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La censura hacia la revolución rusa en Alemania

Hay en el código penal de Alemania un párrafo que considera delito la difamación de la memoria de los fallecidos. El castigo por tal crimen varía de una multa a dos años de prisión. Sin embargo, esto parece no aplicarse a las figuras históricas. Si uno revisa los artículos, las contribuciones en la radio y la televisión, y las películas para conmemorar el centenario de la Revolución de Octubre en Rusia, la regla principal que se aplica es: “todo vale”.

Hubo por supuesto un anticomunismo histérico durante la Guerra Fría. Pero incluso entonces existía una distinción entre la propaganda de derechas y el trabajo académico. Aunque no fueran socialistas, los historiadores serios entendieron que una de las mayores transformaciones en la historia mundial, que influyó en el siglo XX más que cualquier otro evento, no podía ser desestimado con una diatriba de insultos contra Lenin y los bolcheviques, sino que requería de un serio estudio de sus fuerzas motrices sociales y políticas.

Por ejemplo, el historiador estadounidense Alexander Rabinowitch, que se crio en un medio antibolchevique de exiliados rusos, llegó a la conclusión en 1976, sobre la base de un examen cuidadoso de las fuentes en su libro Poder soviético: La revolución bolchevique de 1917, que los objetivos de los bolcheviques gozaban de un amplio apoyo de la población en octubre de 1917. Por el contrario, todos los demás partidos habían perdido en gran medida su credibilidad.

Uno busca en vano un análisis tan bien investigado hoy. Incluso las falsificaciones más grotescas son aceptadas en los foros académicos y los medios de comunicación de renombre, sin ninguna objeción.

Típico de esta tendencia es el artículo “La utopía del asesinato masivo”, que apareció en el Frankfurter Rundschau en el aniversario de la revolución. El autor, Arno Widmann, que fue uno de los cofundadores del periódico TAZ alineado con el Partido Verde en 1979, se esforzó por contener su odio hacia la Revolución de Octubre.

“El socialismo”, escribió, “nunca existió en ningún momento. En ninguna parte de la vasta Rusia. Desde el principio, los bolcheviques no practicaron nada más que el deseo de poder y el odio hacia la democracia”. La Revolución de Octubre, continuó Widmann, “no fue el despertar de un mundo más libre. Fue, desde el principio y en casi todas sus fases, un crimen contra la humanidad”.

Continúa en la misma línea: “En ningún momento fue la Unión Soviética un intento de construir una alternativa más humana al imperialismo y la guerra. Significó el imperialismo y la guerra”. Además, “la mayor catástrofe geopolítica del siglo no fue el colapso de la Unión Soviética, sino su fundación”. Widmann concluyó con la proclamación: “No se puede permitir que vuelva a ocurrir bajo ninguna circunstancia”.

Otro ejemplo es el ahora compositor Wolf Biermann, de 80 años, hijo de un trabajador comunista judío que fue asesinado en Auschwitz. Biermann, que se trasladó voluntariamente a la República Democrática Alemana (RDA) a la edad de 17 años, entusiasmó a los jóvenes en Alemania Occidental en la década de 1960 con sus canciones rebeldes. Pero después de su deportación forzada por el régimen de la RDA, se convirtió en un anticomunista amargado, cuyo mordaz cinismo ahora solo da asco.

Esto no ha impedido que los medios tradicionales le brinden una plataforma. En el aniversario de la Revolución de Octubre, Biermann pronunció el comentario en el “Heute Journal”, el principal noticiario del canal de televisión ZDF, y el Museo Histórico Alemán lo invitó a participar en un panel de discusión ese mismo día.

Allí, Biermann denunció el comunismo como “prueba animal en seres humanos vivos” y declaró que la idea básica de Marx era “la solución final de la cuestión social”. Esta comparación del conceptó nazi sobre el Holocausto con la perspectiva del socialismo no evocó ni una sola protesta del público. Biermann afirmó que el intento de “hacer cumplir el paraíso comunista en la tierra, sin explotación y opresión” puede conducir “solo al peor infierno de represión”. Cualquiera que prometa la “solución final” de todos los conflictos sociales es en realidad un “enemigo de la humanidad”.

Se podrían citar docenas de ejemplos adicionales de tales brutas falsificaciones históricas. Entre los representantes académicos más importantes de esta tendencia está Jörg Baberowski. Este profesor de historia de Europa del Este de la Universidad Humboldt publica regularmente sus puntos de vista sobre la Revolución Rusa en la radio y la televisión, en los periódicos, y a través del Centro Federal de Educación Política (BPB), que está controlado por el Ministerio del Interior.

Baberowski describió la revolución de 1917 como “una revuelta de gente amargada embrutecida por la guerra, que literalmente expulsó el espíritu de la civilización europea, así como del viejo orden, del país”. Los bolcheviques, afirmó, no fueron victoriosos “porque ofrecieran el programa político más atractivo, sino porque eran mejores perpetradores de la violencia que sus oponentes”.

Baberowski encarna la conexión entre la denuncia de la Revolución de Octubre y una agenda política de extrema derecha. El profesor de la Universidad Humboldt, que regularmente publica comentarios de derechas sobre refugiados y otras cuestiones políticas, puede describirse, según un fallo judicial, como un “extremista de derechas”. En su disciplina académica, se basa en Ernst Nolte, quien minimizó los crímenes de los nazis refiriéndose a los “crímenes del bolchevismo”. Por su parte, Baberowski describió a Hitler como “no despiadado” porque supuestamente “no quería que la gente hablara sobre el exterminio de los judíos en su mesa”.

Hace un año, Baberowski dio una conferencia en la Universidad Humboldt sobre la Revolución Rusa dedicada al jurista Carl Schmitt, quien teóricamente preparó, justificó, apoyó y defendió al régimen nazi, y nunca expresó pesar por esto antes de su muerte en 1985.

Basándose en las concepciones teóricas de Schmitt, Baberowski acusó al Zar y al gobierno provisional burgués de no ser lo suficientemente implacables en la represión de los levantamientos obreros y campesinos en 1917, y al no establecer una “dictadura tirana”.

“Habría necesitado medidas muy decisivas, que no podrían haberse detenido antes del derramamiento de sangre, el arresto del comité ejecutivo de los diputados de los trabajadores y de los soldados y, en caso de que se intentara resistencia, la proclamación del estado de sitio”, Baberowski citó estas palabras de un miembro del gobierno provisional.

Baberowski, por lo tanto, extrae de la Revolución de Octubre la lección de que es necesario impedir los disturbios sociales y los esfuerzos revolucionarios reprimiéndolos violentamente y estableciendo una dictadura tirana. Esta es la clave para entender por qué, cuando se trata de mentir y falsificar la historia de la Revolución de Octubre, el principio que se aplica es el “todo vale”. Si el problema era simplemente un hecho histórico que ocurrió hace cien años, las amargas denuncias de esto serían difíciles de explicar.

La Revolución de Octubre no fue simplemente un episodio en la historia rusa. Abrió la época de la revolución socialista mundial. Fue el resultado de la profunda crisis del capitalismo global, que encontró su expresión más inmediata en el estallido de la Primera Guerra Mundial. La guerra condujo a la muerte de millones de jóvenes, que fueron masacrados sin sentido en el campo de batalla, y destruyó cualquier ilusión en una mejora gradual y reformista de la sociedad.

Aunque la Unión Soviética, el Estado obrero creado por la revolución, permaneció aislado, degenerado y finalmente fue disuelto por la burocracia estalinista contrarrevolucionaria en 1991, la crisis capitalista global se ha intensificado. Miles de millones de personas viven en una pobreza amarga, mientras que una pequeña minoría disfruta de riquezas inauditas. Al frente del estado capitalista más poderoso del mundo se encuentra un hombre que ha amenazado abiertamente a Corea del Norte, China y Rusia con armas nucleares. Las libertades democráticas están siendo destrozadas en todas partes, para ser reemplazadas por censura, vigilancia y formas autoritarias de gobierno.

Bajo estas condiciones, el interés por la Revolución de Octubre está creciendo, una revolución que demostró por primera vez que una alternativa al capitalismo no es un sueño utópico sino una posibilidad real, que puede realizarse a través de la lucha política consciente de la clase obrera. Las denuncias indignadas están dirigidas contra este despertar político y son parte de los preparativos para reprimir violentamente a los movimientos de izquierdas y socialistas.

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