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El New York Times encara a las “plagas” de los medios sociales

Desde fines del 2016, el New York Times, mano con mano con las agencias de espionaje estadounidenses y del Partido Demócrata, se aboca a la campaña de censura del Internet supuestamente para combatir las “noticias fraudulentas” y la “propaganda rusa”.

Para el Times esa campaña es a la vez política y de lucro. Portavoz de una élite de poder que está conciente del creciente repudio social y a la expectativa de mucho peor, el Times fomenta la censura para negarle a la clase obrera la posibilidad de organizarse independientemente del ambiente político oficial.

Es más, el Times, vehículo de la propaganda estatal, predigerida y fastidiosa, pretended recobrar la porción del mercado que han conquistado los periódicos en línea que genuinamente se dedican al periodismo investigativo y rechazan todas las mentiras del gobierno y de la prensa estadounidense.

En estos meses la campaña del Times adquiere características nuevas y más dañinas. Abandonando el pretexto de “interferencia rusa”, el Times ahora lanza flechazos directos contra su blanco principal: la libre expresión de ideas y el acceso popular a sitios noticieros de oposición en el Internet, especialmente los medios sociales.

Uno de los cañonazos más recientes del Times contra la libertad de expresión es un artículo escrito por Farhad Manjoo, comentarista de tecnología, intitulado “Durante dos meses accedí a las noticias a través de periódicos impresos; esto es lo que aprendí” (For Two Months, I Got My News From Print Newspapers. Here's What I Learned.) Este cometario, supuestamente un ensayo autobiográfico del periodista que deja de lado los medios sociales y solamente obtiene sus noticias de periódicos impresos no es más que una sarta de embustes.

Según el periódico Columbia Journalism Review, durante el tiempo en que supuestamente se había desconectado de los medios sociales, Manjoo comentaba a diario en Twitter: “Manjoo estuvo envuelto todos los días en Twitter, enviando cientos de mensajes, quizás más de mil”, durante los dos meses después de desconectarse dizque repentinamente.

Que Manjoo se haya atrevido a falsificar su participación en los medios sociales, no es lo más gravem; aunque sí revela algo fundamental de la noción periodística del Times; sus escritores creen que pueden, con impunidad, decir todo lo que se les viene a la cabeza siempre y cuando se sometan a las órdenes de los grupos de poder y de las agencias de espionaje, cuyos intereses determinan que es lo que se puede decir en la prensa de Estados Unidos.

La falta de honestidad del comentarista, sobre sus actividades, contextualiza un artículo que no es más que un largo repudio hacia todos los lectores que sientan la necesidad de obtener noticias que no sean manipuladas por los testaferros de la CIA en el New York Times. Por lo tanto, Manjoo bendice incondicionalemente las declaraciones de su propio diario y castiga a esa “manada” de “ignorantes”, cuyas opiniones deben ser suprimidas.

Durante su supuesta peregrinación en el desierto de la prensa impresa, Manjoo nos informa que aprendió la importancia de que “profesionales” lo amamanten con las noticias, sin preocuparse de la veracidad de éstas.

Dice así: “Se necesitan profesionales para pacientemente analizar y contextualizar lo que pasó... Esa fue la bendición sorprendente del periódico. Las noticias me llegaban un día más tarde; a la misma vez, durante esa demora entre lo que pasó y cuando las noticias se hacen presentes en mi puerta de entrada, cientos de profesionales han laborado arduamente para que yo no tenga que hacerlo”.

Añade: “Sólo me tocaba a mí era la experiencia, simple, desconectada y ritual, de leer las noticias, libre de la carga cognitiva de dudar si lo que estaba leyendo era una patraña, o no”.

Nos imaginamos que supuestamente el lector siente un gran alivio. ¡Que suave el honor de no tener que pensar por uno mismo! Nos enteramos que al postrar éste sus capacidades críticas, mejora la salud y bienestar del autor. No sólo se le va la “ansiedad”, también le queda tiempo para “aprender cerámica” y ser un “mejor padre y esposo”. ¡Cuánto más maravilloso hubiera sido todo esto si no hubiese el autor inventado el cuento de su ausencia de los medios sociales!

Dejando de lado que Manjoo rechace todo análisis crítico, su cometario se centra en un repudio rabioso de la gente común y corriente; es una “manada”, una “muchedumbre” con el poder, que le dan los medios sociales, de expresar sus pútridas opiniones.

“Hay que evitar los medios sociales”, dice él. “La tecnología crea una cueva de ecos, amplificando la mala información y la polarización, creando las condiciones sociales para la propaganda”.

Las declaraciones de esas “hordas” cibernéticas, en verdad “no son noticias; son un sin fin de comentarios, que más que nada distorsionan lo que se entiende del mundo, en vez de alumbrarlo”. Sigue Manjoo: “En las redes sociales, además de publicar historias, personas presentan su evaluación de esas historias. Muchas veces citan partes claves de alguna historia, a manera de hacer valer sus puntos de vista”.

¡Qué horror que personas hagan valer “su punto de vista!” En vez obligar a consumir las noticias manoseadas por el Times, con todas sus tremendas mentiras (“armas de destrucción en masa”) junto con mentiras más pequeñas (que su comentarista de tecnología se separó de Twitter durante dos meses), los medios sociales permiten a sus usuarios examinar las historias que leen. O sea que, el Internet habilita al público a evitar el monopolio de falsificadores “profesionales” y “celadores” como Manjoo, Judith Miller, Thomas Friedman y sus compinches.

La esperanza de Manjoo es que el “gobierno” y “Facebook” pronto “arreglen” este problema. La clara expectativa es que tras ese “arreglo” de los medios sociales, las “manadas”, “muchedumbres” y “hordas” ya no podrán contaminar el ciberespacio y cuestionar las declaraciones que aparezcan en el New York Times. Serían ridículos los soberbios dogmatismos de Manjoo, un moderno Polónio de Hamlet (si éste hubiera sido un embustero) si no fueran tan amenazantes. Anticipando a una creciente marea de luchas sociales, la élite de poder prepara enormes medidas de censura. Después de hacer más difícil y reducir el tránsito de lectores hacia los sitios mediáticos izquierdistas del Internet, los gigantes de la tecnología y las agencias de espionaje están por dar el siguiente paso: la censura de todas las expresiones de repudio social en los medios sociales, especialmente las que vienen de la clase obrera.

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