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Detrás de la preocupación del New York Times por las “guerras interminables” de Washington: Planes para una nueva autorización de la guerra y para el reclutamiento

El New York Times publicó el lunes un editorial preocupado bajo el título “Las guerras interminables de los Estados Unidos” que empezaba con un esbozo bastante exacto y solemnizador de las operaciones en expansión creciente del ejército estadounidense en cada continente del planeta.

“Los Estados Unidos han estado en guerra continuamente desde los ataques del 11 de septiembre y ahora tienen poco más de 240.000 soldados en servicio activo y en reserva en por lo menos 172 países y territorios”, observa el Times. “Aunque se ha reducido considerablemente el número de hombres y mujeres destinados en el extranjero a lo largo de los últimos 60 años, el alcance del ejército no ha disminuido. Las fuerzas estadounidenses están activamente comprometidas no solo en los conflictos en Afganistán, Irak, Siria y Yemen que han dominado las noticias, sino también en Níger y Somalia, países que han sido recientemente escenario de ataques mortales, así como Jordania, Tailandia y en otros lugares”.

Añade el hecho extraordinario de que el Pentágono públicamente da la lista de los países en los que 37.813 soldados están desplegados como “desconocidos”, aparentemente refiriéndose a unidades de operaciones especiales asignadas a guerras secretas que se llevan a cabo a espaldas del pueblo estadounidense.

“Hasta ahora, los estadounidenses parecen aceptar que estas misiones y los despliegues que requiere continuarán indefinidamente”, continúa el editorial. “Aun así, es una cuestión muy real si, además de respaldar esos compromisos, que han costado billones de dólares y muchas vidas a lo largo de 16 años, abrazarán nuevos enredos del tipo de los que el Presidente Trump parece presagiar con sus amenazas temerarias y decisiones cuestionables acerca de Corea del Norte e Irán”.

Culpando al pueblo estadounidense por el militarismo desenfrenado de los EUA, el Times afirma que “el público calla” porque “tan pocas familias llevan tanto la carga de este ejército, y parcialmente porque los Estados Unidos no están implicados en nada comparable a la Guerra de Vietnam, cuando las enormes bajas estadounidenses produjeron prolongadas protestas públicas”. Prosigue apostillando que aunque en Vietnam y en otras guerras anteriores “el reclutamiento puso a muchas familias en riesgo de tener un ser querido que va a la guerra ... ahora Estados Unidos tiene fuerzas armadas integradas solo por voluntarios”.

“La idea de que los estadounidenses podrían ser acostumbrados a la guerra y a todos sus horrores es escalofriante”, se quejan los editores del Times.

¿A quién piensan que están engañando? ¿Acaso James Bennet, el editor de la página de editoriales del periódico (un hombre que tiene los vínculos más estrechos con el Estado estadounidense, que tiene un hermano que es un senador demócrata de derechas de Colorado y cuyo padre fue un alto cargo del Departamento de Estado que encabezó la Agencia de Desarrollo Internacional (AID), un conducto frecuente para las operaciones de la CIA) cree que los lectores del Times padecen de amnesia colectiva?

El “diario serio” ha hecho todo lo que tenía a su alcance para “acostumbrar” al público estadounidense a la guerra y, cuando ello ha sido posible, esconderle el alcance real de sus horrores —al menos cuando el derramamiento de sangre era obra del Pentágono.

El consejo editorial del Times ha jugado un papel crítico en vender cada guerra de agresión estadounidense durante los últimos 25 años. Jugó su papel más infame en el período previo a la invasión de Irak en 2003, cuando su corresponsal Judith Miller conspiró con el gobierno para promocionar y adornar las mentiras sobre las “armas de destrucción masiva”, y su inefable columnista de asuntos exteriores Thomas Friedman descaradamente abrazó una “guerra de elección”, justificándola en nombre de la democracia, de los derechos humanos y del petróleo. Una vez que el Times obtuvo la guerra que quería, oscureció sistemáticamente sus costes humanos reales, que incluían la pérdida estimada de un millón de vidas iraquíes.

El periódico pasó a jugar un papel similar promocionando las intervenciones estadounidenses para cambiar los regímenes de Libia y Siria en nombre de los “derechos humanos”, que se cobraron la vida de cientos de miles más y convirtieron a millones en refugiados.

Entonces, ¿a santo de qué este recelo repentino?

En primera instancia, el editorial parece ser una respuesta al turbio y amargo debate público que ha surgido tras la muerte el 4 de octubre de cuatro soldados de las tropas de las fuerzas especiales estadounidenses en un tiroteo en Níger. El episodio, que revelaba que unos 1.000 soldados estadounidenses están desplegados en esa nación africana sin salida al mar —sin el conocimiento, mucho menos la aprobación, del Congreso— ha estado acompañado por ataques vergonzosos de la Casa Blanca a la viuda de uno de los soldados caídos. Esto se ha combinado con las afirmaciones abiertas del poder incuestionable del ejército y del “comandante en jefe”, arrojando un poco demasiada luz tanto sobre el militarismo estadounidense en el extranjero como sobre el giro creciente hacia la dictadura militar en casa para el gusto de los editores del Times .

¿Qué propone el Times ? El editorial lamenta el fracaso del Congreso en debatir las múltiples guerras del imperialismo estadounidense que tienen lugar actualmente, y “poner la guerra contra el Estado Islámico, que tiene un respaldo popular generalizado pero no autorización del Congreso, en una firme base legal”.

Dicho de otra manera, el editorial propone la aprobación de otra Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF). Tanto Trump como su predecesor demócrata, Barack Obama, han afirmado que las AUMFs que fueron aprobadas en 2001 inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre y en 2002 antes de la invasión de Irak les dieron todo el poder que necesitaban para hacer la guerra en cualquier parte del planeta.

Se ha usado la invocación de estas resoluciones de hace una década y media para invalidar tanto la Constitución estadounidense, que declara que solo el congreso puede declarar la guerra, y la Ley sobre los Poderes de Guerra de 1973, aprobada en medio de la crisis que tenía cogido al imperialismo estadounidense por su debacle en Vietnam. Esta última ponía límites estrictos y horarios sobre intervenciones ordenadas por presidentes estadounidenses, requiriendo que ellos recibieran autorización del Congreso o que fueran concluidas.

Ni el Partido Demócrata ni el Partido Republicano han mostrado interés alguno en desafiar esta atribución de poder dictatorial a la presidencia sobre el tema de la guerra, y ninguna sección significativa del Congreso ha mostrado inclinación alguna a debatir el asunto. Todos ellos son plenamente conscientes de que, para sus pagadores en la oligarquía financiera parasitaria de Estados Unidos, la agresión militar global es un instrumento crítico en su impulso hacia conseguir beneficios, mercados y recursos.

Es verdad que la invocación de las AUMFs de 2001 y 2002 se está volviendo cada vez más absurda. La administración de Obama utilizó esas medidas supuestamente autorizando una guerra contra Al Qaeda para justificar intervenciones en Libia y Siria, en las cuales Washington respaldó a milicias vinculadas a Al Qaeda para derrocar a regímenes árabes seculares que, como el de Irak, no tuvieron nada que ver con el 11 de septiembre.

La preocupación verdadera del Times, sin embargo, viene indicada por sus referencias a las “enormes bajas estadounidenses” de Vietnam, la cuestión del reclutamiento y la perspectiva de nuevas guerras contra Corea del Norte e Irán. Ante calamidades sangrientas en el horizonte, los editores del diario creen que es el caso de al menos una hoja de parra pseudo-legal de autorización del Congreso.

Sus preocupaciones reflejan discusiones en curso dentro del propio ejército estadounidense. La edición más reciente de Parameters, la revista del Colegio de Guerra del Ejército Estadounidense, incluye un artículo escrito por dos coroneles del Ejército bajo el título “Movilizar para una guerra importante”, citando la convicción que hay dentro del alto mando del Pentágono de que el conflicto armado con “competidores casi-pares” está “virtualmente garantizado en algún momento” y es “más probable que en cualquier otro momento desde la Guerra Fría”.

Después apostilla: “Durante las dos Guerras Mundiales, el reclutamiento habilitó al Ejército Estadounidense para expandirse ampliamente para jugar papeles críticos en la derrota de la agresión a gran escala. Por razones tanto políticas como prácticas, el Congreso abolió el reclutamiento militar en 1973, y pasó a una fuerza permanente de voluntarios (AVF) ... La fuerza de voluntarios, sin embargo, todavía no se ha confrontado a una gran potencia. ... La fuerza de voluntarios nunca ha combatido en un conflicto que requiriera una movilización total con una notificación con poca o ninguna antelación. Por lo tanto, no es seguro asumir que el Ejército de hoy puede llevar adelante con éxito tal conflicto”.

Dicho de otra manera, las preparaciones para una Tercera Guerra Mundial incluyen planes para la vuelta al reclutamiento y la presión a millones de jóvenes estadounidenses para servir de carne de cañón en conflictos que conllevarán carnicerías inimaginables. Tales medidas inevitablemente conllevan la aceleración del impulso hacia la dictadura directa, por un lado, y el surgimiento de luchas revolucionarias de masas dentro de la clase trabajadora, por el otro.

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