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Perspectiva

La "Segunda era nuclear" de Washington

Prácticamente sin discusión en los medios de difusión y sin mención en la campaña electoral, Estados Unidos sigue avanzando su proyecto billonario de modernización de armas nucleares.

La semana pasada, el Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo publicó un informe señalando que el gobierno del presidente Obama está dirigiendo una expansión global de los programas de armas nucleares; dice que EE.UU. "intenta gastar US$ 348 mil millones entre el 2015 y el 2024 en el mantenimiento y actualización integral de sus fuerzas nucleares"; añade que: "Algunos cálculos sugieren que el programa de modernización de armas nucleares de EE.UU. puede costar hasta US$ 1 billón en los próximos 30 años".

Hans Kristensen, un coautor del informe, declaró: "El ambicioso plan de modernización de Estados Unidos presentado por el gobierno de Obama contradice marcadamente la promesa del presidente Barack Obama de reducir el número de armas nucleares y el papel que desempeñan en la estrategia de seguridad nacional”.

En el más giro más reciente, la Cámara de Representantes votó a mediados de junio contra una enmienda que habría frenado el desarrollo de un programa de US$ 37 mil millones para construir un nuevo misil de crucero de largo alcance y capaz de portar múltiples bombas atómicas, el Long Range Standoff Weapon .

Entretelones, se oponían a ese proyecto sectores de las fuerzas armadas, que lo criticaban por su costo exorbitante y por el hecho de que haría más probable una guerra nuclear, ya sea intencional o accidental.

“Los misiles de crucero son armas particularmente desestabilizadoras ya que pueden ser lanzadas sin previo aviso y que existen dos variantes una nuclear y la otra con armas convencionales”, escribieron el ex secretario de Defensa William J. Perry y el ex secretario adjunto de defensa Andy Weber en un comentario publicado en el Wall Street Journal el año pasado.

Advirtieron que este tipo de armas, que no trazan en el espacio el arco delatador de los misiles balísticos, son difíciles de detectar e imposibles de distinguir de sus pares no nucleares. Esto hace más probable que ocurran cálculos que causen respuestas erróneas mortales de parte de otros países. No obstante, la cámara de representantes rechazó todas esas preocupaciones en su más reciente balotaje.

Dada la enorme superioridad nuclear de los Estados Unidos sobre el resto del mundo ¿qué prisa hay para invertir cada vez más dinero en el desarrollo de nuevas armas nucleares y sistemas de lanzamiento, especialmente los que preocupan a algunos líderes militares por ser peligrosísimos?

El actual arsenal nuclear de Estados Unidos, suficientemente grande como para matar varias veces a todos los habitantes del mundo, es un remanente de un período en que el uso de armas nucleares era concebido como un último recurso, cuando se juzgaba que el lanzamiento de un arma nuclear significaría una "segura destrucción mutua ". Durante la mayor parte de la Guerra Fría, la descabellada idea de que una guerra nuclear podría ganarse sólo existía en la periferia política y en las teorías del estratega militar Herman Kahn de la RAND Corporation –representadas famosamente en Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba (en España: ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, celebrada película del director Stanley Kubrick).

En la cinta de Kubrick la idea del personaje del general Buck Turgidson –de que las consecuencias de un intercambio nuclear serían "modestas y aceptables", aunque que Estados Unidos podría verse despeinado”— ahora se convierte en la doctrina dominante. Es un periodo que ahora los círculos políticos denominan "la segunda era nuclear".

Un informe publicado a principios de este año por el Centro para Evaluaciones Estratégicas y de Presupuesto, titulado “Repensando Armagedón” (Rethinking Armageddon), esboza un escenario en el que EE.UU. responde a una intervención de las fuerzas rusas en Letonia. Como consecuencia, el Comando Mayor le presenta al presidente cuatro opciones, tres de las cuales implican el uso de armas nucleares.

El año pasado el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (Center for Strategic and International Studies, CSIS) publico un informe que dice: "Las circunstáncias para el empleo nuclear han cambiado mucho desde los días del ‘balance de terror’ entre las dos superpotencias mundiales". Por ende, esta "segunda era nuclear" supone combatientes “pensando cómo podrían ellos emplear arma nucleares, al principio de un conflicto y también de manera discriminada ".

El CSIS, un altamente influyente laboratorio de ideas de Washington demanda maximizar la "flexibilidad y credibilidad" estadounidense con la adopción de armas nucleares “más pequeñas pero más eficientes, con un potencial menor y variable a la misma vez, con armas de efectos especiales, con variados métodos de lanzamiento, mayor distribución y despliegue en la línea de batalla, y también una mayor integración con las armas no nucleares".

Son elementos de tal plan colocar sistemas de defensa contra misiles en las fronteras de Rusia y China, como el que fue instalado en Rumania el mes pasado, y el control de las entradas de los principales mares, el Mar de la China Meridional, el Mar Báltico y el Mar Negro, por ejemplo. Estas medidas tienen el objeto de hacer más difícil que Rusia y China tomen represalias a un primer ataque nuclear, limitando también el uso de submarinos de misiles balísticos.

A pesar de todos los recursos y dinero que se vierten en el dominio nuclear de Estados Unidos, es tan descabellada como lo fue durante el periodo más intenso de la Guerra Fría la idea de que una guerra nuclear contra Rusia o China se puede ganar –aún con este nuevo sistema de un billón de dólares. Es muy probable que algún conflicto que inicialmente involucre armas nucleares "tácticas", de bajo rendimiento, se transforme en un conflicto en el que perecerían miles de millones de personas, o la toda la humanidad.

La doctrina de la viabilidad de un primer ataque nuclear refleja la idea delirante, expresada en el libro de 1998 The Future of War, de George y Meredith Friedman, según la cual, tan solo poseer bombas y misiles de alta precisión convertiría a Estados Unidos en una fuerza militar imparable en el siglo 21. Son evidencia al contrario las desastrosas debacles militares en Irak, Afganistán y Libia.

Las maniobras implacable de los estrategas militares de Estados Unidos nace de un proceso histórico. La clase gobernante de Estados Unidos, haciendo frente a la creciente oposición popular en casa y al largo declive de su poder económico mundial, busca resolver su crisis irreversible con medios militares. Sus acciones temerarias ya han causado una sarta de aventuras desastrosas y sangrientas. Sin embargo, cual persona con una compulsión a los juegos de azar, Estados Unidos pretende ganar subiendo las apuestas, poniendo en su mira no sólo Rusia y China, sino a todo el mundo.

El gobierno de Obama encara crecientes presiones de grupos de poder político que favorecen medidas militares más agresivas en el Medio Oriente y contra Rusia y China, a pesar de cargar con la notoriedad de ocho años consecutivos de guerra sin fin.

Estas presiones detonarán después de las elecciones de noviembre, con consecuencias incalculables, sin importar quien gane, Clinton o Trump.

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