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Perspectiva

Río 2016: El “ideal olímpico” y la realidad del capitalismo

“El objetivo del olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana.” Estas palabras, que aparecen en los ”Principios fundamentales del Olimpismo” en la Carta Olímpica fueron escritos para resumir lo que conoce con reverencia santurrona como el "ideal olímpico.”

Nunca ha habido una edad de oro para los Juegos Olímpicos, los cuales han servido como un escenario para la promoción del nacionalismo por más de un siglo. El fundador de los Juegos Olímpicos modernos, el barón Pierre de Coubertin, fue sincero en admitir que valoraba el deporte tanto como por su potencial para promover el desarrollo de la humanidad como para su uso en la preparación de los hombres franceses para convertirse en mejores soldados de guerra.

Con la apertura de los Juegos de 2016 en Río de Janeiro, sin embargo, el contraste entre el supuesto ideal olímpico y un sistema capitalista atascado en crisis económica y en desigualdad social y precipitándose hacia otra guerra mundial no podría ser más marcado.

La ceremonia de apertura de los juegos de Río, celebrada en el estadio icónico de Maracaná, fue ampliamente cubierta por los medios de comunicación internacionales. Menos reportado fue el brutal ataque de la policía brasileña contra una manifestación organizada a media milla de distancia, la cual hizo un llamado contra lo que los manifestantes denominaron "los juegos de la exclusión." La policía utilizó gases lacrimógenos, gas pimienta y granadas de aturdimiento para ahuyentar a los manifestantes de las calles, hiriendo a varios en el proceso.

Ocurrieron enfrentamientos previamente a lo largo de la ruta tomada por la antorcha olímpica y en un caso fue extinguida por una multitud de trabajadores y jóvenes en la ciudad costera de Angra dos Reis. Salieron a las calles para protestar los gastos en los Juegos Olímpicos bajo condiciones en las que no se le ha pagado a los empleados públicos y a los maestros y los servicios de tránsito y la atención básica a la salud ha sido reducida por la profundización de la crisis fiscal.

En el 2009, cuando el gobierno brasileño aseguró los juegos de 2016 para Río, el presidente proclamó, "ha llegado nuestro tiempo." Durante el mismo período, Lula presumía que Brasil, cuya tasa de crecimiento se había recuperado a un 5 por ciento, era inmune a los efectos de la crisis financiera mundial del 2008.

Desde entonces, la crisis capitalista mundial ha devastado a la economía brasileña, impulsando la tasa oficial de desempleo más arriba de 11 por ciento y ha lanzado los salarios reales hacia el suelo. Millones de personas están en peligro de ser arrojados a la pobreza extrema en lo que ya es uno de los países socialmente más desiguales del mundo.

Aún cuando los juegos se desarrollan, el senado brasileño procede con la destitución de la presidente expulsada, Dilma Rousseff, por cargos inventados de irregularidades presupuestarias. Aquellos que se movilizan contra la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT) se encuentran, como el mismo PT, implicados hasta el cuello en el escándalo de soborno multimillonario de Petrobras. Sin embargo, ellos están respaldados por el capital financiero brasileño y extranjero, que demanda un cambio completo de régimen para proceder con las políticas de austeridad bajo el presidente interino Michel Temer, el ex vicepresidente y aliado político de Rousseff.

En el período previo a la apertura de los juegos, el gobierno brasileño publicitó fuertemente supuestos planes terroristas que parecen tener poca o ninguna sustancia. De hecho, la operación de seguridad masiva que acompaña a los juegos de Río no está dirigida hacia los terroristas, sino contra la población brasileña. Un ejército de ocupación de unos 100.000 soldados y policías—el doble de la cantidad de los que fueron movilizados para los juegos ya muy militarizados en el 2012 en Londres—se ha desplegado a través de Río, con muchos de ellos vestidos con uniforme de combate, llevando rifles de asalto y respaldados por vehículos blindados e incluso tanques.

Esta operación ha sido suplementada por el establecimiento militar y de inteligencia de Estados Unidos, que, de acuerdo a NBC, ha "asignado más de 1.000 espías para la seguridad olímpica", cientos de los cuales han sido enviados a Brasil. Además de los agentes de la CIA, el FBI y la NSA, destacamentos de comandos de la marina y de la fuerza naval del Comando de Operaciones Especiales de EE.UU. han sido desplegados en la zona.

Esto marca la culminación de una campaña de represión que se ha desarrollado en los últimos años, primero con los preparativos para la Copa Mundial de Fútbol en el 2014 y ahora con los Juegos Olímpicos. Violentas medidas policiales se han utilizado para conducir a decenas de miles de sus hogares en los distritos empobrecidos que son previstos para el desarrollo, mientras que otros miles de personas sin hogar han sido echadas de las calles en lo que acaba siendo un ejercicio de "limpieza social.” La policía ha matado a entre 40 y 50 personas al mes en la ciudad recientemente, mientras que los escuadrones de la muerte extra-oficiales han asesinado a muchos más. Hasta aquí llega la "dignidad humana de los Juegos Olímpicos.

En este contexto, la gran riqueza gastada en los Juegos Olímpicos, todo por la búsqueda del enriquecimiento y beneficio privado, es obsceno. Los patrocinadores corporativos, incluyendo Coca-Cola, Samsung, Dow Chemical, General Electric, McDonalds y otros, han pagado cientos de millones de dólares por los derechos exclusivos de comercialización y están gastando cientos de millones más para explotarlos. Las empresas de televisión pagaron $ 4 mil millones para transmitir el evento de 19 días, mientras que se espera que los ingresos de mercadotecnia lleguen a un total de $ 9.3 mil millones.

Un puñado de atletas profesionales individuales ganarán decenas de millones extra promocionando productos. Los días en que los Juegos Olímpicos eran una celebración del deporte aficionado son un recuerdo lejano.

Dentro de los juegos en sí, predomina una atmósfera de desigualdad social que siempre está presente. Mientras que los equipos más pobres lidian con condiciones deficientes en villas olímpicas que fueron construidas a toda prisa, el “equipo ideal” de baloncesto estadounidense vive en el lujoso crucero Silver Cloud, anclado en el puerto de Río y rodeado por la policía y por barcos de patrulla de la marina.

Mientras tanto, el uso de los Juegos Olímpicos para promover el nacionalismo y hacer preparativos para la guerra es tan virulenta en los juegos de Río como en cualquier otro juego desde que Adolph Hitler convocó los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín.

El lunes, se anunció que los atletas rusos serían totalmente excluidos de los Juegos Paralímpicos que se celebrarán el próximo mes en Río por cargos de que el Estado ha patrocinado el dopaje de los atletas. Anteriormente, 118 miembros del equipo de atletismo del país fueron excluidos bajo un sistema relegando la decisión a las federaciones de cada deporte individual.

Washington, la Agencia Mundial Antidopaje, diversas ONG y los medios de comunicación occidentales han emprendido una campaña virulenta para excluir a todos los atletas de Rusia de los Juegos Olímpicos de Río y prevenir que la bandera del país tan siguiera sea mostrada como parte de un esfuerzo más amplio para pintar a Rusia como una nación “granuja” que debe ser detenida por la fuerza.

La campaña para excluir a Rusia de los juegos está vinculada indisolublemente con el creciente asedio de las fronteras occidentales del país por parte de EE.UU. y la OTAN que ha aumentado constantemente desde el golpe coreografiado por EE.UU. y Alemania que instaló un régimen ultra derechista y antirruso en Ucrania en el 2014.

Las denuncias santurronas alegando que Rusia ha corrompido un deporte de otra forma prístino apesta de mala fe e hipocresía. La campaña antirrusa oscurece deliberadamente la corrupción que rodea toda la organización de los juegos así como el dopaje desenfrenado practicado por casi todos los países.

Mientras que los Juegos Olímpicos de este año darán la oportunidad de mostrar una capacidad atlética asombrosa por participantes de todo el planeta, todo el evento se encuentra eclipsado por un sistema social que se basa en la desigualdad y la explotación y pone en peligro la misma supervivencia de la humanidad.

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