Español
Perspectiva

¡Detengamos los ataques contra inmigrantes! ¡Por fronteras abiertas y derechos plenos para todos los trabajadores!

En una rueda de prensa el viernes pasado, con el primer ministro japonés, Shinzō Abe, el presidente Donald Trump dejó claro que no será disuadido en sus ataques contra inmigrantes por el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, el cual emitió un fallo el jueves por la noche que posterga la aplicación de su veto a viajeros musulmanes.

Declarando que existen “grandes amenazas para nuestro país,” reiteró su demanda de “un escrutinio extremo” para personas provenientes de siete países de mayoría musulmana. Luego, añadió ominosamente, “Vamos a seguir haciendo cosas para hacer a nuestro país seguro,” prometiendo anunciar nuevas medidas la semana siguiente.

El gobierno estadounidense, con un estratega en jefe fascista, Stephen Bannon, y un fiscal general ultraderechista y agitador antiinmigrante, Jeff Sessions, ya está empezando a implementar tácticas propias de la Gestapo contra trabajadores indocumentados, como lo detalla el decreto ejecutivo del 25 de enero que ordena la construcción de un muro en la frontera con México.

Dicha orden, apenas mencionada en los medios estadounidenses, añade categorías de trabajadores indocumentados sujetas a detenciones y deportaciones sumarias, como a personas simplemente sospechadas de haber cometido algún delito. Además, amplía las fuerzas policialess fronteriza, intenta sumar a los departamentos locales de policía a los esfuerzos para detener a inmigrantes y da inicio a la construcción de nuevos centros de detención para inmigrantes cerca de la frontera. Este programa pretende desarrollar la infraestructura necesaria para una persecución masiva y deportación de hasta 8 millones de personas que viven en Estados Unidos.

El miércoles anterior, las autoridades migratorias en Phoenix, estado de Arizona, detuvieron y deportaron a una mujer de 36 años, madre de dos hijos, que había vivido en EE.UU. por veintiún años. Fue detenida cuando hacía una visita de rutina a la oficina local de inmigración. La semana pasada fueron realizadas varias redadas en Los Ángeles, donde capturaron a más de 160 trabajadores, los pusieron en autobuses y los enviaron a Tijuana, México.

La actual disputa dentro de la élite política sobre el veto migratorio no significa que alguna de las facciones de los partidos capitalistas o en la prensa esté llevando a cabo una lucha basada en el principio de defender los derechos democráticos de los inmigrantes. Más bien, el debate busca vindicar el supuesto derecho del Estado a aterrorizar, arrestar y deportar a los llamados “extranjeros ilegales.” La mayor parte de las críticas de los demócratas atacan las políticas migratorias de Trump por ser contraproducentes para la “guerra contra el terrorismo” y las ganancias corporativas.

La guerra contra los inmigrantes de Trump es un recrudecimiento de las políticas derechistas realizadas en gobiernos anteriores, tanto demócratas como republicanos. La administración de Obama deportó a más de 2,5 millones de inmigrantes, una cifra mayor a la suma de todos los gobiernos anteriores.

Nadie está planteando el hecho de que aquellos que ponen sus vidas en riesgo para cruzar una de las fronteras más militarizadas y peligrosas del mundo están intentando escapar de condiciones sumamente precarias y violentas en América Central y el resto Latinoamérica, las cuales son el legado de más de un siglo de opresión imperialista, incluyendo dictaduras militares impuestas por Washington.

La escalada en los ataques de Trump contra inmigrantes es parte de un fenómeno global. Los gobiernos capitalistas de América del Norte, Europa y Australia buscan utilizar a los trabajadores más pobres y vulnerables como chivos expiatorios de la pérdida de empleos y la caída en los niveles de vida en dichas regiones.

Los más de quince años de la “guerra contra el terrorismo”—un pretexto para revigorizar las guerras y los saqueos colonialistas en Oriente Medio y otros lugares—han desencadenado la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Los millones que han huido de las masacres y devastación infligidas por las potencias imperialistas encabezadas por EE.UU. han sido recibidos por los gobiernos europeos con muros, alambres de púas, campos de concentración y agitación racista. Decenas de miles han muerto sin siquiera llegar a la Fortaleza Europa debido al agresivo bloqueo contra inmigrantes.

La persecución en masa de inmigrantes y la creciente ola de chauvinismo nacional han sido las respuestas de la burguesía internacional a la crisis de agonía del sistema capitalista. Conforme las clases gobernantes intentan resolver sus crisis a expensas de sus rivales y cargan con mayor peso a la clase obrera, se da la erupción de guerras de divisas y comerciales.

La historia del siglo XX ha demostrado que éste es el preludio a una guerra mundial. Surgen nuevamente todas las condiciones de la década de 1930—el estancamiento, la austeridad, el nacionalismo económico, el colapso de la democracia burguesa y el giro hacia la dictadura. Una de las expresiones más claras de la putrefacción del capitalismo es el maltrato a los inmigrantes.

Lo que Trotsky escribió en mayo de 1940 podría citarse, con una pequeña actualización, como una descripción de las condiciones de hoy en día:

El mundo capitalista decadente está superpoblado. La admisión de cien refugiados extras constituye un problema grave para una potencia mundial como Estados Unidos. En la era de la aviación, el teléfono, el telégrafo, la radio y la televisión, los pasaportes y las visas paralizan el traslado de un país a otro. La época en la que decae el comercio exterior y el interior es al mismo tiempo la época de la intensificación monstruosa del chauvinismo, especialmente del antisemitismo… Entre las vastas extensiones de tierras y las maravillas de la tecnología, que además de la tierra conquistó los cielos para el hombre, la burguesía logró convertir nuestro planeta en una sucia prisión.”

La brutalidad hacia los inmigrantes es una de las expresiones más condenatorias de la bancarrota del capitalismo y del irreparablemente conectado sistema del Estado-nación. La globalización de la vida económica y la integración tecnológica de la población mundial—la revolución de las comunicaciones con el internet, los avances en transporte, la conexión de trabajadores de todo el mundo en cadenas de producción transnacionales—han progresado mucho más allá de lo que existía cuando Trotsky escribió ese pasaje.

Pero, bajo el capitalismo, estos cambios revolucionarios, los cuales podrían expandir radicalmente el potencial productivo y calidad de vida de la humanidad se emplean, en vez, para intensificar la explotación de la clase obrera, enriquecer aún más a las ya obscenamente pudientes élites gobernantes y para alimentar conflictos nacionales encaminados hacia otra guerra mundial. Los gobiernos en todo el mundo fomentan el odio contra los inmigrantes para dividir a la clase obrera y desviar su atención lejos de la verdadera fuente de su malestar, el sistema capitalista.

Desde el Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, rechazamos todas las premisas de la discusión oficial sobre inmigración. Avanzamos una solución internacionalista y socialista a la crisis que enfrentan los trabajadores inmigrantes. Ésta se fundamenta en la perspectiva estratégica de la unidad internacional de la clase obrera y la revolución socialista mundial.

Defendemos el derecho de cada trabajador en todo el mundo de vivir en el país de su elección, con derechos de ciudadanía plenos, incluyendo el derecho a trabajar y viajar sin temor a ser deportado ni oprimido.

La lucha por este programa debe comenzar con el rechazo hacia todos los intentos de dividir a los trabajadores nativos y a los inmigrantes. La unificación internacional de la clase obrera es la única manera en la que los trabajadores alrededor de mundo pueden luchar con éxito contra la movilización global del capital corporativo y avanzar su propia solución, independiente y revolucionaria ante la crisis económica mundial: la reorganización de la economía mundial para satisfacer las necesidades sociales y no el afán de lucro privado.

Loading