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Trump ataca a la prensa en la Conferencia de Acción Política Conservadora

El mandatario estadounidense, Donald Trump, pronunció un discurso violento y ultraderechista ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC; Conservative Political Action Conference) del viernes pasado, donde atacó a los medios de comunicación y retomó varios puntos de su programa de “EE.UU. ante todo” como los había presentado hace un mes en su discurso inaugural.

El encuentro anual CPAC es un festival de reacción política. El año pasado, Trump no atendió el evento debido a las fuertes divisiones dentro del Partido Republicano a raíz de su candidatura. Pero este año, la reunión de activistas de tendencia fascista y de jóvenes republicanos le dio la bienvenida a Trump con un caluroso aplauso, interrumpiendo varias veces su discurso con gritos de “¡USA! ¡USA!”

El jueves, el estratega en jefe de Trump, Stephen Bannon, y su jefe de personal, Reince Priebus, se dirigieron a la conferencia, celebrada este año en National Harbor, Maryland.

En su discurso, Bannon dijo que el gobierno de Trump va a insistir agresivamente en “deconstruir el Estado administrativo” — es decir, desmantelar los programas sociales y las regulaciones estatales — además de expandir las medidas de Estado policial e implementación de una política económica nacionalista propia de una guerra comercial.

Se percibió más que una pizca de fascismo cuando Bannon, el exdirector del noticiero ultraderechista, Breitbart News, denunció a la prensa “globalista y corporativista”.

La intervención de Trump, por su parte, se centró en dos temas. Comenzó con una diatriba contra sus críticos en la prensa, reiterando que las “noticias falsas... son las enemigas del pueblo. Porque no utilizan fuentes, tan sólo se las inventan cuando no tienen ninguna”. Luego, declaró que, “Las corporaciones mediáticas tienen su propia agenda... no representan al pueblo y nunca representarán al pueblo y vamos a hacer algo al respecto”.

Después de esta amenaza, la Casa Blanca tomó un paso sin precedentes el viernes, prohibiéndole la entrada a algunos de los principales medios de comunicación a una reunión con el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, incluyendo al New York Times, CNN, la BBC y el Los Angeles Times. En cambio, a otros medios corporativos como Breitbart News, el Washington Times, entre otros, se les permitió asistir.

La prensa respondió con su usual cobardía. La Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca publicó una declaración de protesta, indicando inútilmente que “discutiría el asunto con el personal de la Casa Blanca”.

Trump busca capitalizar la amplia hostilidad que existe hacia los medios corporativos con el fin de avanzar una política derechista y autoritaria: utilizar el poder del Estado para atacar a los medios de comunicación en general y a periodistas individuales. El objetivo de Trump es sentar las bases para ataques aun más amplios y violentos contra los derechos democráticos en el marco de una escalada en los conflictos en el extranjero y en la contrarrevolución social dentro del país.

Tras hacer estas denuncias ante la CPAC, Trump describió las políticas derechistas que su administración ha implementado en su primer mes, incluyendo la ofensiva contra los inmigrantes que ha provocado protestas en todo el país e internacionalmente. En relación con el muro fronterizo con México, manifestó: “Vamos a construir un muro, no se preocupen por eso”. También dijo que los miles que están siendo deportados “son personas malas... Si las observas, es como, oh, caray, ¡qué triste! Hemos estado sacando a gente mala de este país”.

Refiriéndose al veto a viajantes musulmanes que fue suspendido por el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, Trump indicó que su gobierno “no cambiará de curso y, en cuestión de días, tomará nuevas medidas para proteger a nuestro pueblo y mantener a EE.UU. seguro”.

Describiendo su programa económico, presuntamente orientado a crear empleos para “el obrero estadounidense”, mencionó una serie de medidas proempresariales, incluyendo la autorización de los oleoductos Keystone y Dakota Access, ciertas medidas para levantar las restricciones sobre la industria energética, recortes en los impuestos corporativos y “dejar a la industria regulatoria sin trabajo ni negocio”.

En cuanto a programas sociales, Trump proclamó ante un estruendoso aplauso, “Es hora de que todos los estadounidenses dejen ir al sistema de ayuda social y vuelvan a trabajar. Ustedes van a adorar eso”.

El tenor fascista del gobierno de Trump emerge de su ultranacionalismo, cuyo propósito es desviar las tensiones sociales hacia el exterior y obligar a los rivales de Washington a pagar por la crisis del capitalismo estadounidense. Ambos, Trump y Bannon, doblegaron sus promesas de que aplicarán políticas agresivas de guerra comercial.

El corolario de la política económica de “EE.UU. ante todo” es la guerra mundial. “También estamos solicitando un enorme presupuesto para nuestro querido ejército”, dijo Trump. “Y estaremos modernizándolo todo, todo el ejército, en ofensiva, defensiva, todo”.

“Será una de las expansiones militares más grandes en la historia estadounidense”, añadió. “Nadie volverá a cuestionar nuestro poderío militar”. Luego señaló que las fuerzas armadas van a “aniquilar totalmente al Estados Islámico”, es decir, llevarán a cabo una escalada de gran magnitud en las guerras de EE.UU. en Oriente Medio.

El discurso de Trump del viernes tuvo lugar un día después de una entrevista con Reuters en la que prometió ampliar el arsenal nuclear estadounidense. “Si los países van a tener armas nucleares —dijo— estaremos de primeros”.

Enfatizando su chauvinismo nacionalista, Trump declaró, “Hay una sola alianza que nos une a todos nosotros y esa es Estados Unidos... Sin importar nuestra ascendencia, ingreso ni lugar geográfico, todos somos ciudadanos de esta bendita tierra, y sin importar nuestro color o sangre, el color de nuestra sangre es el mismo rojo que sangran los grandes, grandes patriotas”.

En fin, el discurso de Trump dejó claro que su gobierno no tiene intención de detener la cacería de brujas contra inmigrantes, el recrudecimiento de las campañas militares, ni los ataques contra los derechos democráticos en EE.UU. El Partido Demócrata, por su parte, se ha dedicado el último mes a fomentar complacencia sobre el nuevo gobierno, comprometiéndose a trabajar con éste en la implementación de políticas económicas nacionalistas, mientras intenta canalizar la oposición contra Trump dentro de su propia agenda de guerra contra Rusia.

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