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Perspectiva

La amenaza de guerra de Washington contra Irán

Han transcurrido sólo dos semanas desde que el presidente Donald Trump asumió el cargo después de pronunciar un discurso inaugural proclamando su política de "América Primero" y jurando defender a los Estados Unidos contra "la devastación de otros países.”

Cualquier ilusión de que esta política era un rechazo de las guerras interminables emprendidas por EE.UU durante el último cuarto de siglo a favor del aislacionismo se han disipado rápidamente. Trump y sus asesores han liderado una tras otra provocación belicosa al intensificar la larga política militarista del imperialismo estadounidense.

Esto ha tomado su forma más severa en el ultimátum entregado el primero de febrero por el consejero de seguridad nacional de Trump, el general Michael Flynn. El ex jefe de inteligencia militar entró a una rueda de prensa de la Casa Blanca sin previo aviso para declarar que "... estamos poniendo a Irán oficialmente en aviso” por su prueba de misiles balísticos el 28 de enero y por una acusación infundada de que es responsable de un ataque a un buque de guerra saudí por los rebeldes Houthi en Yemen tres días después.

Ambos, declaró Flynn, son ejemplos de "la conducta desestabilizadora de Irán por todo el Medio Oriente,” así como el fracaso del gobierno de Obama de “responder adecuadamente a las acciones maliciosas de Teherán.”

Después de entregar su ultimátum, Flynn dio una media vuelta y salió sin tomar una sola pregunta.

En la rueda de prensa el jueves en la Casa Blanca, sólo un reportero preguntó si poner a Irán en "aviso" incluía una amenaza de acción militar. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, respondió falsamente al decir que la prueba de misiles de Irán violó una resolución de la ONU y citó "las acciones adicionales hostiles de Irán contra nuestro buque de la Marina,” aparentemente refiriéndose al ataque Houthi contra la nave saudita. Estas son acciones, comentó, que Washington no "se sentaría y soportaría”, y no continuarían "sin respuesta.”

Mientras que los medios corporativos han criticado Trump por otros temas, su respuesta a la amenaza de guerra contra Irán ha sido notablemente moderada. Esto no es una casualidad. Mientras que toma una forma más extrema bajo Trump, la amenaza de guerra contra Irán no es una innovación del nuevo presidente. Tales amenazas se remontan a 1979 con el derrocamiento de la dictadura del Shah respaldada por Estados Unidos, seguida por el "Eje del Mal" de George W. Bush y reiteradas amenazas estadounidenses e israelíes de ataques aéreos bajo Obama. Los planes para tal guerra tienen un largo linaje bipartidista.

¿Cómo interpretará Irán estas últimas declaraciones extraordinarias? Teniendo en cuenta las repetidas declaraciones de Trump de que no debería comentarse sobre acciones militares hasta que hayan iniciado, Irán tiene cada razón para creer que misiles crucero Tomahawk podrían volar hacia Teherán en cuestión de días. O que por medio de provocaciones, el gobierno de Trump intenta destruir el tratado nuclear, incitando a Teherán a reanudar su programa nuclear y sentando las bases para un ataque por parte de Estados Unidos e Israel.

Los motivos de tal guerra son claros, y no tienen nada que ver con pruebas de misiles balísticos o ataques a buques de guerra saudíes. Casi una década y media después de que el imperialismo estadounidense comenzó su guerra de agresión imperialista contra Irak, seguida por guerras subsecuentes iniciadas por el gobierno de Obama para un cambio de régimen en Libia y Siria, la política estadounidense en toda la región está en ruinas. Tanto en Irak como en Siria, donde Washington intentó llevar al poder a un régimen títere en preparación para una guerra contra Irán, Teherán ha aumentado sustancialmente su influencia y estatus como una potencia regional, lo que constituye un obstáculo para la campaña estadounidense por hegemonía sobre esta región rica en petróleo.

En uno de sus toscos tweets el primero de febrero, Trump expresó la exasperación de la clase política estadounidense por este curso de acontecimientos: “Irán está tomando rápidamente más y más de Irak incluso después de que Estados Unidos gastó tres billones de dólares allí. ¡Obvio desde hace tiempo!”

La semana pasada, Trump habló en la sede general de la CIA, repitiendo su mafiosa afirmación de que Estados Unidos debió haber “tomado el petróleo de Irak” después de la invasión de 2003, añadiendo que “quizás tendrás otra oportunidad.” Estos comentarios parecen representar más y más una amenaza directa de una guerra mucho más amplia y sangrienta que podría sumergir a todo el Medio Oriente y más allá. Las consecuencias de una guerra con Irán serían catastróficas no sólo para la región, sino internacionalmente y en los mismos Estados Unidos.

El 2 de febrero en un artículo angustiado titulado “Una nueva era de política exterior,” el Washington Post comentó que “el Presidente Trump está fomentando una política exterior combativa e iconoclasta que parece dejar a un lado la diplomacia tradicional y concentra la toma de decisiones entre un pequeño grupo de auxiliares que han proyectado rápidamente su nuevo enfoque de ’America Primero’ al mundo.”

Sin embargo, sería un error peligroso creer que las acciones de la Casa Blanca de Trump son el resultado de simples improvisaciones o impulsos. Más bien, son parte de un plan definido.

Según el Wall Street Journal, los asesores de Trump se refieren a su política como una de “shock y pavor,” dirigida esta vez no solo a aplastar y subyugar a Irak, sino más bien a todo el planeta, incluyendo a la clase obrera dentro de los Estados Unidos.

La configuración de la política exterior seguida por la Casa Blanca de Trump se vuelva cada día más clara. Hoy se centra en Irán, al mismo tiempo buscando una política cada vez más conflictiva con China. Stephen Bannon, el estratega principal fascista de Trump, predijo en una emisión de radio antes a las elecciones del 2016 que Estados Unidos va a “ir a la guerra en el Mar de China Meridional dentro de cinco a 10 años.”

A medida en que el gobierno de Trump ha adoptado una actitud conciliadora hacia Rusia—el enfoque de amargas disputas dentro del establecimiento político durante las elecciones—esto sólo un aplazamiento temporal y táctico, destinado a facilitar la guerra en otros lugares. Si Moscú no cumple con los intereses de Estados Unidos, su turno llegará más pronto que tarde.

La manera en que la Casa Blanca de Trump lleva a cabo su política exterior, con amenazas e insultos a aliados nominales y adversarios por igual, no tiene un precedente genuino en la historia de los gobiernos estadounidenses. Más bien, su trato a los gobiernos y jefes de Estado extranjeros recuerda la fanfarronería e intimidación de un Adolf Hitler o Benito Mussolini.

Pero Trump, como ellos, no cayó del cielo ni salió del infierno. Él es la personificación de la criminalidad de la oligarquía financiera que rige en EE.UU. Puede ser que las políticas que implementa no tengan precedentes, pero han sido preparadas durante décadas.

En particular, desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, la clase capitalista estadounidense, actuando a través de gobiernos tanto demócratas como republicanos, ha buscado, en su mayor parte sin éxito, contrarrestar sus crisis y la erosión de su dominio en los mercados mundiales a través de amenazas y el uso de fuerza militar.

Con la llegada de la presidencia de Trump, y después de una serie de desastres que emergieron de esta política prolongada de militarismo global, esta política ha tomado su forma más extrema e imprudente en el camino precipitado hacia la guerra mundial.

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