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Líder del Partido de los Trabajadores de Brasil encubre amenazas ultraderechistas a próximo Gobierno

Con las elecciones generales de Brasil del 7 de octubre a menos de una semana, la vida política del país ha estado dominada por las crecientes amenazas a las instituciones democráticas por parte de los militares y funcionarios asociados con la campaña presidencial del fascistizante capitán de reserva del ejército y siete veces representante federal de Río de Janeiro, Jair Bolsonaro.

Con Bolsonaro liderando las encuestas, las facciones burguesas oficiales "democráticas" se están moviendo bruscamente hacia la derecha.

La última acción por parte de la extrema derecha en esta campaña plagada de crisis fue una entrevista dada por Bolsonaro al comentarista de derecha, José Luiz Datena, del canal de televisión Bandeirantes, declarando que "en base a lo que ve en las calles", no podría aceptar una derrota electoral a manos del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad.

Bolsonaro dio la entrevista desde una unidad de cuidados semiintensivos en uno de los hospitales preferidos de la elite adinerada de São Paulo, donde pasó 20 días recuperándose de una herida de cuchillo casi letal infligida por un individuo profundamente perturbado durante un mitin de campaña.

Con un 28 por ciento, Bolsonaro lidera las últimas encuestas, pero Haddad le sigue cada vez más de cerca y ahora obtiene un 22 por ciento, en gran parte debido a la llamada "transferencia de votos" del expresidente del PT, Luiz Inácio Lula da Silva. Lula había liderado las encuestas durante casi un año. Encarcelado por corrupción, el 11 de septiembre, después de una batalla legal de ocho meses, Lula finalmente pasó su candidatura a Haddad.

Empatados en tercer lugar con alrededor del 10 por ciento están Ciro Gomes, el candidato del partido burgués actual más antiguo de Brasil, el Partido Democrático Laborista (PDT), y el exgobernador del estado de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el antiguo partido dominante de la derecha del país. La última encuesta de Datafolha del 28 de septiembre vio a cada contendiente aumentar su ventaja por encima de Bolsonaro en una probable segunda vuelta electoral.

Las últimas siniestras amenazas de la extrema derecha vienen después de repetidas declaraciones de oficiales militares de alto rango, especialmente el comandante del ejército brasileño, el general Eduardo Villas Bôas, y reiteradas por comentaristas de derecha, en las que cuestionó la legitimidad de las elecciones. Ellos han señalado como "interferencia extranjera" a un panel de la ONU que expresó su preocupación por el trato de Lula, un posible fallo de la Corte Suprema para que se libere al expresidente del PT como apelación y el impacto del atentado contra la vida de Bolsonaro, quien podría reclamar que se le negó el derecho a hacer campaña por el ataque.

Las declaraciones de Villas Bôas han envalentonado al candidato a la vicepresidencia de Bolsonaro, el general Hamilton Mourão, a declarar la legitimidad de un autogolpe presidencial—convocar al ejército— frente a la amplia oposición a la que Bolsonaro enfrentaría inevitablemente si es elegido.

El propio Bolsonaro llegó a declarar que la Corte Electoral puede manipular el sistema de votación electrónica de Brasil a favor del PT, y que esta sería la "única" explicación posible de su derrota en las urnas.

Lo que se está volviendo cada vez más claro es que la extrema derecha aplicará la presión máxima para garantizar que el próximo gobierno, sea dirigido por Bolsonaro o por Haddad, se convierta en el más derechista desde la caída en 1985 de la dictadura militar respaldada por EUA que duró 21 años.

En un contexto tan amenazante, el PT deja cada vez más claro que desempeñará el papel principal para encubrir esta amenaza desde la extrema derecha, gane las elecciones o no.

La campaña de extrema derecha ha llevado al PT a despachar a su excanciller y exministro de defensa, Celso Amorim, a una ronda de entrevistas con la prensa supuestamente “izquierdista” en Brasil: la edición local del diario español El País y portavoces del PT como Carta Capital y Brasil247, en las que dio garantías de que la manada de generales detrás de Bolsonaro y el comandante del ejército general, Villas Bôas, no representan "la visión de las Fuerzas Armadas".

Amorim hizo este tour mediático a raíz de la conferencia organizadas por el PT de "Amenazas a la democracia y el mundo multipolar" en São Paulo, que tuvo como uno de sus principales oradores a Dominique de Villepin, el ex primer ministro francés de derecha que presidió importantes "reformas" antiobreras responsables del crecimiento sin precedentes de la extrema derecha en Francia.

El apoyo de funcionarios y portavoces imperialistas, como el New York Times, Le Monde, el Financial Times y The Economist, ha sido un apoyo central de los llamamientos del PT a la elite gobernante brasileña, asimismo Lula recibió cartas de apoyo y visitas a la cárcel de belicistas como como François Hollande y Martin Schultz.

En su primera entrevista en su tour mediático patrocinado por el PT, Celso Amorim le dijo a Carta Capital que Bolsonaro y el general Mourão son "una minoría" dentro del ejército. Señaló a los trabajadores desesperados dispuestos a votar por la postura nacionalista y populista de Bolsonoaro como la mayor amenaza para la democracia.

A El País, al día siguiente, Amorim elogió al general Joaquim Silva e Luna, el primer militar que ejerce como ministro de defensa en Brasil desde que los ministerios del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea se unificaron para aumentar el control civil sobre el ejército. Amorim indicó que “fue constructivo" durante el proceso de la Comisión de la Verdad del Congreso sobre la dictadura de 1964-1985. Durante este proceso, los militares insistieron en que no se permitiría el enjuiciamiento de sus asesinos y torturadores y amenazaron abiertamente con amotinarse si se intentaba hacerlos responsables.

En la misma entrevista, descartó las amenazas de Villas Bôas a la Corte Suprema en vísperas de su decisión del 3 de abril sobre la petición de Habeas Corpus de Lula. Dijo que el ejército estaba "atento a sus misiones" y "compartía los sentimientos de ciudadanos bien intencionados contra la impunidad [para Lula]". Agregó que no quería "especular sobre lo que quería decir" y que "no puede juzgar sus intenciones", y que "no podía sospechar" de Villas Bôas por lo que conocía de él como ministro de Defensa.

Más tarde, el 28 de septiembre, declaró a Brasil 247 que "los militares aceptarán la victoria de Haddad", confiando una vez más en el "constructivo" general Silva e Luna, del que dijo que "ha subrayado que se respetará el resultado de las elecciones, sea cual fuere".

La gira de prensa de Amorim y su promoción del general Silva e Luna constituyen una maniobra cuidadosamente pensada por el PT para cortejar a los militares y presentar al partido como la fuerza que mejor se adapta a sus intereses. La indicación más clara de esto ha sido la referencia de Amorim, en Carta Capital, a la necesidad de "un preventivo mariscal Lott".

El mariscal Henrique Lott fue responsable de garantizar que el presidente Juscelino Kubitschek ocupara el poder en 1956 luego de la amenaza de un golpe militar y luego de frenar otra amenaza golpista contra el presidente João Goulart en 1961, en la denominada “Campaña de la Legalidad”.

En medio de una creciente amenaza militar y un aumento de la militancia de la clase trabajadora, fue la insistencia del Partido Comunista de que los trabajadores se subordinaran por más de 10 años a fuerzas burguesas "constitucionalistas" como Lott y el Partido Laborista brasileño, al que pertenecía Goulart, lo que demostró ser el factor principal en el éxito final de los militares en el golpe de Estado de 1964, que inició un régimen de 21 años empapado de sangre que silenció letalmente cualquier oposición.

Las referencias a Lott y al ejército "constitucionalista" van de la mano con las declaraciones de los funcionarios del PT de que están siguiendo una "estrategia peronista" de "Haddad como presidente, Lula en el poder". El presidente argentino Juan Domingo Perón, albergado por el régimen franquista fascista en España después de un golpe militar argentino de 1955, regresó a la Argentina después de que el candidato que seleccionó, Héctor Cámpora, ganara las elecciones de 1973. Permitió el regreso de Perón y rápidamente renunció para convocar nuevas elecciones en las que Perón ganaría. Asumiendo el poder entre la creciente insurgencia de la clase obrera, Perón murió en 1974 y su partido viró despiadadamente contra la clase obrera, fundando la asesina Alianza Anticomunista Argentina y purgando los sindicatos antes de ser derrocado por el ejército, dejando a la clase obrera indefensa ante el golpe de 1976.

El desplazamiento hacia la derecha del PT prepara un final no menos sangriento. El primer paso de la clase obrera en prepararse para las futuras confrontaciones inevitables es romper conscientemente con el PT y con toda su alianza burguesa “anti-fascista”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de octubre de 2018)

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