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Sobre la visita del Papa a México

El Papa Francisco terminó, el jueves 18 de febrero, una visita de cinco días en México. El tour papal fue pagado por el gobierno y un grupo de empresarios mexicanos. Mediante el uso del oscurantismo medieval y haciendo solamente ligeras criticas a la decadencia social del país, ellos hicieron del evento una forma de diluir la creciente ira popular contra la corrupción y el autoritarismo del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

Aunque, después de Brasil, México es el segundo país con más población católica, las relaciones entre el gobierno y el Vaticano han sido tensas durante la mayor parte del siglo XX pos revolución (1910-1917). La constitución de 1917 restringió los poderes de la iglesia, los cuales habían sido identificados con opresión colonial y reacción política.

Las relaciones diplomáticas fueron restauradas solamente hasta 1992, y aunque la iglesia ha incrementado su influencia consistentemente en el ultimo cuarto de siglo, la tradición de separación de iglesia había sido observada por los lideres políticos mexicanos.

Peña Nieto, quien es muy impopular dentro la vasta mayoría de la población –un sondeo reciente determino su índice de aprobación en solamente 35 por ciento— aprovechó al máximo la visita papal al dar una bienvenida estatal en el palacio nacional donde saludó a la bandera del Vaticano. Después recibió la comunión en televisión en vivo.

La visita del papa dio la oportunidad para examinar las condiciones que prevalecen en México, como la evolución histórica del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) y las relaciones turbulentas con la iglesia.

El papa Francisco terminó el jueves 18 de febrero una visita de cinco días en México. El tour papal fue pagado por el gobierno y un grupo de empresarios mexicanos. Mediante el uso del oscurantismo medieval y haciendo solamente ligeras criticas a la decadencia social del país, ellos hicieron del evento una forma de diluir la creciente ira popular contra la corrupción y el autoritarismo del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

Aunque, después de Brasil, México es el segundo país con más población católica, las relaciones entre el gobierno y el Vaticano han sido tensas durante la mayor parte del siglo XX pos revolución (1910-1917). La constitución de 1917 restringió los poderes de la iglesia, los cuales habían sido identificados con opresión colonial y reacción política.

Las relaciones diplomáticas fueron restauradas solamente hasta 1992, y aunque la iglesia ha incrementado su influencia consistentemente en el ultimo cuarto de siglo, la tradición de separación de iglesia había sido observada por los lideres políticos mexicanos.

Peña Nieto, quien es muy impopular dentro la vasta mayoría de la población –un sondeo reciente determino su índice de aprobación en solamente 35 por ciento— aprovechó al máximo la visita papal al dar una bienvenida estatal en el palacio nacional donde saludó a la bandera del Vaticano. Después recibió la comunión en televisión en vivo.

La visita del papa dio la oportunidad para examinar las condiciones que prevalecen en México, como la evolución histórica del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) y las relaciones turbulentas con la iglesia.

Aún las más amplias masas de la población mexicana se encuentran en condiciones sociales precarias. En las pasadas dos décadas el poder de compra de un salario mexicano ha declinado en un 78.7 por ciento. La vida es crecientemente imposible, en un país donde el salario mínimo de 70 pesos puede apenas cubrir un tercio de las necesidades básicas estimadas en 201 pesos. Esta es una situación que sufre el 41 por ciento de la población. En adición, la creciente inflación erosiona el salario y pensiones de los trabajadores, dándole un valor de 20 pesos por dólar en comparación a 13 pesos en el 2013.

Cuarenta y dos por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza, mientras que un 37.8 por ciento adicional corre el riesgo de caer al mismo nivel. Esto incluye 21 millones de niños que viven en condiciones precarias y 4.7 millones en extrema pobreza. El país sigue siendo calificado como el más socialmente polarizado por la OECD.

De acuerdo con un reporte reciente de OXFAM, el uno por ciento más adinerado de la burguesía en México retiene el 21 por ciento de los ingresos totales del país y los activos totales de los cuatro individuos mas ricos equivalen al 9.5 por ciento del PIB.

Al asumir el cargo en 2012, el gobierno de Peña Nieto desarrolló inmediatamente una serie de “reformas” muy impopulares, conocidas colectivamente como el Pacto por México, las cuales han contribuido al rápido deterioro de las condiciones sociales. Las más notables son las que afectan la educación y el sector energético. Esta situación ha causado protestas por parte de los maestros, las cuales han sido han sido reprimidas violentamente por la policía.

De hecho, la violencia policial hacia cualquier manifestación del descontento social constituye el sello de la presente administración. Notables ejemplos incluyen la represión de las protestas en contra de la masacre de los 43 estudiantes y maestros de Ayotzinapa y de la huelga de los trabajadores agrarios en Baja California exigiendo salarios más altos. El caso de Ayotzinapa expone la creciente influencia de los carteles en los principales partidos políticos y su penetración dentro del aparato estatal mexicano.

Pero es la reforma energética la que tiene más significancia histórica. El PRI llegó al poder una década después de la revolución, afincando su legitimidad política en un programa de reforma de la tierra y expropiación de la industria petrolera del país, la cual era controlada en aquel entonces por el imperialismo británico. Esto significó un compromiso a un estado secular y un legado al anticlericalismo de la revolución. El legado incluía la expropiación de la propiedad de la iglesia. Sin embargo, esta nueva reforma privatiza la compañía de propiedad estatal PEMEX y abre los campos petroleros mexicanos a la exploración y explotación de las firmas imperialistas del sector.

El PRI, durante su corta vida radical bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, se vio obligado a dirigir la política nacional a través de una serie de expropiaciones y concesiones corporativistas a la clase trabajadora y campesina, llegando tan lejos como formular un plan de seis años basado en los de la Unión Soviética.

Por supuesto hubo limites históricos en qué tan lejos el PRI pudo mantener una dirección en esta planeación “socialista” con relación a subdesarrollo de las relaciones de propiedad capitalista. En las décadas subsecuentes, el Cardenismo se osificó en un partido conservador burgués que no toleró ninguna posición de poder político independiente. El periodo de postguerra careció de estabilidad política y tuvo tensiones corporativistas por tener un solo partido en el poder. Pero el PRI mantuvo el poder a través de la represión y la censura.

Es significativo que el papa Juan Pablo II visito por primera vez México en 1979, precisamente durante un punto en cual el PRI se vio obligado a acelerar su viraje hacia la derecha. Esta visita y la subsecuente restauración de las relaciones diplomáticas con el Vaticano reflejaron una ampliación de procesos objetivos en México y el mundo.

Las modestas ganancias sociales aseguradas primero por la revolución y luego por la estabilización del orden social capitalista durante la postguerra fueron debilitadas por la creciente deuda y la disminución de los ingresos del petróleo debido a los excedentes de1980. Con la presidencia de Miguel de la Madrid en particular empezó el “giro neoliberal.”

Los ferrocarriles, nacionalizados en 1937, fueron privatizados en 1995. Aunque vacilante y desigualmente, en 1991 el gobierno empezó ha vender tierra que había sido expropiada por el estado. Ahora la industria petrolera, retomada de los británicos en 1938 esta siendo ofrecida para la explotación de los conglomerados imperialistas. Mientras tanto, el PRI y el pro-clerical PAN confabularon en el senado mexicano para debilitar el compromiso constitucional de proveer de una educación pública gratuita y secular en 2012. Esta modificación permitió una proliferación de escuelas religiosas.

Este es el contexto social y político de la visita papal. Pese a la mediación de las circunstancias políticas de siglo veintiuno, su propósito es reafirmar el rol de la iglesia como un pilar de control social. La elección de Francisco, el primer papa de las Américas, fue en sí misma una táctica para mantener el control debilitado de la iglesia sobre sus miembros, los cuales están concentrados en América Latina, África y Asia. De hecho, América del Norte y Europa cuentan menos de la tercera parte de la población católica mundial.

Los medios de comunicación burgueses, por lo general, evitan examinar con profundidad el contenido de las declaraciones del papa Francisco y dan por sentado su carácter "crítico". En cualquier examen serio, no lo son. Por ejemplo, sus declaraciones acerca de la inequidad y la pobreza fueron suficientemente vagas que le permitió al gobierno de Peña Nieto estar libre de responsabilidades con respecto a estos temas. Además, estas redujeron problemas sociales complejos a decisiones morales individuales divorciadas de las difíciles realidades materiales. Ante una audiencia masiva en las ruinas de la ciudad de Ecatepec, él hablo con una falta total del tema social acerca de ser “seducido por la fama, el poder, y el dinero.” Esta es una ciudad donde 49.6 por ciento de los 1.6 millones de habitantes viven en pobreza, y más de 100,000 de ellos en extrema pobreza.

Esta realidad se manifiesta en el hecho que los padres de las 43 víctimas de la masacre de Ayotzinapa fueron incapaces de asistir a la misa celebrada por el papa en Ciudad Juárez el miércoles debido a la falta de recursos. Esto fue después de que el papa rehusó reunirse con ello individualmente durante esta visita.

Ha habido una larga historia de esta clase de discursos sin substancia dirigidos a los oprimidos y a las vulnerables capas de la sociedad. La crítica social de la iglesia es necesariamente superficial y toma la explotación capitalista como algo dado. En 1891, el papa León XIII quiso hacer una encíclica acerca de “los derechos y responsabilidades del capital y el trabajo”, declarando que “el remedio debe ser encontrado rápidamente contra la miseria y la desdicha que presiona injustamente a la clase trabajadora”, mientras condenaba estúpidamente al socialismo como un mera “envidia a los ricos”.

En el contexto mexicano, durante el régimen autoritario de Porfirio Díaz, esta farsa piadosa tomó la forma de una crítica leve a la institución de la servidumbre por deudas e incitando a los trabajadores agrícolas a trabajar los domingos, aun cuando la iglesia buscó un regreso a sus relaciones cómodas con el dictador.

El papa Francisco también visito el estado de Chiapas, que además de tener una gran población indígena, es el estado mexicano mas pobre, con un 76.2 por ciento de su población viviendo en pobreza. La esperanza era claramente para reforzar la imagen de un "Papa de lucha" haciendo observaciones que menospreciaban y hacían exóticas a las comunidades indígenas, indicando su supuesta capacidad para “relacionarse harmoniosamente con la naturaleza”. sobre la capacidad supuestamente intrínseca de comunidades indígenas a "relacionarse armoniosamente con la naturaleza." Con relación al genocidio y el robo colonial, frecuentemente causados por la propia iglesia, el papa solamente pudo hablar usando eufemismos cobardes: “Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad.”

Carlos Marx caracterizo acertadamente estas experiencias históricas: “El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, la esclavización y el entierro en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en una madriguera para la caza comercial de pieles negras, señalan los albores de la era de producción capitalista".

Para el papa, es suficiente dejar este punto como un simple "malentendido".

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