La huelga de 30.000 maestros de West Virginia está llegando a su séptimo día y necesita el urgente y activo apoyo de toda la clase trabajadora. Las cuestiones contra las que lucha el magisterio son universales: los recortes salariales, el deterioro de la infraestructura social, el ataque contra la educación pública, el ensanchamiento de la desigualdad social y el aumento en los gastos de salud.
El rechazo de los maestros al acuerdo alcanzado tras bastidores entre los sindicatos y el multimillonario gobernador del estado, Jim Justice, representa un golpe para la Federación Estadounidense de Maestros (AFT, por sus siglas en inglés), la Asociación Nacional de Educación (NEA, por sus siglas en inglés) y sus afiliados estatales. Desde el principio de la lucha, los sindicatos han buscado suprimir, limitar y redirigir la oposición detrás del Partido Demócrata y sus apelaciones inútiles a los legisladores estatales. Estas maniobras culminaron en un acuerdo con Justice, quien no cumplió ninguna de las demandas básicas de los maestros, y en una orden de regresar al trabajo.
El miércoles, los maestros organizaron reuniones espontáneamente en el capitolio estatal y decidieron rechazar las demandas de que concluyeran su lucha. Las votaciones en un condado tras otro, realizadas en cada distrito escolar, dieron el mismo resultado: la huelga continuará y las escuelas permanecerán cerradas.
La demanda central de los maestros es un financiamiento pleno de la Agencia de Seguros para los Empleados Estatales (PEIA, por sus siglas en inglés), la cual administra los seguros médicos de los maestros y los otros empleados públicos. El esfuerzo para trasladar una mayor proporción de los costos de salud a los trabajadores es parte de una política nacional, apoyada tanto por los demócratas como por los republicanos. Existe un esfuerzo deliberado para reducir la esperanza de vida de la clase trabajadora por medio restricciones a su acceso a la salud. Esa campaña asume una forma particularmente catastrófica en los Apalaches, un epicentro de la crisis social, impulsada por la epidemia de opiáceos.
Los maestros están bajo una presión inmensa. La burocracia sindical está recurriendo a amenazas de multas y órdenes judiciales del estado, junto con maniobras legislativas, para obligar una finalización de la huelga. Sea cual fuere el resultado inmediato de ésta, marca el comienzo de un resurgimiento de la lucha de clases en Estados Unidos.
Los acontecimientos en West Virginia coinciden con muchas otras señales de militancia obrera en Estados Unidos. Otros maestros están llamando a salir en huelga en Arizona, Oklahoma, Dallas, Pittsburgh y Minneapolis, junto con los conductores de buses en Oklahoma. El lunes, se votará una autorización de huelga entre los trabajadores de las cafeterías, los choferes y los conserjes escolares en Los Ángeles. Cientos de trabajadores de la empresa de telecomunicaciones Frontier podrían entrar en huelga después de que expire su contrato el sábado. Los trabajadores automotrices están exigiendo la anulación de sus contratos, los cuales fueron impuestos por funcionarios sindicales que estaban recibiendo sobornos de los ejecutivos corporativos.
Más allá de las fronteras de EUA, este año ha sido testigo de paros de los trabajadores metalúrgicos en Alemania y Turquía, trabajadores de aerolíneas en Francia y de profesores universitarios en Reino Unido. En la República Checa, los trabajadores automotrices de Skoda están amenazando con salir en huelga. Los trabajadores en Irán, Túnez, Marruecos, Grecia y otros países han efectuado protestas multitudinarias.
El surgimiento de la lucha de clases plantea cuestiones políticas elementales. En primer lugar, refuta la afirmación avanzada por el Partido Demócrata y las organizaciones de clase media que lo orbitan de que las divisiones fundamentales de la sociedad son entre razas y géneros.
Los trabajadores de los Apalaches, calificados por los demócratas como parte de “la canasta de los deplorables” y calumniados como racistas y reaccionarios, están luchando por cuestiones de clase que trascienden todas las otras divisiones. Algo nada sorprendente, la huelga ha sido virtualmente ignorada por las organizaciones de la pseudoizquierda, las cuales cargan con una hostilidad visceral hacia las luchas colectivas de los trabajadores, ya que contradicen su marco político definido por las raza, género y sexualidad.
En segundo lugar, el crecimiento de la resistencia enfrenta directamente a los trabajadores con el aparato sindical, que por décadas se ha dedicado a suprimir cualquier oposición a la explotación.
Tan solo un día antes de que comenzara la revuelta de los docentes en West Virginia, un abogado de la Federación Estadounidense de Empleados Estatales, de Condado y Municipales (AFSCME, por sus siglas en inglés) expresó de forma explícita el principio consagrado en las operaciones de los sindicatos. En los argumentos orales ante la Corte Suprema de EUA, respecto al caso Janus vs. AFSCME, el representante sindical, David Frederick, declaró que “la seguridad a los sindicatos es la compensación por no tener huelgas”. En otras palabras, sin los mecanismos financieros para garantizar la estabilidad de los sindicatos, dijo, “despertarían a un espectro inefable de inestabilidad laboral por todo el país”.
Lejos de ser “organizaciones obreras”, los sindicatos son mecanismos claves para la supresión de la lucha de clases. Un movimiento para defender los intereses de los trabajadores requiere la formación de nuevas organizaciones: comités de las bases obreras en las fábricas, los lugares de trabajo y comunidades, controladas y dirigidas democráticamente por los mismos trabajadores.
En tercer lugar, cada lucha por separado suscita la imperativa de extender la base de apoyo e involucrar a sectores más amplios de la clase trabajadora. En West Virginia, la amenaza de multas y órdenes judiciales tiene que ser enfrentada a través de la movilización de los mineros del carbón, los trabajadores estatales, industriales, sanitarios, los estudiantes y la juventud. La necesidad de combatir a la clase gobernante y sus agencias plantea inexorablemente la demanda de una huelga general.
En cuarto lugar, las luchas de los trabajadores los enfrentan directamente tanto con la patronal como con el Partido Demócrata y el Partido Republicano y su aparato estatal en su conjunto, que son los instrumentos políticos de la clase gobernante capitalista. Dicho conflicto exhibe una forma inmediata en West Virginia, donde los salarios y los beneficios de los trabajadores no son determinados por negociaciones colectivas, sino por acciones legislativas.
Las luchas de todos los sectores de la clase obrera plantean la misma interrogante básica: ¿Quién gobernará? ¿Cuáles intereses determinarán las políticas sociales y económicas? ¿Aquellos de la élite corporativa y financiera que controla a los dos partidos corporativos o los del grueso de la población, los trabajadores que producen toda la riqueza de la sociedad, pero están sujetos en todas partes a la explotación y la opresión? La lógica de toda lucha de clases conlleva intrínsecamente la necesidad de la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora y el derrocamiento del sistema de lucro capitalista.
En una declaración el año pasado, intitulada, “Un golpe palaciego o la lucha de clases”, el World Socialist Web Site notó que, a la par de los enconados conflictos dentro de la élite gobernante capitalista, enfocados en cuestiones de política exterior, “está en desarrollo un tercer conflicto que es totalmente diferente a los otros dos —aquel entre la clase gobernante y la clase obrera, la amplia masa de la población que sufre de malestares sociales y se encuentra complemente excluida de la vida política—”.
Este conflicto está reemergiendo a la superficie y este resurgimiento de la lucha de clases en Estados Unidos, el centro del capitalismo mundial y el imperialismo, volcará toda la política internacional. Afectará todos los cálculos y planes de la élite dominante capitalista. Debilitará profundamente la influencia del chauvinismo nacionalista y esparcirá un sentido de solidaridad internacional de clase. Establecerá un nuevo polo de atracción para las masas obreras en busca de una forma para luchar contra la desigualdad, la opresión, las guerras imperialistas y el autoritarismo.
Pese a los esfuerzos de los censores del Gobierno y las corporaciones, el World Socialist Web Site ha ganado una audiencia de masas entre los trabajadores de West Virginia. Nuestro llamado a rechazar un acuerdo entreguista ha alcanzado a miles de maestros en todo el estado. La tarea del Partido Socialista por la Igualdad y de los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social es expandir el apoyo por los maestros, desarrollar la conciencia de clase de los trabajadores en huelga, esclarecer las cuestiones políticas planteadas por su lucha y explicar la conexión entre el paro y la lucha contra el capitalismo y por el socialismo, no solo en Estados Unidos, pero en todo el mundo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de marzo de 2018)