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Perspectiva

Gobiernos europeos tratan a los refugiados como fuerza invasora

Europa ahora atraviesa la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Las imágenes espantosas que aparecen todos los días a través de todo el mundo traen a la memoria los acontecimientos de aquella época: Refugiados exhaustos y desesperados atrapados detrás de alambrados de púa, víctimas de maltrato y hacinados en campos, muriendo en alta mar o sofocándose en camiones de carga. En la República Checa, los refugiados son marcados con números para identificarlos –al igual que los prisioneros de los campos de concentración nazis.

Para los gobiernos europeos la corriente de refugiados es tratada como fuerza invasora. Victor Organ, primer ministro húngaro dejo en claro en Bruselas que “sería una derrota moral si le diéramos a los refugiados la impresión que son bienvenidos”. Añadió que “debemos aclararles: ¡No vengan!”.

Las palabras de Orban, un político de derecha, han causado falsa indignación. En verdad, la “moralidad” suya, que recuerda a la de los nazis, y tiene su más completa expresión en la persecución incansable de los refugiados, es compartida por todos los otros gobiernos europeos y por toda la Unión Europea. Simplemente sus testaferros son más cautelosos cuando hablan.

Las medidas que Hungría impone tan despiadadamente –fronteras fortificadas, el uso de gas lacrimógeno y del ejército contra los refugiados, su detención en campos con deplorables condiciones higiénicas— ocurren desde hace tiempo en muchas otras partes.

Entre el 2007 y el 2011, la Unión Europea destinó para los países miembros € 2,2 mil millones para los refugiados, pero tan sólo una pequeña parte fue presupuestada para su vivienda y asimilación. Alrededor de mitad del dinero ha sido para proteger fronteras: La construcción de vallas, sistemas de vigilancia y controles fronterizos.

Hace tres años Grecia y Bulgaria, con el apoyo de la Unión Europea, erigieron un alambrado de alta tecnología, resguardado por fuerzas de oficiales de policía, para blindar la frontera con Turquía, cosa que ha obligado a cientos de miles de refugiados a optar por el peligroso cruce del Mar Mediterráneo en cuyas aguas miles han muerto. El enclave africano de España, Ceuta, está rodeado por un alambrado de seis metros, donde refugiados son atrapados y mueren como peces en una red.

Tampoco es una invención de Orban enjaular a refugiados. Desde que Grecia se viene empantanando más y más en la miseria, como resultado de las medidas de austeridad de la troika, se han impuesto condiciones similares en esa nación, de lo que nada dicen los medios de difusión.. Hasta el diario conservador alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung tuvo que admitir que “al construir un alambrado y con su proyecto de contener los procesos de asilo en las zonas fronterizas, Hungria pone en práctica la solución que alemanes, austríacos y franceses alaban y exigen de Grecia e Italia.

El viernes 4 de septiembre, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés François Hollande presentaron una carta a las instituciones de la Unión Europea que deja en claro la política desalmada de las potencias imperialistas. Piden que se establezcan centros de registro en Italia, Grecia, y otros miembros de la Unión Europea, en paralelo con una definición común de “países de origen seguros” y sistemas obligatorios de distribución de refugiados en todos los países miembros.

Los centros de registro, también conocidos como “ hot spots ”, son inmensos campos de concentración, próximos a las fronteras, donde se detienen a los refugiados hasta su deportación. La definición de “países de origen seguros”, quiere decir que millones de refugiados perderán toda posibilidad a procesos legales de asilo.

Por su parte el gobierno alemán sólo comenzó a proponer la distribución de refugiados por toda la Unión Europea luego del colapso de las normas de Dublín, que obligaban a los refugiados a permanecer en el país miembro de la Unión Europea de su entrada inicial. Mientras los refugiados permanecían en Italia, Grecia y otros países, Berlín había rechazado estrictamente todos los cambios de política.

La culpa de los regímenes europeos por la crisis de refugiados no se limita a sus medidas actuales. También cargan con la culpa de la devastación que hoy obliga a millones a huir de sus terruños. La guerras coloniales, de las potencias coloniales europeas aliadas de Estados Unidos en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen y otros países han barrido con la infraestructura económica y social de sociedades convirtiéndolas en una pila de cascotes.

La violencia imperialista va acompañada por la devastación social que deriva de las medidas de austeridad europeas. ¿Se acuerda alguien de todas las promesas de libertad, democracia y futura prosperidad, cuando cayó la cortina de hierro y se introdujo el capitalismo en Europa Oriental? Veinticinco años después, se erigen nuevos muros y la situación social es más desesperada que nunca. Cientos de miles se han fugado de Europa Oriental y de los Balcanes porque no tienen ningún futuro. Ahora la categoría de “países de origen seguros” roba a inmigrantes de toda posibilidad de fuga de su miseria.

La brutalidad con que la clase de poder europea trata a los refugiados es la expresión más alta de su desdén a toda la clase obrera. Ese repudio contrasta con la ola popular de simpatía y solidaridad de parte de un amplio sector de la población de Europa.

Como ya se ha visto en Grecia, donde han ocurrido una sarta de programas de austeridad, uno tras otro, la sociedad capitalista nada tiene que ofrecerle al la gran masa popular, fuera de más pobreza, más represión y más guerra. El proletariado europeo debe unirse y tomar control del futuro de la sociedad. Esto requiere la lucha por un programa socialista y la construcción de un nuevo partido revolucionario. La defensa de los refugiados es una parte íntegra de esa lucha.

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