil entre el régimen de Porozhenko (favorecido por el Occidente) y los rebeldes prorrusos.

Andrej Babis, empresario megamillonario y viceprimer ministro checo, propone que la OTAN imponga una veda en la zona de Schengen. Para él, el movimiento de refugiados representa el peligro más grande que encara Europa.

La respuesta de un número muy grande de europeos a la odisea de los refugiados contradice la reacción de la élites gobernantes. Particularmente en Alemania, a los refugiados se los recibe con generosos auxilios; cosa que sorprende y rechoca a los grupos políticos oficiales.

En Hamburgo, en las últimas dos semanas, toneladas de donaciones fueron entregadas en una arena de exhibiciones que sirve de posada para mil cien refugiados de Siria y Eritrea. Miles de ciudadanos cercanos donaron ropa, juguetes y frazadas. Muchos compraron elementos higiénicos que eran urgentemente necesitados. En contraste a las autoridades que reprimen a los refugiados so pretexto de que no les dan abasto sus recursos, cientos de voluntarios organizan sistemas de distribución a lo largo y ancho del territorio alemán. Organizan cursos de enseñanza de lenguaje, y centros de atención médica.

Los medios de difusión pocas veces informan sobre esas acciones. En cambio no cesan de hablar de manifestaciones xenofóbicas de grupos pronazi, infiltrados por el servicio secreto, y a la obra nocturna de cobardes incendiarios. Estas provocaciones sólo han logrado que se más crezca la marea de socorros.

El apoyo a los refugiados es más que una señal de humanidad. Muchos entienden instintivamente que los refugiados son víctimas de un sistema social que también amenaza sus propias vidas.

No existe ningún apoyo popular para las guerras imperialistas en Irak, Afganistán, Libia y Siria (que han acabado con sociedades enteras y que son la causa esencial de la ola de refugiados). Los obreros de toda Europa han sufrido años de niveles de vida declinantes, mientras una pequeña minoría en la cima de la sociedad se enriquece más y más.

La saga de los refugiados es el símbolo más agudo de la crisis de un sistema social que es totalmente incongruente con las necesidades esenciales de la gran mayoría de la humanidad.

En 1940, al comenzar la Segunda Guerra Mundial, la Cuarta Internacional dijo: “El mundo del capitalismo en podredumbre está colmado de gente. El admitir cien refugiados más se convierte en un gran problema para potencias como Estados Unidos. En un tiempo de aviones, telégrafos, teléfonos, radio y televisión, se paraliza con pasaportes y visas el viajar de un país a otro. La época del colapso del comercio internacional y del declive del comercio doméstico coincide con la en que se intensifica el chauvinismo y, particularmente, el antisemitismo”.

Esas candentes palabras tienen peso actual. El capitalismo, que se basa en la propiedad privada de los medios de producción y en la subordinación de todos los aspectos de la vida económica al lucro de la oligarquía de las casas de finanzas, es incompatible con las necesidades de esta sociedad mundial de siete mil millones de personas que dependen económicamente unas de otras. El estado nación, en que se enraíza el capitalismo, no se puede reconciliar con una economía global basada en la división de mano de obra internacional.

La trata desalmada de los refugiados. La construcción de barreras infranqueables, el fortalecimiento del andamiaje estatal, y el crecimiento del militarismo son la respuesta de las élites del poder a las contradicciones irremediables del capitalismo. La trata asquerosa de los refugiados es el resultado de un sistema social profundamente inhumano.

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