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Caravana de migrantes alcanza frontera estadounidense mientras Gobiernos latinoamericanos discuten austeridad y represión

La primera caravana migrante, la cual dejó San Pedro Sula, Honduras, el 12 de octubre, ha comenzado a llegar a la ciudad mexicana de Tijuana, frente a la frontera estadounidense y la ciudad de San Diego. Según el conteo más reciente realizado por el Gobierno de Querétaro, 6.531 migrantes están viajando como parte de esta primera caravana y se espera que puedan reagruparse en los próximos días.

Del lado estadounidense de la frontera, el Gobierno de Trump ha desplegado casi 5.900 soldados en servicio activo, además de los 2.100 efectivos de la Guardia Nacional que han estado en la frontera desde abril bajo el pretexto de detener a otra caravana migrante más pequeña.

Con el Partido Demócrata atrincherado detrás de la ofensiva de Trump contra los inmigrantes y los derechos democráticos, la Casa Blanca ha continuado su construcción de ciudades de carpas para decenas de miles de migrantes, los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) han estado realizando prácticas con helicópteros y armas como parte de los preparativos para arremeter violentamente contra la caravana y Trump ha amenazado con denegar asilo a cualquiera que entre fuera de los puertos de entrada.

Las tropas a lo largo de la frontera, pese a que actualmente colocan alambres de cuchillas y barreras, han recibido órdenes del Comando Norte de EUA para proteger a los agentes fronterizos. Más allá, CNN reportó esta semana que ha habido discusiones entre el Pentágono y el Departamento de Seguridad Nacional sobre la autorización por parte de la Casa Blanca de una participación más directa del ejército en realizar actividades policiales en la frontera, lo que violaría las leyes federales de EUA.

El miércoles por la noche, cientos de miembros de la caravana que llegaron temprano a Tijuana fueron atacados con piedras, patadas y puñetazos por un grupo de matones derechistas que llamaban a la policía a deportarlos. La mayor parte del grupo de migrantes se vio obligado a subirse a buses provistos por la policía para ir a un “refugio temporal”, una oferta que habían rechazado repetidamente en su viaje de 3.800 kilómetros cruzando México por temor a ser enviados a centros de detención.

De hecho, la Policía Mexicana Federal interceptó uno de los buses con migrantes que cruzaba Sonora hacia Tijuana, enviando a 60 migrantes a un centro de detención y se reporta que están siendo preparados para ser deportados. Otro bus chocó con una patrulla el viernes y se volcó, con diez migrantes siendo enviados al hospital.

Leodan Pinera, un padre soltero que viajaba en un bus que llegó a la frontera le dijo a El País: “Esta es la experiencia más dura que he tenido que enfrentar como padre. Nos ha pasado de todo, nos han intentado secuestrar, asaltar, nos hemos enfermado mucho. Espero llegar a un país próspero donde no haya hambre ni tanta miseria y donde mi hija pueda estudiar”.

Los miembros de la caravana están planeando solicitar asilo en el puerto de entrada a EUA; sin embargo, este es un proceso que puede demorar días tan solo para ser visto por oficiales migratorios y los aplicantes son enviados a centros de detención. La vasta mayoría de los que aplican para asilo son rechazados y deportados, pese a que estar escapando la amenaza de violencia generalizada perpetrada por pandillas y las fuerzas estatales.

Otro migrante en el bus con Leodan, Merlín Hernández, de 26 años, expresó sentirse parte de una lucha más amplia por todos los trabajadores inmigrantes: “En esta caravana se definen muchas cosas, si logramos pasar, estoy seguro de que habrá más caravanas en el futuro.”

Después de los enfrentamientos iniciales el miércoles por la noche, un grupo de locales intervino valientemente para defender a los migrantes que quedaban. “Yo soy de Tijuana. Déjenlos que hagan su lucha. Cuando el Gobierno nos chinga, ahí se quedan todos callados, no hacen nada… ellos andan unidos”, le gritó un joven trabajador a la turba enojada. “Ellos están haciendo su lucha contra el pinche Gobierno americano. Ese país está hecho de inmigrantes… Nosotros no somos racistas, ustedes no representan Tijuana y ahora yo estoy con ellos porque están haciendo su lucha”.

Habiendo cruzado México, los migrantes han sido testigo de los problemas comunes que enfrentan a los trabajadores internacionalmente. En la frontera estadounidense, una mujer migrante de Honduras le dijo a CNN que querían cruzar a EUA “porque quedarse aquí sería como quedarme en mi país”, refiriéndose a la violencia y pobreza generalizadas.

Poco antes, el miércoles, el presidente entrante de México, Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) presentó su plan de seguridad que crea una nueva Guardia Nacional castrense y coloca a la Policía Federal bajo el control de la Secretaría de la Defensa Nacional, mientras que busca consagrar el despliegue ilimitado de la Guardia Nacional en la Constitución.

Tanto críticos como simpatizantes han descrito esto como un plan para escalar la guerra ostensiblemente contra los cárteles de drogas que ha dejado más de un cuarto de millón de muertos desde 2006. No solo siguen llegando los niveles de homicidios a récords, sino que se ha documentado que el ejército ha llevado a cabo ejecuciones extrajudiciales con impunidad y se ha vuelto un protagonista en la supresión de protestas de trabajadores y estudiantes.

Al mismo tiempo, un reporte de Doctores Sin Fronteras encontró que 92 por ciento de los migrantes centroamericanos que llegan a EUA han sufrido directamente de algún tipo de violencia en sus países o en su viaje por México, incluyendo abuso sexual a una tercera parte de las mujeres. La organización describe “un patrón de desplazamiento violento, persecución, violencia sexual y repatriaciones forzadas propias de las condiciones en los conflictos armados más letales del mundo hoy”.

Estas condiciones han provocado un verdadero éxodo de cientos de miles cada año del Triángulo Norte de Centroamérica —El Salvador, Guatemala y Honduras—. Más y más migrantes se organizan en caravanas para viajar con mayor seguridad y recibir apoyo en el trayecto. Actualmente, otra caravana de 1.500 migrantes, principalmente de Honduras está cruzando el Estado de México y espera llegar a Tijuana la semana siguiente, mientras que una tercera caravana con 2.000 migrantes de El Salvador ha llegado a la Ciudad de México.

El jueves y viernes, jefes de Estado y empresarios de América Latina, Andorra, España y Portugal se reunieron en la Cumbre Iberoamericana en Antigua, Guatemala, para discutir sobre inversiones regionales y varios temas políticos.

Los principales temas subyacentes durante la conferencia fueron las migraciones masivas de Centroamérica y Venezuela, y la creciente inestabilidad social en toda la región como producto de los niveles exorbitantes de desigualdad. Ningún funcionario fue más allá de realizar vacías apelaciones de “cooperación” y proponer una mayor austeridad e incentivos proempresariales para “estimular crecimiento”.

Por ejemplo, Marta Lucía Ramírez, la vicepresidenta de Colombia, que enfrenta la llegada de aproximadamente un millón de venezolanos que escapan una crisis humanitaria, advirtió acerca del creciente malestar y “anarquía” en toda la región. Sin embargo, al mismo tiempo, explicó la ausencia del presidente Iván Duque alegando que está promoviendo un nuevo proyecto de ley con impuestos de venta, recortes de impuestos para las empresas y “lo más importante, reducciones de gastos”. Duque, más precisamente, estaba supervisando la represión violenta de miles de estudiantes y trabajadores que estaban protestando el jueves contra las medidas de austeridad.

El abordaje de la clase gobernante hacia la desesperada crisis social en el Triángulo Norte no es diferente. En Honduras, el fraude electoral en noviembre fue seguido por manifestaciones de masas por todo el país y una represión brutal que involucró tiroteos contra multitudes y allanamientos de día en las casas de manifestantes, resultando en docenas de protestantes asesinados y cientos arrestados.

La amplia oposición entre trabajadores, campesinos y jóvenes hondureños contra el fraude —y, antes de esto, el golpe militar respaldado por EUA de 2009 que instaló un régimen aún más subordinado a los intereses de Wall Street y el Pentágono— ha sido efectivamente encauzada y suprimida por un conjunto de organizaciones sociales de “izquierda”, incluyendo partidos morenistas, pablistas y neoestalinistas organizados en el Frente Nacional de Resistencia Popular y el Partido Libre. El año pasado, cerraron filas detrás de la candidatura presidencial de Salvador Nasralla, un ex-CEO de Pepsi Honduras, admirador de Pinochet y celebridad televisiva.

Predeciblemente, Nasralla y el líder del Partido Libre, Manuel Zelaya —también el presidente derrocado en 2009, un grande terrateniente y exlíder del Consejo Hondureño de la Empresa Privada— buscaron subordinar la oposición de masas a la brutal represión con sus vacías apelaciones al Departamento de Estado de EUA, su brazo diplomático regional, la Organización de Estados Americanos, y la ONU, mientras aislaron las protestas del amplio apoyo a su lucha contra el régimen golpista por toda América Latina y más allá.

Lejos de ser el producto de una conspiración de los partidos de oposición hondureños, como Tegucigalpa y Washington han argumentado, el más reciente éxodo del país demuestra las consecuencias devastadoras de las traiciones llevadas a cabo por estos partidos, que socavaron la resistencia popular a los continuos ataques sociales del régimen títere de EUA bajo el presidente Juan Orlando Hernández.

En este sentido, mientras resalta los problemas sociales comunes y los lazos económicos compartidos entre trabajadores por toda América Central, México, Estados Unidos e internacionalmente, la caravana también demuestra que los trabajadores necesitan luchar por una solución independiente, socialista e internacional a la crisis del capitalismo global, en oposición al imperialismo y todas las facciones de las élites gobernantes, que en última instancia están gobernadas por el imperialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de noviembre de 2018)

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