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Las memorias de Comey encienden una nueva ronda en la campaña de Trump contra Rusia

Extractos de unas nuevas memorias del ex director del FBI James Comey, filtrados a la prensa el jueves, han encendido una nueva ronda de ataques y contraataques en el conflicto en curso dentro del establishment político estadounidense. Tras el ataque del lunes por el FBI contra el abogado personal de Trump Michael Cohen, la facción anti Trump de la clase dominante y el Estado está usando el libro de Comey para intensificar una campaña de meses que parece cada vez más destinada a eliminar a Trump del cargo.

Las fuerzas anti-Trump dentro del establishment se están enfocando cada vez más en acusaciones sexuales sensacionalistas, y las respuestas de Trump están adquiriendo un carácter cada vez más histérico, exponiendo el carácter depravado y antidemocrático de la política burguesa estadounidense. En una serie de tuits publicados el viernes, Trump denunció a Comey, a quien despidió en mayo pasado, como un mentiroso y “bola de lodo”.

El libro en sí no se dará a conocer al público hasta el martes, por lo que los extractos filtrados representan una agresiva campaña de mercadeo que impulsará las ventas e inyectará millones en los bolsillos de Comey. Esto se combina con una serie de apariciones en televisión, incluida una entrevista de una hora de duración con George Stephanopoulos de ABC programada para su transmisión el domingo por la noche.

Sustancialmente, las memorias de Comey aparentemente no contienen revelaciones significativas sobre Trump o sus principales ayudantes y sus conexiones con Rusia o la presunta interferencia de Rusia en las elecciones de 2016. Hay muchos detalles sobre las apelaciones de Trump a la lealtad del entonces director del FBI. Pero Comey reconoce que, aunque ofensivo y posiblemente no ético, los esfuerzos de Trump para interceder ante el FBI en nombre de sus compinches más cercanos, como el asesor de Seguridad Nacional despedido Michael Flynn, pueden no haber sido ilegales.

Eso no ha impedido que los medios de información recojan las secciones más sangrientas y degradantes del libro y las promocionen. Por su parte, los medios pro-Trump y los publicistas del Partido Republicano han lanzado una campaña para difamar a “Comey el mentiroso”, citando frecuentemente críticas demócratas de Comey por sus acciones anteriores durante la campaña de 2016 en relación con la investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton.

El foco principal de la cobertura de la prensa es la afirmación de Comey de que Trump se acercó a él en enero de 2017, en una reunión de la que se había informado previamente en la Trump Tower, y le pidió que iniciara una investigación del FBI para desacreditar el llamado expediente Steele, que incluye material no verificado sobre las actividades de Trump en Rusia recopiladas por un ex espía británico que trabajaba como contratista para el Comité Nacional Demócrata.

Según Comey, Trump estaba muy preocupado por la afirmación de que mientras estuvo en Moscú en un viaje de negocios en 2013, había contratado prostitutas para que se orinaran en la misma habitación de hotel utilizada por el presidente Barack Obama “como una forma de ensuciar la cama”. Le pidió a Comey que el FBI desmienta esta afirmación, que dijo que era muy dolorosa para su esposa Melania.

Este es, presumiblemente, el punto bajo del libro de 304 páginas, y la primera vez que una fuente privilegiada de Washington se ha revolcado en tal material degradante con tanto detalle. Las reseñas del libro basadas en copias anticipadas sugieren que Comey vuelve al tema varias veces, relacionando al menos cuatro solicitudes separadas de Trump para refutar el expediente de Steele sobre este punto.

Los informes de prensa también han citado la comparación de Comey de la atmósfera de mentiras y halagos que rodea a Trump en la Casa Blanca con la de un clan de la Mafia. Comey, o un negro, describe sentir “recuerdos de mi anterior carrera como fiscal contra la mafia”.

Que Trump y su círculo interno se parezcan a un jefe corrupto de la mafia y sus cortesanos no es ninguna sorpresa. Trump estuvo sumido en el gangsterismo y la corrupción en el transcurso de sus muchas décadas en el mercado inmobiliario de Nueva York, los juegos de casino, programas de “telerrealidad” y sus muchas intersecciones con los políticos capitalistas de los partidos demócrata y republicano.

Hay una gran animadversión personal hacia Trump en los extractos del libro hecho público en los medios, que van desde lo trivial —el tamaño de las manos de Trump, las marcas en su rostro y su peinado— hasta las caracterizaciones del presidente como el mentiroso en jefe, el jefe intimidante y, ocasionalmente, el suplicante sórdido. Todo esto parece estar bien calculado para satisfacer las demandas del mercado de una diatriba anti-Trump, donde Comey puede esperar una recompensa monetaria significativa.

Más allá de los motivos pecuniarios inmediatos y la autojustificación, el libro de Comey tiene la intención de convertirse en un arma más en la campaña para desestabilizar la administración Trump llevada a cabo por secciones del aparato de inteligencia militar y el Partido Demócrata. La fuerza impulsora de esta campaña es un profundo conflicto sobre la política exterior, particularmente en relación con la política de los EUA hacia Rusia, tanto en Medio Oriente como en términos más amplios.

El momento de la publicación del libro es notable desde varios puntos de vista. Se produce durante una semana de intensificación de la crisis sobre Siria, con Trump amenazando con inminentes acciones militares contra el gobierno de Bashar al Assad que podrían llevar a un conflicto directo con los principales aliados de Assad —Irán y Rusia.

También es sorprendente que Comey haya emitido este volumen mientras la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre supuesta interferencia rusa en las elecciones estadounidenses y la posible colusión con la campaña electoral de Trump se encuentra en un punto crítico, tras la redada a Cohen, que se basó en una referencia de Mueller al fiscal de los Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York.

Comey es un fiscal con experiencia que dirigió el FBI durante cinco años. Él entiende bien el impacto potencial de tal libro. Su despido por Trump provocó el nombramiento de Mueller como fiscal especial del Departamento de Justicia y su despido es uno de los acontecimientos presentados en los medios como “obstrucción a la justicia”, una infracción potencialmente imputable. En esas circunstancias, hacer que una figura importante en la investigación escriba un relato en primera persona de estos sucesos, en medio de la atención masiva de los medios, podría considerarse un esfuerzo por perjudicar a los futuros jurados y la opinión pública en general.

El libro en sí, así como la campaña de publicidad que lo rodea, parece diseñado para producir una explosión subjetiva de parte de Trump en la que podría hacer una admisión perjudicial. Así, Comey apareció el jueves en “Good Morning America” de ABC News para dar un vistazo anticipado a su entrevista de una hora de duración el domingo por la noche, y el segmento lo mostró declarando que era “posible” que existiera una “filmación del pis” de Trump con las prostitutas de Moscú. Los tuits aparentemente desquiciados de Trump se produjeron solo minutos después de la aparición de Comey.

También el viernes, en una medida claramente dirigida contra la investigación de Mueller, Trump indultó a Lewis “Scooter” Libby, el ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney. Libby fue condenado en 2007 por mentir a un gran jurado y obstruir la justicia y condenado a una multa de $250.000 y 30 meses de prisión. George W. Bush conmutó la pena de prisión de Libby antes de dejar el cargo, pero rechazó las repetidas apelaciones de Cheney para perdonar al ex asistente del vicepresidente.

Libby fue acusado, juzgado y condenado por la filtración de la identidad de una agente encubierta de la CIA, Valerie Plame, en julio de 2003. El esposo de Plame, Joseph Wilson, un ex embajador de Estados Unidos en África, publicó una columna en el New York Times ese mes desacreditando la afirmación de Bush de que Saddam Hussein había comprado torta amarilla de uranio en Níger.

Poco después, el columnista sindicado Robert Novak publicó un comentario sobre Plame como agente de la CIA, una violación de la información clasificada. Comey, entonces el fiscal general adjunto, nombró un fiscal especial para investigar el caso, lo que llevó a la acusación y condena de Libby por perjurio y obstrucción.

El perdón de Trump a Libby es una señal tanto para Mueller como para los destinatarios de su investigación de que el presidente está dispuesto a perdonar a los que se niegan a cooperar o dar información falsa a los fiscales. Eso podría incluir antiguos asesores principales como el asesor de Seguridad Nacional despedido Michael Flynn, quien se declaró culpable de un cargo de perjurio en un acuerdo con Mueller, y Paul Manafort, ex gerente de campaña de Trump, quien está enfrentando cargos criminales interpuestos por Mueller.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de abril de 2018)

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