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La diatriba del general Kelly y la amenaza de dictadura

Dos semanas y media después de la muerte de cuatro miembros de las Fuerzas Especiales de los EUA durante un tiroteo en Níger, nación sin litoral de África occidental, los medios estadounidenses siguen obsesionados con la desagradable controversia que rodea a la llamada de pésame del presidente Donald Trump a la viuda doliente de uno de los soldados, realizada mientras ella se dirigía al aeropuerto a recibir el ataúd.

Relatos brindados tanto por miembros de la familia como por la congresista demócrata Frederica Wilson, quien estaba en el auto cuando la llamada sonó por el altavoz del teléfono, no dejan dudas de que se sintió fuerte y claramente la indiferencia del estafador multimillonario en la Casa Blanca hacia la muerte de un soldado afroamericano de 25 años y de una empobrecida ciudad de Florida y su incapacidad para expresar empatía por la familia.

Saliendo de su boca, la frase “él sabía para qué se había alistado”, para describir el camino que llevó al sargento La David Johnson a su muerte, tenía la misma calidez de su actitud hacia el despido de uno de sus empleados de casino o las pérdidas que sus múltiples bancarrotas infligieron a sus socios comerciales. Es comparable a su lanzamiento de rollos de toallas de papel a las víctimas desesperadas del huracán María en Puerto Rico.

Se informó que la viuda del sargento Johnson estaba angustiada por la llamada de Trump, al observar que el presidente de los EUA ni siquiera sabía el nombre de su esposo.

El episodio resumió no solo la personalidad sociopática del presidente de los EUA, sino la actitud de la oligarquía gobernante en Estados Unidos hacia los miembros del ejército de voluntarios que emplea para perseguir sus intereses de lucro mediante la agresión militar en todo el mundo.

A espaldas del pueblo estadounidense, el Pentágono ha escalado constantemente su intervención militar en África, con entre 650 y 800 soldados de los EUA desplegados en Níger y otros 400 o más en el terreno en Somalia. Por lo menos 1.700 soldados de las tropas de operaciones especiales de los EUA están desplegados en todo el continente, más que en cualquier otra región del mundo fuera del Medio Oriente. Con el pretexto de la “guerra contra el terrorismo”, el imperialismo estadounidense está flexionando su poderío militar en un intento por contrarrestar la creciente influencia económica de China en una región rica en recursos estratégicos.

La controversia sobre la llamada de Trump a la familia del sargento Johnson no solo fue políticamente perjudicial para la Casa Blanca, atravesó los objetivos globales de Washington. Para apagar el fuego, el gobierno llamó al jefe de gabinete de la Casa Blanca, el general retirado de Marina John Kelly, cuyo hijo murió al pisar una mina en Afganistán en 2010.

Había mucha especulación en los medios de que Kelly había permanecido en silencio y fuera del ojo público por su malestar con la gestión de Trump de las bajas de Níger y el intento del presidente de presentar su propia actitud hacia los estadounidenses muertos en combate como superior a la de sus predecesores en la Oficina Oval.

El jueves, empero, Kelly amablemente convirtió la muerte de su hijo en un activo político para Donald Trump, mientras invocó la supuesta superioridad de los militares sobre la sociedad civil y sus instituciones para intimidar a los medios. Esta táctica incluyó la exclusión de Kelly de personas que le hicieran preguntas, salvo miembros de familias Gold Star (que han perdido a seres queridos en combate) o reporteros que conocían a esas familias.

Tuvo mucho éxito, recibiendo una reflexión inmediata en el tono adoptado por unos medios acobardados. Uno de los primeros reporteros que se atrevió a plantear una pregunta al general comenzó pronunciando el lema del Cuerpo de Marines —Semper Fi— estableciendo su lealtad a los militares.

El mensaje fue subrayado aún más el viernes, cuando se supo que Kelly había acusado falsamente a la congresista Wilson de presumir en una ceremonia pública sobre la aprobación de fondos para un edificio del gobierno en Miami con el nombre de agentes del FBI asesinados. Cuando un reportero señaló que su acusación era una mentira, la secretaria de prensa de la Casa Blanca respondió: “Si quiere entrar en un debate con un general de la Marina con cuatro estrellas, creo que eso es algo muy inapropiado”.

Siempre ha existido una cierta tensión entre la vida militar y civil. Incluso durante la Segunda Guerra Mundial, cuando masas de civiles ingresaron a las fuerzas armadas, los soldados se referían con un grado de desprecio a aquellos que no servían, llamándolos “comerciantes de plumas”. Kelly, empero, habló, con un tono distintivo de amargura y resentimiento, como el representante de una casta militar que se ha vuelto cada vez más alienada y hostil hacia la sociedad civil y la autoridad civil.

“Ellos son el mejor 1 por ciento que este país produce”, dijo, refiriéndose al ejército de voluntarios de Washington. “La mayoría de ustedes, como estadounidenses, no los conoce. La mayoría de ustedes no conoce a alguien que conozca a alguno de ellos. Pero son lo mejor que produce este país, y se ofrecen como voluntarios para proteger nuestra nación cuando ya no hay nada en nuestro país que parezca sugerir que el servicio desinteresado a la nación no solo es apropiado, sino requerido. Pero está bien”.

Luego amplió su defensa de los militares contra el supuesto desprecio e indiferencia de los civiles con la expresión de puntos de vista de extrema derecha. “Saben, cuando era un niño que crecía, muchas cosas eran sagradas en nuestro país”, dijo. “Las mujeres eran sagradas, miradas con gran honor. Obviamente, ya no es así, como vemos en casos recientes. La vida —la dignidad de la vida— es sagrada. Eso se ha perdido. La religión, eso también parece haber desaparecido”.

Si bien la invocación de las mujeres y la religión como algo “sagrado” difícilmente recuerda la imagen de Donald Trump, sí resuena, junto con “la dignidad de la vida”, es decir la prohibición del aborto, en el electorado político clave de la derecha cristiana.

La designación de Kelly, como la del general (retirado) James “Perro Rabioso” Mattis como secretario de defensa y del general en servicio activo H. R. McMaster como asesor de seguridad nacional, fue apoyada por el Partido Demócrata y la prensa como un giro bienvenido del gobierno de Trump. El New York Times se refirió a los generales retirados y en servicio activo que dominan el gabinete de Trump como “los adultos en la habitación”, mientras el Washington Post se refirió a ellos como “voces de moderación” y “autoridades morales”.

En realidad, estos altos oficiales militares de carrera están, en todo caso, a la derecha de Donald Trump. Ven la demagogia pseudopopulista y nacionalista del presidente de los EUA como un instrumento útil para fomentar la agenda política del vasto “complejo industrial-militar” contra el que el presidente Dwight Eisenhower advirtió hace más de medio siglo, y que desde entonces se ha convertido en la fuerza dominante dentro del Estado norteamericano.

La política de estos generales y ex generales no debería ser una sorpresa. Mientras Kelly homenajea al “uno por ciento”, refiriéndose a las tropas voluntarias, en muchos casos conscriptos económicos incorporados al ejército desde lugares pobres y de clase obrera, él y sus colegas son parte de otro 1 por ciento, que reduce las pensiones militares a un total de más de US$ 200.000 por año mientras gana cientos de miles más sirviendo como asesores y miembros de la junta de contratistas militares y fabricantes de armas.

Esta intersección de una casta militar derechista y una oligarquía capitalista parásita bajo condiciones de desigualdad social cada vez mayor es una de las expresiones más agudas de la decadencia del capitalismo estadounidense y la erosión completa de cualquier fundamento social y político para formas democráticas de gobierno.

Entre los comentarios más significativos de Kelly estuvo su denuncia contra la congresista demócrata que criticó la insensibilidad de Trump hacia la familia del soldado caído, como parte de “la larga tradición de barriles vacíos haciendo el mayor ruido”, una definición que sin dudas le parecería apropiada para todo el Congreso de los EUA, la prensa y otras instituciones civiles. Los “barriles llenos” son los barriles de las armas empleadas por el ejército estadounidense.

El Partido Demócrata no plantea una oposición al creciente dominio militar del gobierno estadounidense. Por el contrario, lo ha promovido, oponiéndose a Trump desde la derecha en cuestiones de política exterior, acusándolo de deferencia insuficiente al aparato militar y de inteligencia y de reticencia a llevar a cabo una escalada militar contra Rusia.

La congresista Wilson, el objeto inmediato de la ira de Kelly, es una partidaria descarada del Pentágono en general y de la intervención militar de los EUA en África en particular. Es conocida en el Congreso por defender la legislación que promueve los despliegues militares de los EUA en Nigeria y otros lugares bajo el pretexto de los derechos humanos, de intervenir para rescatar a estudiantes nigerianas secuestradas.

La intervención extraordinaria de Kelly en la conferencia de prensa del jueves en la Casa Blanca constituye una advertencia aguda. Cualquiera que piense que “esto no puede suceder aquí”, que un gobierno de los EUA que ha patrocinado innumerables golpes de estado y operaciones de cambio de régimen en todo el mundo no puede convertirse en el objetivo de una toma de poder militar, está cometiendo un error político grave.

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