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El proyecto racial del movimiento “Decolonise Education”

La unión estudiantil de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (School of Oriental and African Studies, SOAS) de Londres exigió hace poco limpiar de filósofos “blancos” al plan de estudios de esa universidad

La declaración de “prioridades educativas” de 2016/2017 de la unión estudiantil, intitulada “Descolonizando a SOAS: Encararando a la institución blanca” (Decolonising SOAS: Confronting the White Institution), presenta exigencias de cambios a los planes de estudios y métodos de enseñanza con consecuencias de largo alcance en rechazo a lo que considera “la herencia estructural y epistemológica del colonialismo dentro de nuestra universidad”.

Dice: “Nos proponemos que la mayoría de los filósofos en nuestros clases sean del sur global o de su diáspora. Asia y África representan el punto de vista de SOAS. Por lo tanto sus fundamentos teóricos deben basarse en filósofos de Asia o África”.

SOAS data de 1916 y es una de las instituciones académicas más elitistas de Europa. Fundada para avanzar los intereses a largo plazo del imperialismo británico en África y Asia para entrenar pelotones de administradores coloniales. Entre sus graduados se encuentra gobernantes, especialistas en diplomacia, y otros empleados en los otrora países coloniales.

Detrás de la sofistería anticolonial de la unión estudiantil existe una perspectiva racial: “Si fuese necesario hacer referencia a filósofos blancos, entonces aprendamos su obra críticamente. Reconociendo, por ejemplo, el entorno colonial dentro del cual escribían los filósofos de la supuesta ‘Ilustración’ [nuestro énfasis]”.

Combinan construir categorías de filósofos en base a la tez de su piel, en vez de su lugar en la evolución histórica de las ideas, con un ataque contra toda la tradición de vanguardia que es la Ilustración, una época de inspiración intelectual del siglo XVIII. La Ilustración resulto de las tremendas conquistas de la ciencia, que transformaron profundamente el entendimiento del universo y del lugar de seres humanos en el universo.

La campaña de la SOAS es parte de un movimiento más vasto llamado ¿Por qué es blanco mi plan de estudio? (Why is my curriculum White?) que liga a uniones de estudiantes a través de Gran Bretaña. Cuenta con el apoyo de la Unión Estudiantil Nacional (National Union of Students, NUS), sectores académicos y comentaristas del periódico Guardian. Malia Bouattia, quien antes fue presidente y funcionaria de Black Students, es pregonera de esa campaña, que comienza en University College London (UCL) en 2014 y se extiende a universidades en Londres, York, Warwick, Nottingham, y Kent. Luego se asentaría en las universidades de Bristol, Birmingham y Manchester.

La motivación de esta campaña se halla en intereses sociales que su eslogan devela: “¿Cómo es que mi profesor no es negro?” Fomenta la política de identidades: raza, sexo, y orientación sexual para obtener privilegios e influencias sociales. Sus demandas de “mayor representación de academicistas BME [de etnicidad negra y minoritaria] en puestos de trabajo de enseñanza e investigación; y apoyo a investigaciones y producción de conocimientos heterodoxos”. También desea “redistribuir los recursos universitarios para hacer justicia a pasados agravios”.

Un comentario de queja en NUS Connect, declara que las universidades e instituciones de educación superior “cargan con tareas y responsabilidades esenciales para avanzar las ideas, e instruir sobre la movilidad social para resistir adaptarse a requisitos extremos” [nuestro énfasis]. El “que las instituciones de enseñanza superior no hayan reconocido ciertas materias centrales que enseñan profesores BME, significa que sus colegas los miran con desconfianza, cosa que seguramente más los hace víctimas de tercerización (recibir contratos temporarios o de medio tiempo), afectando su seguridad de empleo y su capacidad de resistir aceptar exigencias extremas.”

En vez de proponer una lucha de todos contra los ataques contra la educación y condiciones de empleo, la campaña sólo se concierne con las circunstancias que encaran los estudiantes y profesionales BME, con base en que una misión de las universidades es fomentar “movilidad social”.

Todo eso es un eco de la campaña “Hay que derrocar a Rhodes” (Rhodes Must Fall) de 2015, de parte de sectores privilegiados sudafricanos. Esa campaña se extiende por el mundo.

El pasado verano, estudiantes de la universidad estadounidense de Yale se manifestaron en contra el estatus canónico de escritores como Shakespeare, Chaucer y Milton, diciendo: “Es inaceptable que estudiantes que quieran estudiar literatura inglesa lean sólo autores blancos y masculinos”.

En SOAS, algunos profesores han dado apoyo cauteloso a las exigencias de la unión estudiantil. Un comentario en la página Web de SOAS, indica que “no se trata de eliminar de los planes de estudios de SOAS a todos los ‘filósofos blancos;’ permanecerán en las lista Platón y Kant. Sin embargo, filósofos de tradiciones tan ricas y antiguas tradiciones no occidentales de Asia y África ahora están a su lado.” [1]

Continúa el comentario:

“Todo pensador con sentido crítico debería preguntarse como es que los filósofos de la Ilustración pudieron escribir tan profundamente sobre el conocimiento como acto de liberación y defender el eslogan de la Revolución Francesa, liberté, égalité, fraternité en momentos que Europa colonizaba el mundo y conducía la trata de esclavos”.

Guerra a la ilustración

Poner un signo de igual entre los ideales vanguardistas de la Ilustración y los crímenes del colonialismo, y la trata de esclavos, es una interpretación filosófica ahistórica y reaccionaria. Por empezar, descarta las obras de Guillaume Thomas Raynal, y otros enemigos de la esclavitud, ni mencionar la influencia esencial que tuvieron los ideales de la Ilustración de libertad e igualdad sobre acontecimientos, tal como la rebelión en 1791 de esclavos haitianos dirigidos por Toussaint Louverture.

La cuestión de esclavitud fue un tema candente para estos filósofos. La Encyclopaedia de Diderot (1772) dice sobre la trata de esclavos: “Esta compra y venta de negros, para hacerlos esclavos, es una violación de la religión, moralidad, ley natural, y los derechos de la naturaleza humana… Si se pudiera justificar este tipo de comercio con principios morales, a pesar de su salvajismo, no existiría ningún crimen que ilegítimo… Seres humanos y su libertad no son objetos comerciales; no se los puede ni vender ni comprar a cualquier precio”.

Exige la libertad de todos los esclavos, declarando que la venta de esclavos es siempre injusta porque: “Este negro no se separa y nunca se puede separar de su derecho natural; es parte de él. Tiene el derecho de exigir en todas partes que se le permita gozar de su libertad. Por lo tanto es un abierto acto de inhumanidad que jueces en países libres donde se transportan a los esclavos, no los libren de inmediato, porque ser él un ser humano, que posee un alma al igual que todos ellos”.

Los imperios coloniales que nacieron en el siglo XVI sin ser el resultado de las “ideas” de “hombres blancos y ricos”, fueron cruciales en la formación de la economía capitalista mundial. En el primer tomo de Capital, Karl Marx analiza los orígenes de la industria moderna desde la acumulación primitiva de capitales:

“El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y entierro en minas a los habitantes nativos, la conquista de las Indias Orientales, la transformación de África en un laberinto de cacería comercial de pieles negras, alumbran el amanecer rosado de la época de producción capitalista. Estos acontecimientos idílicos son los momentos principales de la acumulación primitiva. A sus talones marcha la guerra comercial de las naciones europeas, donde el escenario es todo el planeta… Si, como dice Augier, el dinero ‘entra al mundo con una congénita mancha de sangre en una de sus mejillas’, el capital llega empapado y chorreando sangre y tierra por cada uno de sus poros”. [2]

Los recursos obtenidos tan salvajemente de las conquistas coloniales se usaron en el desarrollo de vastas empresas financieras y de manufactura, acelerando la proletarización de las poblaciones nacionales y la construcción del estado capitalista moderno.

Los intereses de la burguesía naciente entraron en conflicto con el antiguo sistema feudal. Ésta se basaba en una rígida jerarquía social, coronada por una nobleza parasítica y justificada por la iglesia estatal. Vastas transformaciones socioeconómicas minaron esas viejas estructuras políticas. Esas contradicciones sociales detonarían en revoluciones democráticas a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, principalmente las revoluciones estadounidense y francesa.

La Ilustración parte de la revolución científica de los dos siglos anteriores. Ésta socavó la dominación ideológica de la religión oficial. Los líderes de la Ilustración descubren que el uso del análisis racional ayuda a descubrir la verdad de todos los aspectos del mundo natural y de la sociedad. Los seres humanos podrían ser más perfectos, de organizarse correctamente la sociedad.

Todo eso desmoronaba el “derecho divino de los reyes” y la monarquía absoluta. Creaba andamios ideológicos para los reclamos sociales antifeudales latentes de la naciente burguesía. Según el análisis de David North en su conferencia de 1996 “Igualdad, los derechos del hombre, y los orígenes del socialismo” (Equality, the Rights of Man, and the Birth of Socialism):

“… sería simplista y superficial considerar que las obras de la Ilustración no eran más que el solo reflejo de intereses de clases burgueses en su lucha contra un sistema feudal en putrefacción. Los pensadores de vanguardia que preparan las revoluciones burguesas del siglo XVIII hablaban y escribían en nombre de toda la humanidad adolorida. Al hacerlo despertaban las temáticas universales de solidaridad y emancipación que iban mucho más allá de los objetivos mucho más limitados y prosaicos de la clase capitalista”. [3]

La realización de los objetivos de la Ilustración choca con límites históricos. No obstante la genialidad de Rousseau, Locke, Hume, y muchos otros, los pensadores de la Ilustración no pueden escapar de su tiempo histórico. Aunque muchos pensadores de esa época critican la propiedad privada, la esclavitud, el colonialismo, los males sociales ligados a éstos, no pueden lograr sus ideales en el contexto de la sociedad capitalista que resulta de las revoluciones burguesas.

Crear una sociedad socialista, sin distinciones de clase y fundamentada en la planificación económica y científica, dependerá de la creación de una clase obrera y del desarrollo de su campaña política contra la burguesía.

Socialismo e Ilustración

El socialismo era parte de la Ilustración y su negación. Karl Marx y Friedrich Engels demuestran científicamente que sólo la clase trabajadora en una campaña de lucha política contra la burguesía puede crear los fundamentos y lograr las metas de emancipación social, igualdad, y derechos de los hombres. Requeriría de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y el fin de la explotación de clases, mediante una revolución socialista. La Revolución Rusa de octubre 1917, dirigida por Lenin y Trotsky, confirma esa verdad.

Los profesores y estudiantes de clase media que participan en el movimiento de “descolonizar la educación” reprueban esas verdades históricas. Para ellos “blancura” es un una especie de insulto a la Ilustración. En pos de su lucha por privilegios sociales necesitan azuzar las divisiones raciales y atacar las raíces filosóficas del marxismo. Su repudio a la igualdad social alimenta su obsesión racial. The Postcolonial Enlightenment de Daniel Carey y Lynn Festa, presenta esa amalgama de la Ilustración con el colonialismo con un lenguaje académico deliberadamente confuso:

“Irremediablemente centradas en Europa, las ideas identificadas con la Ilustración están estrechamente ligadas al imperialismo, implícitamente o explícitamente. Buscando la universalidad, la Ilustración esconde las diferencias culturales y rechaza la relatividad moral y social. Dado que sus valores se confunden con la modernidad, la Ilustración naturaliza una teleología donde todos los caminos llevan a una episteme asociada con el occidente. Congeladas en la atrasada oscuridad y en el abismo de lo ‘primitivo’ y ‘salvaje’, las poblaciones no occidentales son despojadas de la agencia e historia que yacen debajo del progreso civilizado. A la misma vez la doctrina del progreso hace legítima la conquista imperial disfrazada de misión civilizadora; mientras que la celebración de la razón descalifica otros sistemas de creencias, por ser irracional o supersticiosos. La Ilustración se convierte alternativamente o en la máquina de una incesante totalización del espíritu histórico o el carameleo ideológico que tiene el propósito de esconder la amargan naturaleza del imperio, tanto de sus víctimas como de sus agentes. Visto de esa manera, todos los vestigios de ‘la Ilustración’ que quedan dentro de alguna teoría son señal de una liberación insuficiente ” [nuestro énfasis]. [4]

Con referencias a “agencia histórica”, llegamos a la elevación de “diferencias culturales” que reemplazan a los intereses de clase y al pensamiento científico con “relatividad moral y social”, y al repudio del socialismo, verdadero objetivo del desarrollo social a favor de la preservación de la sociedad capitalista, aunque con el necesario velo cultural de la burguesía nacional y de sus ideólogos pequeño burgueses.

La teoría poscolonial es una rama de la filosofía posmodernista. Se origina en el entorno de las luchas independentistas en las viejas colonias en la época que sigue a la Segunda Guerra Mundial. Rechaza de plano el análisis marxista que considera que el imperialismo se basa en el dominio económico y la división del mundo por bancos y empresas monopolistas. En contraste la dependencia colonial es disfrazada con colores psicológicos y culturales. Sus partidarios están bajo la influencia del posestructruralismo, sicoanálisis y la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt.

Frantz Fanon, Edward Said y el callejón sin salida den nacionalismo burgués

El sicólogo y filósofo Frantz Fanon es el principal representante de esa tendencia. Su famosa obra “Los condenados de la tierra”, presenta una supuesta estrategia política antiimperialista que rechaza la insistencia marxista del papel revolucionario de la clase obrera. En cambio su enfoque es la problemática racial y obsesión con el lumpemproletariado, elementos criminales y otros sectores sociales excluidos de los procesos productivos. Fanon discute los aspectos sicológicos de colonialismo y aconseja la violencia como método catártico para que el individuo oprimido se libre del colonialismo. Varios movimientos nacionalistas burgueses y el nacionalista negro Black Panther Party (Panteras Negras, EE. UU.) consideraban de gran influencia el libro de Fanon. Otro importante autor es Edward Said, autor de “Orientalismo” (1978). Said propone la teoría de “imperialismo cultural” que interpreta a obras clásicas de arte como propaganda en el interés de la dominación imperialista. Sus ideas se basan en la concepción irracional y subjetiva que intelectuales occidentales no son capaces de análisis objetivos sobre el mundo colonial.

Ambos autores son ideólogos de la burguesía, no obstante sus pretensiones izquierdistas. Utilizan el nacionalismo para repudiar el marxismo. Insisten que el liderazgo de la burguesía nacional y la creación de estados nacionales capitalistas pueden emancipar del imperialismo a las masas de países antes bajo el colonialismo. Fanon perteneció al Frente de Liberación Nacional durante la guerra de independencia de Argelia (1954-1962) contra el colonialismo francés. Su obra influenció a muchos movimientos nacionalistas burgueses. Durante más de diez años, ocupó un importante puesto en el Organización para la liberación de Palestina

La perspectiva del nacionalismo burgués es un callejón histórico sin salida. Incapaces de emancipar a las masas oprimidas, los regímenes burgueses se convirtieron en el mecanismo a través del cual las potencias imperialistas mantenían su agarre sobre las antiguas colonias —suprimiendo sin misericordia a los trabajadores y campesinos, supervisando el pago de enormes deudas a instituciones financieras a casas de finanzas y el robo de recursos.

No se pueden resolver los problemas que encaran las masas de esos países bajo la dirección de ningún sector de la burguesía nacional, en base a medidas nacionales.

La historia de África y del Medio Oriente desde los tiempos coloniales confirma la teoría de la revolución permanente de León Trotsky. Según ésta, en los países oprimidos, los objetivos democráticos y nacionales que en un tiempo estaban asociados con la burguesía; en la actual época del imperialismo, sólo se pueden lograr mediante la movilización revolucionaria independiente de la clase obrera fundamentada en una perspectiva socialista e internacionalista.

En la actualidad, está clara la verdadera naturaleza de clase y la función de los regímenes poscoloniales en África, el Medio Oriente y otras partes. La llegada al poder de la burguesía nacional fue utilizada para preservar la dominación imperialista, en lugar de terminarla. Eso esta ejemplificado por el régimen de la ANC en Sudáfrica, donde sólo una pequeña capa de la burguesía y de políticos, académicos y administradores de la clase media alta, se ha enriquecido administrando la brutal explotación de la clase trabajadora y de las masas oprimidas rurales.

Estos mismos intereses sociales impulsan al movimiento de “descolonizar la educación”. Sus miembros no son parte de ninguna corriente de oposición. Sus demandas de distribución de empleos y privilegios mediante la discriminación positiva y la acción afirmativa no tienen ningún significado democrático. Al contrario, su objetivo es integrar una capa de la clase media alta en las universidades, grandes empresas y el estado, similar a la evolución de los movimientos nacionalistas burgueses que se convirtieron en agencias directas del imperialismo.

No es accidental que el movimiento de “descolonización” no tiene nada que contribuir a las importantes cuestiones contemporáneas, como la devastadora campaña neocolonial de las grandes potencias en el Medio Oriente. No desean barrer con el imperialismo, sino acomodarse junto a él.

Referencias

[1] Comentario de SOAS, “Plato will remain but time for non-Western thinkers to be given their due, say SOAS academics,” enero 2017.

[2] Karl Marx, Capital, Tomo I, Capítulo 31.

[3] David North, Equality, the Rights of Man and the Birth of Socialism, octubre 1996.

[4] Daniel Carey and Lynn Festa, The Postcolonial Enlightenment, OUP Oxford, Febrero 2009.

El autor recomienda también :

The origins of the Oxford University “Rhodes Must Fall” campaign [10 de febrero 2016]

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