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Perspectiva

En vísperas de las elecciones presidenciales francesas

El 7 de mayo, decenas de millones de personas en toda Francia votaron en las elecciones presidenciales en medio de una crisis política sin precedentes y bajo un estado de emergencia que suspende los derechos democráticos. Fueron eliminados ambos candidatos de los dos partidos políticos tradicionales y desacreditados, el Partido Socialista (PS) y Los Republicanos (LR). Sin embargo, las opciones restantes constituyen en sí una crítica devastadora contra la élite gobernante en Francia.

Por un lado está Marine Le Pen del Frente Nacional neofascista (FN), descendiente del régimen colaboracionista nazi de Francia en la Segunda Guerra Mundial. Ella aplaudió la elección de Donald Trump con base en su programa nacionalista “EE.UU. ante todo” de guerra y proteccionismo. También, ha demandado que Francia abandone la Unión Europea y la zona del euro para causarle el máximo daño económico a Alemania, el principal socio comercial de Francia. Dentro del país, utilizaría el estado de emergencia del Partido Socialista y el aparato de espionaje electrónico masivo para establecer una dictadura policial fascista, prohibir la inmigración, llevar a cabo redadas masivas y poner fin a la escolarización gratuita de los niños que no sean franceses.

El oponente de Le Pen, el banquero respaldado por el PS y favorito para ganar, Emmanuel Macron, no representa una alternativa al FN. Siendo un aliado de Berlín y del Partido Demócrata en Washington, Macron apoya las campañas militares de la OTAN contra Siria, Corea del Norte y Rusia, las cuales amenazan con provocar una guerra entre potencias nucleares, y llama a reinstituir el servicio militar obligatorio. En Francia, pretende mantener el estado de emergencia y utilizarlo, junto con la odiada legislación laboral del PS, para suprimir contratos colectivos y derechos sociales, incluyendo en los ámbitos de salud pública y las pensiones donde los trabajadores europeos han ganado importantes beneficios tras generaciones de lucha en el siglo XX.

Independientemente de quién gane, Francia será gobernada por un gobierno que representa los intereses del capital financiero y que se dedicará a imponer un programa de guerra de clases dentro del país y guerras imperialistas más allá de sus fronteras. Reflejado por el hecho de que siete de cada diez votantes están furiosos con haber tenido que elegir entre estos candidatos, se está preparando un conflicto de clase de dimensiones revolucionarias en Francia y en toda Europa.

Después de un cuarto siglo de guerra y dictados de austeridad de la UE tras la disolución estalinista de la Unión Soviética, dos tercios del pueblo francés dicen que la lucha de clases es una realidad cotidiana de la vida. Entre los jóvenes, quienes no han experimentado más que el colapso social y económico desencadenado por la crisis de Wall Street en el 2008, se está desarrollando sin lugar a dudas un ambiente revolucionario.

En la reciente encuesta “Generation What” de cientos de miles de jóvenes europeos, el 61 por ciento de los franceses menores de 34 años dijo que estaría dispuesto a participar en un “levantamiento a gran escala” contra el sistema político. Más del 60 por ciento de los jóvenes dieron la misma respuesta en Gran Bretaña, Suecia, Noruega, Finlandia, Italia, España, Grecia, Portugal, Hungría, Bulgaria y Rumania.

El Parti de l’égalité socialiste (PES), la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), está llamando a realizar un boicot activo de la segunda ronda. Esta posición es muy diferente a una simple abstención individual.

El llamamiento del PES dirigido a la oposición generalizada entre trabajadores y jóvenes hacia ambos candidatos se basa en principios políticos fundamentales. Toda la experiencia de la lucha de clases internacional, que se extiende desde hace más de un siglo, ha demostrado cuáles son las consecuencias políticas fatales de entrar en alianzas electorales con un partido burgués. Una y otra vez, la subordinación de la clase obrera a un partido reaccionario del capital financiero para evitar la victoria de otro partido burgués supuestamente más reaccionario ha llevado a un desastre político tras otro. Esta vez no será diferente. Existe una lógica política detrás de tales maniobras. Si Macron gana, se les dirá a los trabajadores que no deben luchar por la derrota y derrocamiento de su gobierno para que no llegue el FN al poder.

Pero ninguna estrategia electoral puede resolver la crisis política que enfrenta la clase trabajadora. El llamado al boicot es correcto porque eleva la conciencia política de la clase obrera y la prepara para las luchas que se avecinan.

La cuestión clave es proporcionar una perspectiva marxista e internacionalista y construir el liderazgo revolucionario en la clase obrera necesario para estas luchas.

Muchos trabajadores en Francia han sacado conclusiones desde la última vez que prácticamente todo el establecimiento político, incluyendo los llamados partidos de la extrema izquierda alineados con el PS, se unió para respaldar a un político de derecha supuestamente para bloquear al FN –la segunda ronde del 2002 entre Jean-Marie Le Pen y Jacques Chirac—. El resultado ha sido una intensificación de los ataques contra la clase obrera, un traslado incluso más hacia la derecha de los partidos gobernantes tradicionales y un crecimiento constante de la influencia de los neofascistas.

Es necesario rechazar todo el marco reaccionario de estas elecciones y del sistema político que produjo este resultado. La clase obrera debe avanzar su propia alternativa política independiente, comenzando con un boicot activo.

El PES advierte que la medida en que fuerzas como el movimiento Francia Insumisa (FI) de Jean-Luc Mélenchon y el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) se adapten al argumento del “mal menor” y logren bloquear el desarrollo de una oposición revolucionaria contra Macron desde la izquierda, sólo fortalecerán al FN. La posición que mantienen estas fuerzas de pseudoizquierda sólo apuntalará los esfuerzos de los neofascistas para presentarse como el único partido de oposición a la élite política, aumentando así su autoridad en caso que Macron quede electo y esto provoque una oposición social de masas contra sus políticas antiobreras.

La postura de Mélenchon es una abdicación cobarde de toda responsabilidad política. Recibió el veinte por ciento de los votos. Sin embargo, aunque se niegue a apoyar explícitamente a Macron, temiendo que esto lo desacredite ante sus votantes, está haciendo todo lo posible para impedir una movilización de la clase obrera contra Macron y Le Pen. Después de llamar al FI a participar en las elecciones legislativas de junio, Mélenchón anunció que está dispuesto a convertirse en primer ministro de Macron.

Tal declaración, dejando claro que Mélenchón está dispuesto a ejecutar las políticas internas correspondientes a una acumulación militar masiva y una política exterior agresiva dirigidas por Macron, demuestra que FI y sus aliados son un callejón sin salida para los votantes que buscan la paz y la igualdad social.

Mientras colapsa la vieja configuración política alrededor del PS y LR, el único camino a seguir para los trabajadores es el de una ruptura política consciente con el PS y su periferia y un regreso al camino revolucionario. El callejón sin salida de la élite política francesa está arraigado en una crisis mortal del sistema capitalista mundial, el cual se hunde hacia el abismo de la guerra y la dictadura.

Para construir una contraofensiva revolucionaria en oposición al PS, Macron y el FN, la clase obrera necesita su propio partido y liderazgo político. En este centenario de la Revolución de Octubre, el PES se presenta como el representante del implacable programa socialista e internacionalista del Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky de 1917 y de la herencia del trotskismo defendida por el CICI. Apela a los trabajadores y jóvenes que están de acuerdo con su análisis de las elecciones a que apoyen al PES, estudien su programa y se unan a la lucha por construirlo como la vanguardia política de la clase trabajadora en Francia.

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