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Perspectiva

Las elecciones generales británicas: una nueva etapa en la lucha de clases

Las elecciones generales anticipadas en Reino Unido le dieron un gran golpe político al gobierno conservador de la primera ministra Theresa May. El resultado fue el producto de una erupción de sentimientos contra los conservadores o tories entre los millones de trabajadores y jóvenes enfurecidos por las devastadoras consecuencias que han tenido las interminables medidas de austeridad, el implacable deterioro de sus salarios, los recortes en prestaciones sociales y la destrucción de los servicios sociales esenciales.

Esto produjo la oleada de apoyo hacia el Partido Laborista bajo la dirección de Jeremy Corbyn, aumentando su proporción de votos un 10 por ciento y acercándose a dos por ciento del 42 por ciento de votos que recibieron los conservadores. Entre las generaciones más jóvenes, dos tercios de los electores de 18 a 24 años de edad votaron por los laboristas y más de la mitad de aquellos de 25 a 34 años.

Para los medios de comunicación, el resultado fue un shock tremendo. En la medida en que sus predicciones de una arrolladora victoria tory no eran en sí propaganda política, el resultado demostró lo distanciados que están los comentaristas mimados de la prensa, con sus altos puestos y salarios de seis cifras, de las experiencias y preocupaciones de la amplia masa de la población.

El resultado de estas elecciones se suma a los otros indicios importantes de la continua radicalización política de los trabajadores en todo el mundo. El terreno electoral avanzado por Corbyn demuestra que, de haber sido Bernie Sanders el candidato presidencial del Partido Demócrata, habría sido él, no Donald Trump, quien estaría ocupando la Casa Blanca.

Por supuesto, hay un grado de satisfacción y hasta de euforia entre los trabajadores y la juventud ante la humillación de May. Esto es comprensible, pero lo que se necesita después del 8 de junio es un análisis sobrio y una perspectiva política clara. Después de todo, los conservadores están todavía en el poder y, a pesar de su crisis política, están trabajando para crear los necesarios cambios políticos para poder poner en acción sus planes de austeridad y de escaladas militares en Irak y Siria.

El mayor peligro político es que la radicalización de las masas se identifique con los beneficiarios políticos iniciales y no merecedores de ello como Corbyn y el Partido Laborista.

Se puede tomar una lección sobre la advertencia que la Liga Socialista de los Trabajadores (SLL; Socialist Labour League), entonces la sección británica del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), le hizo en 1967 a la sección francesa, la Organización Comunista Internacionalista (OCI; Organisation communiste internationaliste). La OCI se estaba moviendo pronunciadamente en una dirección centrista, mientras que se estaba dando un giro político importante en la clase obrera que pronto iba a asumir dimensiones revolucionarias.

La SLL le advirtió a la OCI:

Siempre es un peligro, en tal fase de desarrollo, que un partido revolucionario no responda a la situación de la clase obrera en forma revolucionaria, sino a través de una adaptación al nivel de lucha al que los trabajadores están limitados por sus experiencias bajo las antiguas direcciones, es decir, a la inevitable confusión del principio. Tales modificaciones a la lucha por un partido independiente y al Programa de Transición son generalmente ataviadas con los pretextos de acercarse a la clase obrera, unirse a todos los que están en lucha, no imponer ultimátums, abandonar dogmatismos, etcétera.

La OCI ignoró estas advertencias, rompió con el CICI y pasó a desempeñar un papel crítico en la construcción del Partido Socialista (PS) como principal partido de “izquierda” de la clase capitalista francesa.

Para aquellos que se inclinan a aceptar el retrato de Corbyn como el líder natural de la clase obrera, como lo pintan los grupos de pseudoizquierda británicos, les decimos: recuerden a Alexis Tsipras y Syriza.

Los grupos de pseudoizquierda que afirman que la victoria de Corbyn como líder laborista ha transformado al partido. Esto no es verdad.

En los casi dos años desde que asumió la dirección del partido, Corbyn ha bloqueado toda lucha para expulsar a la derecha. En cambio, ingresó a las elecciones generales con un manifiesto electoral que incorporaba todas las demandas de los partidarios del ex primer ministro Tony Blair —como el apoyo a la OTAN y al programa Trident de armas nucleares y un compromiso de “responsabilidad fiscal” y de mantener a Reino Unido en el mercado único europeo.

Como resultado, Corbyn ahora encabeza un Partido Laborista Parlamentario compuesto por los mismos golpistas y saboteadores tóxicos que buscaban expulsarlo y que sin duda serán incorporados en su gabinete en la sombra o de oposición.

Conforme procedía la elección, Corbyn se fue desplazando aun más a la derecha. Su respuesta a las atrocidades terroristas en Manchester y Londres fue abandonar su anterior crítica asociando la amenaza terrorista con las guerras británicas de cambio de régimen en Afganistán, Irak, Libia y Siria. Al contrario, cargó contra May por recortar el número de policías y se comprometió a invertir más en el ejército y los servicios secretos.

Este moldeo político de Corbyn sólo se acelerará después de las elecciones tempranas.

La especulación abunda en cuanto a si el acuerdo que propuso May de trabajar con el Partido Unionista Democrático le podría estallar en la cara, si logrará retener su puesto del todo, si tendrá que convocar elecciones nuevas y qué tan pronto. Ahora que su estrategia de una salida de la Unión Europea “dura” yace en ruinas, el mismo Financial Times apeló directamente a Corbyn, declarando que “sin duda es tiempo para ponerle pausa al brexit duro’” y llamó a dar un “apoyo multipartidario a la relación más cercana posible con la Unión Europea...”.

Si resulta ser imposible cumplir con estas metas a través del Partido Conservador, se efectuará una segunda elección general bastante rápidamente. Ya se estaría discutiendo en los círculos de decisión si Corbyn pudiere proporcionar los mecanismos necesarios para la implementación de tal cambio de política gracias al apoyo popular con el que cuenta.

El Partido Laborista tiene más de un siglo de experiencia en la utilización de la retórica de “izquierda” como un medio para disciplinar a la clase obrera y asegurar su subordinación al partido y a sus aliados en la burocracia sindical.

Hoy día, algunos de los partidarios de Blair presienten que se podría hacer lo mismo con Corbyn. Antes del resultado del jueves, el coarquitecto del Nuevo Laborismo, Peter Mandelson, dijo que estaba trabajando cada día para la expulsión de Corbyn. Pero, ahora indica que Corbyn se ha ganado su derecho a liderar el partido, pero que tendrá que ser más “ecuménico” y abandonar las políticas que le impidan formar una coalición más amplia como la sugerida por el Financial Times .

Corbyn, el apóstol de la unidad partidaria, no pondrá mucha resistencia, mientras que los grupos de pseudoizquierda lo flanquearán. Durante las elecciones, todos ellos respaldaron a Corbyn y llamaron a votar por todos los candidatos laboristas, mencionando específicamente a los del ala derecha del partido. Tras las elecciones, sostienen la misma posición, con la organización Unidad de Izquierda (Left Unity) instando a “todos aquellos en el Partido Laborista —incluyendo al Partido Laborista Parlamentario— que no han apoyado el liderazgo y las políticas de Corbyn a reconocer la realidad y subirse a bordo”.

No hay una línea que no estén dispuestos a cruzar.

Si Corbyn comienza a formar una coalición o un acuerdo de “confianza y asistencia” con los demócratas liberales, el Partido Nacional Escocés y otros, también lo justificarían como una “alianza progresista” necesaria para conseguir que los laboristas lleguen al poder. Estos medios fueron prefigurados en Grecia, donde la “izquierda” apoyó la coalición de Syriza con Griegos Independientes, una organización de derecha y antiinmigrante, a lo largo de su trayectoria hasta que Syriza traicionó la lucha contra la austeridad.

La clase obrera se está orientando hacia la izquierda, hacia la revolución. Sin embargo, su conciencia sigue siendo reformista. La tarea del Partido Socialista por la Igualdad no es adaptarse al nivel de conciencia existente, sino alinearlo con las tareas revolucionarias hechas necesarias por la creciente crisis del capitalismo británico y mundial.

Esto significa oponerse a todos los intentos para subordinar el desarrollo de la lucha de clases a las vicisitudes parlamentarias del Partido Laborista.

Lo que se necesita es el desarrollo de una lucha independiente de la clase obrera contra la desigualdad social y la guerra mediante la construcción de una nueva dirección política marxista.

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