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Perspectiva

La rueda de prensa de Trump y el dominio oligárquico

En la rueda de prensa del miércoles pasado, Donald Trump demostró por una hora la arrogancia de la oligarquía y un desdeño hacia los principios democráticos sin paralelo en la historia de EE.UU.

El presidente electo anunció que pondrá a la Organización Trump, su principal empresa, bajo la dirección de sus dos hijos, Donald Jr. y Eric. Él se estará retirando formalmente de todas las funciones administrativas, pero seguirá siendo el dueño principal.

Estos arreglos han sido denunciados por exfuncionarios de ética del gobierno como una violación a las normas que rigen la gestión de los presidentes estadounidenses, quienes, sin importar lo ricos que sean, son obligados a congelar todos sus bienes en un fideicomiso para evitar conflictos de intereses manifiestos.

La conferencia, no obstante, se enfocó en el tema de los supuestos ciberataques rusos contra el Comité Nacional Demócrata y la campaña de Hillary Clinton durante las elecciones del 2016, y en varias preguntas sobre un documento que asevera que el gobierno ruso recolectó información comprometedora sobre Trump para utilizarla en el futuro como chantaje.

Mientras que el Partido Demócrata ha criticado a Trump principalmente a través de este material suministrado por sus aliados en la CIA, los ataques futuros contra el pueblo estadounidense de parte del gobierno entrante sí fueron visibles en la rueda de prensa.

El asesor legal de Trump ocupó gran parte del tiempo. Declaró que el “imperio empresarial construido por años por el presidente electo Trump es masivo”, y procedió a explicar por qué es que los estatutos sobre conflictos de intereses no aplican en el caso de Trump. Finalmente, les aseguró a los estadounidenses que Trump “no está explotando su cargo en la presidencia para su beneficio personal”.

En el escenario, los asistentes de Trump amontonaron cientos de fólders de manila presuntamente para dar una muestra de los acuerdos a realizar con respecto a la Organización Trump. A pesar de alardear sobre la vastedad de su riqueza y éxito, reiteró estar exento de las reglas sobre conflictos de intereses (debido a una peculiar ley de 1978 aprobada para permitirle retroactivamente al multimillonario Nelson Rockefeller hacer lo mismo cuando fue nombrado como vicepresidente por Gerald Ford en 1974).

Trump no estaba citando sólo un tecnicismo legal, sino que estaba declarando que la oligarquía capitalista tiene inmunidad ante las leyes y reglamentos que aplican para la población en general. Todas las leyes y principios democráticos están subordinados a los privilegios oligárquicos.

Insistiendo en su derecho a hacer lo que quiera, Trump llegó a señalar: “Como Presidente, podría administrar la Organización Trump, una gran, gran empresa, y podría manejar la empresa —el país. Haría un muy buen trabajo, pero no quiero hacer eso”.

Su lapsus verbal, mezclando “empresa” con “país”, fue el momento más revelador de la sesión con la prensa. Para Trump, el “país” y la “empresa” son uno y lo mismo.

En la misma conferencia, Trump actuó de forma amenazante hacia los medios de comunicación. Se negó rotundamente a tomar una pregunta del reportero de CNN, Jim Acosta, acusando a la cadena de divulgar “noticias falsas” al ser la primera en informar sobre el documento que alega que Rusia tiene información comprometedora para usar en su contra. También amenazó al sitio web Buzzfeed, el cual publicó el documento en línea. “Van a sufrir las consecuencias. Ya lo están haciendo,” dijo ominosamente Trump.

El evento mantuvo una sensación de mano dura e inclinaciones fascistas. No hay duda de que el gobierno entrante está dispuesto a utilizar niveles extremos de violencia en el extranjero y dentro de EE.UU. ante lo que percibe como la principal amenaza, la clase obrera.

El personal de la nueva administración –que incluye a figuras tales como el depurador de activos multimillonario, Wilbur Ross, el magnate de comida rápida, Andy Puzder, el ex-CEO de Exxon Mobil, Rex Tillerson, la heredera multimillonaria y partidario de las escuelas subvencionadas, Betsy DeVos- ha dejado claro que librará una guerra total contra la clase obrera. Buscará destruir puestos de trabajo, servicios sociales como la educación y Medicare y toda restricción que aún exista para la explotación laboral.

Prevalece el decaimiento, el nepotismo y la inmundicia social —un nuevo punto bajo, incluso para los estándares de la política capitalista en EE.UU. Este nuevo escenario representa la creación en Estados Unidos de un gobierno de, por y para la oligarquía financiera.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca es la personificación de lo que se ha venido desarrollando por décadas: una concentración de la riqueza cada vez mayor y la consolidación de una clase gobernante semi-criminal, cuya riqueza proviene de la manipulación financiera y no del desarrollo de las fuerzas productivas.

El Partido Demócrata se ha opuesto al carácter social del próximo gobierno no por estar dominado por oligarcas, sino por ciertas diferencias en política exterior. Los demócratas prefieren mantener una postura macartista contra Rusia y estar estrechamente asociados con el aparato de inteligencia militar.

Esto es porque el Partido Demócrata también es un instrumento político de los multimillonarios, una variante de lo mismo. En efecto, todo lo que Trump pondrá en marcha lo ha dejado listo el gobierno demócrata del propio Obama.

Los trabajadores y la juventud están cada vez más enojados. Las últimas cifras muestran que el presidente electo es el más impopular en la historia, con una calificación favorable de sólo el 37 por ciento, mientras que la mayoría de la población lo ve desfavorablemente. Esto es sin haber tomado ni una sola acción como presidente de Estados Unidos. A los estadounidenses aún les espera algo más allá de lo que están preparados.

Debe haber y habrá una oposición de masas. Esta vendrá de la clase obrera, la gran mayoría de la población que se encuentra virtualmente marginalizada de la vida política oficial. Para prepararse para estas luchas, la clase obrera detiene que organizarse, movilizarse y armarse políticamente con una perspectiva revolucionaria y socialista.

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