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Hablan las víctimas de los incendios de California

Hasta el martes pasado ya se habían confirmado cuarenta y ocho muertes. Las autoridades llevaban a cabo una investigación sistemática del pueblo de Paradise. Cientos de personas todavía no han sido encontradas. Se teme que esa suma aumente.

Donaciones a sobrevivientes en la ciudad de Chico

El incendio forestal comenzó el jueves 9 de noviembre. En pocas horas había consumido una ciudad de veintiséis mil habitantes. Sin ninguna alerta de emergencia a teléfonos móviles, miles de habitantes de Paradise huían por caminos colmados de automóviles; muchos de ellos no sobrevivieron.

Representantes del World Socialist Web Site (WSWS) viajaron a la zona del incendio el lunes 12 y hablaron con gente evacuada en Orland y Chico, ciudades vecinas. Queda claro que ocurrió ese jueves una horrible tragedia, que ha dejado cicatrices permanentes en los afectados. Muchos de ellos predijeron que crecerá la montaña de cadáveres; “deberían añadir un cero detrás del total actual”, declaró una persona.

Posiblemente nunca se conozca el total de muertos. En estos momentos, hay doscientos informes de personas desaparecidas. Sin embargo, los que no tienen amigos cercanos o familiares, nunca van a aparecer en esos informes. El sheriff del condado de Butte les dijo a los periodistas que en algunos casos “el fuego fue tan intenso”, con temperaturas tan altas, “como para consumir cadáveres por completo”.

Órdenes de evacuación en las afueras de Chico

El incendio ha consumido unas 53 mil hectáreas. Las autoridades anticipan que se lo contendrá a fines de este mes. Al mismo tiempo ocurren los incendios Woolsey y Hill en el sur del estado, con dos personas muertas y 260 mil evacuados en los condados de Ventura y Los Ángeles.

Ninguno de los evacuados recibió suficiente preaviso. Tuvieron que huir para salvar sus vidas y aguantar horas de tráfico paralizado, rodeados por las llamas. Perdieron casi todas sus pertenencias. Todos declaran una intensa solidaridad con los otros pobladores de la región.

En los terrenos de la Feria del condado de Glenn, en Orland, Robert Starling, quien lava platos en un restaurante, nos relató sobre su experiencia escapando el incendio denominado “Camp Fire”, cuando este llegaba a Magalia, un pequeño pueblo de once mil habitantes cuya incineración siguió a la de Paradise. Ese jueves Starling despierta a las 8:45 de la mañana cuando llama un amigo “en pánico, diciéndonos que tenemos que salir, que todo nuestro pueblo está siendo evacuado”. Starling y su compañera sólo pudieron llevarse su gato.

“Pasamos horas en cola”, dijo Starling. “Veíamos cómo el fuego incendiaba todo. Llamé a mi tío, pensando que sería mi última llamada, para decirle cuanto lo quería. Las llamas venían tras nuestro; las podíamos ver; sentí la necesidad de llamarlo y decirle mis últimas palabras”.

Durante las tres horas siguientes, Starling y su compañera manejaron lentamente a Sterling City y luego a Forest Ranch, de donde podían ver a “Paradise y a toda la zona en llamas, cubiertas de humo”. Desde allí “fue una saga de cinco horas llegar a Chico, normalmente un viaje de una hora”. Llegan a East Chico a las once y media de la noche.

Mapa de la devastación de Paradise según porcentaje de estructuras destruidas o dañadas

Luego de una hora son obligados a evacuar otra vez, a Orland. Son otras tres horas de viaje a causa del pesado tráfico.

“Es increíble la velocidad del fuego”, dijo. “Fue apocalíptico, de película. Mi casa se quemó sin estar asegurada. Ahora estoy permanentemente sin techo. No sé si me recuperaré”.

Starling culpó a la ciudad de Paradise por no haber preparado suficientemente a sus habitantes por esta catástrofe. Dijo: “Las autoridades no tuvieron tiempo para avisarnos. Nadie vino a decirnos que el incendio venía; me decepciona mucho que no hayamos tenido un sistema de alarma de fuego. En ese sentido Paradise nos falló”.

Starling hizo saber lo disgustado que está con los políticos estatales y federales, expresando los sentimientos de miles de evacuados y millones de estadounidenses. Siente que desde hace años vienen traicionando a los trabajadores. “Sé de tanta gente que no sale a votar sobre nada desde hace diez años”; añade: “En cuanto a mi persona, el que no haya nadie que represente a la clase obrera me hace no votar”.

Continúa diciendo que “este país es un fracaso. Necesitamos un arreglo total. No sé cómo ocurrirá; quizás se requiere otra revolución. Si es así; no será como los años 1960 y 1970, sino como la anterior revolución americana, que fue mortífera. Estas cosas hacen que la gente se enoje y le da el impulso que se necesita”.

Antonio y Amanda Sánchez, y su hijita, huyeron del incendio que destruyó gran parte de Magalia, y su casa también. Antonio es un trabajador del restaurante de comida rápida Taco Bell. Su esposa recibe beneficios por discapacidad. “Me desperté a las nueve de la mañana y tuvimos que irnos a las nueve y media”, dijo.

El sol de la tarde en Chico, detrás de la nube de cenizas

“Me llamó un amigo de Oroville quien me dijo que nos estaban evacuando”, dijo Amanda. “Hubo cero avisos oficiales para nosotros”, añadió Antonio.

En cuanto a los aspectos políticos de esta tragedia, el WSWS indicó que el año pasado la empresa eléctrica Pacific Gas & Electric había desobedecido las leyes estatales de prevención de incendios en once de los dieciséis casos en que su equipo incendió la vegetación. Antonio reaccionó así: “Necesitan hacerse responsables. Todo eso me enoja. Eso, y el que, cuando se le hace pleito en los tribunales, los usuarios son los que pagan”.

En cuanto al presupuesto militar de 716 mil millones de dólares, dijo: “El dinero está mal encarrilado”.

Los periodistas del WSWS también hablaron con Marion Gorr de la iglesia Neighborhood Church en Chico, uno de los refugios para los evacuados. Marion enseña en la escuela primaria Home Tech de Paradise. Buscaba a sus estudiantes. Sabía que muchos de ellos habían huido.

Habló de las condiciones que encaran los jóvenes de la región, donde el ochenta por ciento de los estudiantes califican para almuerzos gratis o a bajo costo. Cuenta que “les es difícil a muchos de los alumnos ir a la escuela y que la evacuación sería ardua para ellos”.

Como muchas ciudades rurales, Paradise en bastante más pobre que el resto de California. También lo son los pueblos que la rodean en el condado de Butte, que también fueron devastados por el incendio, Magalia por ejemplo. El ingreso anual familiar medio en Paradise, 47 mil quinientos dólares, es ocho mil dólares menos que el de Estados Unidos, veinte mil menos que el de California.

Todavía están en shock las víctimas del incendio, intentando ajustarse a la pérdida repentina de su comunidad entera. Ese shock esconde un creciente sentimiento de saña hacia la indiferencia del gobierno del estado y del gobierno federal a su sufrimiento.

(Artículo publicado originalmente el 14 de noviembre de 2018)

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