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Cien mil alumnos sin techo en escuelas públicas de Nueva York

Hace dos semanas apareció un informe con estadísticas sobre el sistema escolar más grande de Estados Unidos (EUA) que pinta una imagen de creciente pobreza y desigualdad en la ciudad de Nueva York.

Este estudio del Instituto de niños, pobreza y falta de viviendas (en inglés, ICPH), junto con otros informes, cuatro años después de que el alcalde Bill Blasio se postuló con su eslogan “historia de dos ciudades”, deja en claro que esa frase muy bien describe a la capital cultural y financiera de EUA.

Son cien mil, aproximadamente, los estudiantes sin vivienda, que según el informe o viven en refugios, o de “arrimados” en las viviendas de amigos y familiares, o en hoteles y dentro de automóviles. Estos alumnos representan más del nueve por ciento de todos los estudiantes en escuelas públicas en el año escolar 2015-2016. Añadiendo a los que ya no están sin vivienda pero que lo han estado durante los seis años previos, el total asciende a ciento cuarenta mil. El informe señala en que esos números equivalen a todos los habitantes de Syracuse, la cuarta ciudad del Estado de Nueva York.

Una de las estadísticas más significativas del estudio es que se trata de un aumento del treinta y tres por ciento desde el 2011. Este periodo coincide casi exactamente con el periodo del auge más reciente de la bolsa financiera, luego del desmoronamiento financiero del 2008. Durante este mismo periodo, la construcción de departamentos de lujo y ultra lujo en los barrios de la isla de Manhattan sigue sin cesar.

El típico alumno sin vivienda, dice el informe, cambia de escuela casi dos veces al año; está ausente ochenta y ocho días, casi la mitad del año escolar; corre el doble de riesgo de suspensión o de ser reprobado; tiene resultados en los exámenes de quinto grado de matemáticas e inglés, que son la mitad de los sus compañeros.

La tasa del 9,3 por ciento de alumnos sin vivienda en las escuelas públicas de Nueva York compara con el 6,6 por ciento de las escuelas particulares subvencionadas (charter schools), bajo administración privada pero subvencionadas por el Estado, que no tienen ninguna obligación legal de aceptar a todos los estudiantes. Es más, a causa de la continua construcción de edificios de lujo y el aburguesamiento de la ciudad, muchos alumnos aprenden en escuelas exclusivamente privadas.

El porcentaje de alumnos sin techo varía. En el barrio de Bayside, en el este del suburbio de Queens, los alumnos sin vivienda representan el 2,5 por ciento de todos los estudiantes. En el distrito Highbridge-Concourse en el oriente de los barrios del suburbio del Bronx, al norte de la ciudad, el 20 por ciento de los alumnos carecen de vivienda. Otros distritos escolares con altos porcentajes de alumnos sin viviendas incluyen Central Harlem (distrito Manhattan); East Tremont (Bronx), y Brownsville (distrito Brooklyn).

Otro índice de la persistente y creciente crisis económica es que el porcentaje de alumnos sin vivienda va en aumento en todos los distritos escolares de la ciudad, incluyendo los más ricos. En Flushing, Queens, y en los barrios suburbanos de Staten Island, hubo un aumento del 39 por ciento durante el periodo con que se concierne el estudio. Son predecibles los resultados de la falta de viviendas. El 22 por ciento de los alumnos sin vivienda cambiaron de escuela en medio del año escolar, el doble de la tasa para los otros estudiantes. La ausencia crónica —no ir a clase veinte días o más— ocurre con el 34 por ciento de estudiantes sin techo, comparado con veinte por ciento para los otros alumnos. En el caso de alumnos de escuelas primarias, los más vulnerables a la instabilidad escolar, la relación es del 31 por ciento al 14 por ciento en el año escolar 2015-2016.

El estudio también marca el impacto sobre las tasas de abandono escolar y graduación de estar sin vivienda. A pesar de que la ciudad se ha esforzado mucho en reducir el abandono escolar, y ha tenido algunos resultados positivos, los alumnos sin techo han abandonado sus estudios a un ritmo que es el doble de los que tienen viviendas estables (diecisiete versus ocho por ciento). El 46 por ciento de los alumnos sin techo se reciben, comparado con el 74 por ciento para los otros alumnos.

Algunas de las consecuencias de vivir sin techo no se pueden describir en término de estadísticas. Inicialmente aparecen como problemas emocionales, luego se transforman en depresiones serias y otras enfermedades sociales. Las familias son forzadas a escoger entre que sus niños viajen dos horas a la escuela o a que tomen la difícil y desorientadora decisión de mudarlos a otra escuela sin conocer a sus maestros y sin tener amigos. Un ex director de escuela lo describe así, según el estudio: “Cada seis meses, es como adquirir una nueva familia. Es tan desestabilizador. Uno de los problemas más grandes es que la próxima morada no es en la misma comunidad… mudarse de la zona de Rockaway a Staten Island, al Bronx aturde y desorienta a cualquier niño. Nosotros mismos nos desorientaríamos si tuviéremos que mudarnos cada seis meses y que la gente que conocemos y en las que confiamos ya no estuvieran para nosotros. … se requiere varios meses para conquistar la confianza de un estudiante, averiguar el tipo de apoyo que necesita y poner un programa en marcha. Recién en enero comienzan a marchar bien las cosas para uno. Uno se de cuenta de los que ocasiona rabietas o hace que un niño salga corriendo. Justo en ese momento, el niño desaparece” [el año escolar de Nueva York neoyorquinas comienza en septiembre de cada año].

Un trabajador social explica: “Un estudiante de escuela media [de 13 años de edad] nos explicó que viajar todos los días entre Bronx y Brooklyn [el suburbio del sureste de la ciudad] le hizo pasar de una A [90 o más por ciento] a un 67 por ciento, por llegar tarde. A su hermanito [de ocho años] de verdad le costaba levantarse temprano para coger el tren. Muchas veces se dormía en clase. El año pasado una de sus maestras se preocupaba de que este niño posiblemente sufriría de algún mal de sueño, porque a cada rato dormitaba. Se perdía mucha instrucción y fue transferido a una clase especial” [para niños con problemas de aprendizaje].

Habla otro trabajador social: “Existe una enorme cantidad de alumnos que viven en viviendas temporales. Opino que muchos de los estudiantes en viviendas temporales se nos pierden porque se mudan de un lugar a otro constantemente. No se los considera sin vivienda pero lo son. Viven hacinados o de casa en casa. Seguramente no tienen muebles adecuados o un escritorio. Si la mamá se pelea con sus primos, es posible que tengan que mudarse. Todo eso causa mucha ansiedad y presión sobre los niños que aparece en varias formas, sea en el comportamiento o el rendimiento escolar”.

Para esta ciudad en julio la tasa desocupación oficial fue de 4,7 por ciento, la mitad de lo que era al año o dos del crac del 2008. Que haya perdurado y aumentado el número de alumnos sin techo durante ese mismo periodo refleja el impacto creciente de la crisis sobre los obreros pobres, particularmente sobre las familias con niños en vías de desarrollo. La tasa de desocupación en parte es un reflejo de que muchos obreros han dejado buscar empleos que son a sueldo mínimo.

Existen muchas familias que simplemente no pueden encontrar departamentos con alquileres razonables mientras trabajan en esos empleos, cuyo número ha explotado en años recientes. Las nuevas leyes estatales que proponen aumentar el sueldo mínimo a $15 por hora al cabo de varios años, poco harán para solucionar esta crisis, bajo condiciones en que siguen desapareciendo los departamentos a alquileres bajos, de menos de una tercera parte de los ingresos.

De Blasio promete doscientos mil departamentos de bajos alquileres en diez años. Aun si eso ocurriera, sería un cruel chiste para los miles que viven en refugios y de arrimados en condiciones intolerables, incluyendo los cien mil alumnos de escuelas públicas.

Organizaciones reformistas, como el Instituto de niños, pobreza y falta de viviendas (ICPH) no tienen reformas que ofrecer, ni siquiera modestas propuestas. El estudio del ICPH al final incluye algunas “medidas a considerar” para las escuelas y autoridades municipales, que incluyen patéticas proposiciones como “enseñanza colaborativa entre escuelas y refugios” y “entendimiento de los desafíos específicos que encaran alumnos en los refugios que viajan largas distancias para ir a la escuela.”

Esto equivale a administrar la condición de falta de vivienda, considerándola permanente e inevitable, en vez de eliminarla o al menos reducirla. Allí nos han llevado las promesas inútiles del alcalde Bill de Blasio. Él, y todos los otros políticos del Partido Demócrata representan un sistema que no tiene nada que ofrecer, que no sea aburguesar a los barrios pobres y la zanja cada vez más ancha y honda entre los megarricos y sus partidarios de clase media alta, por un lado, y la gran mayoría de clase trabajadora, por el otro. Sólo la lucha política independiente de la clase obrera, armada con un programa socialista, puede arremeter y resolver esta desesperada crisis social que refleja la existencia de tantos alumnos sin techo.

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