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Huelgas y manifestaciones sacuden Francia

Una creciente ola de huelgas y manifestaciones estudiantiles, coincidiendo con el movimiento de los "Chalecos amarillos", está sacudiendo al Gobierno francés de Emmanuel Macron.

Mientras los Chalecos amarillos se manifestaron ayer en Francia y Bélgica, miles de estudiantes de clase secundaria en Francia bloquearon edificios escolares. En los últimos días, varias huelgas han afectado a hospitales, ferrocarriles y la industria petrolera y nuclear. En el período previo a un segundo sábado de protestas en los Campos Elíseos de hoy, las movilizaciones se están intensificando, y el pánico del Gobierno se ha puesto de manifiesto cada vez más abiertamente.

En Bruselas, cientos de chalecos amarillos protestaron contra la austeridad y exigieron la renuncia del primer ministro de derechas, Charles Michel. Ellos corearon: "Somos la gente, Charles Michel, has terminado". Cuando la policía se movilizó para dispersar a la multitud con cañones de agua, estallaron choques durante los cuales dos vehículos policiales fueron incendiados. Alrededor de las 5 p.m., Philippe Close, alcalde de Bruselas, prohibió la manifestación y amenazó con arrestar a todos los manifestantes en el centro de la ciudad. Los primeros informes indicaron 74 personas arrestadas y 12 policías heridas.

En Francia, los estudiantes de secundaria bloquearon alrededor de 50 edificios en oposición a las reformas universitarias del Gobierno y al restablecimiento del servicio militar obligatorio, y en apoyo de los Chalecos amarillos. Louis Broyard, el presidente de la Unión Nacional de Estudiantes de Escuelas Secundarias, dijo: "No es una manifestación muy parisina; es una revuelta en las provincias y áreas rurales de las escuelas secundarias abandonadas por la política de Emmanuel Macron. Las escuelas que fueron bloqueadas hoy no son las que típicamente se movilizaban para este tipo de manifestación".

Al mismo tiempo, se produjeron o continuaron numerosas huelgas: en el transporte público de Lyon y Mans, por parte de los empleados municipales de Marsella, los trabajadores de la refinería de La Mède, la planta nuclear de Flamanville, las fundiciones de Poitou y muchos hospitales.

Los miles de manifestantes que viajaron ayer a París desde toda Francia encontraron que la capital estaba repleta de policías armados con rifles de asalto y equipos antidisturbios, listos para actuar por orden de un Gobierno que actuaba como si estuviera en estado de sitio.

La justificación oficial de la represión a los Chalecos amarillos, de que los manifestantes buscan disfrazar ataques contra la policía a través de una alianza deshonesta entre la "ultraizquierda" y "ultraderecha", es una provocación absurda. La oleada de oposición de los trabajadores en toda Europa durante décadas de austeridad y militarismo está sacudiendo los cimientos de los Gobiernos reaccionarios en Francia, Bélgica y más allá.

En los programas las noticias de televisión francesa, se ha citado a los trabajadores denunciando los insultos del banquero-presidente Macron contra los trabajadores, ya grabadas en la memoria común: que los opositores a sus políticas son "vagos", que un trabajador francés solo tiene que "cruzar la calle" para encontrar trabajo, etc.

Los Chalecos amarillos exigen una mejora inmediata en su poder adquisitivo, un fin al saqueo de los trabajadores por parte de los superricos y a los ataques a los servicios sociales, el rechazo de las propuestas gubernamentales para un ejército europeo y la renuncia de Macron. Esto les ha ganado un apoyo popular abrumador.

Según las estadísticas oficiales, el 84 por ciento de la población francesa dice que comprende la ira de los "Chalecos amarillos", el 81 por ciento cree que Macron no ha escuchado sus demandas y el 75 por ciento los apoya. En BFM-TV, el presentador Thierry Arnaud dijo que las estadísticas eran "catastróficas"; a Alain Duhamel de RTL le preocupaba que "el Gobierno haya perdido la batalla de la opinión pública".

Los conflictos dentro del Gobierno en crisis de Macron ahora se están anunciando abiertamente en los medios de comunicación. El martes, Macron declaró que seguía decidido a seguir adelante con el aumento de los impuestos y el resto de su programa de austeridad. "Si cedo, se dirá que me estoy retirando", dijo, antes de minimizar la magnitud de la crisis. "No es tan importante gastar capital político, siempre y cuando uno logra una reforma".

Phillippe agregó el miércoles: “Sí, el 1 de enero subirán los impuestos. Como el presidente lo ha dicho, hemos arreglado el límite y vamos a mantener el límite ... No vamos a echarnos atrás, se supone”. Esto provocó el comentario frustrado de un diputado derechista, de que Alain Juppé, el impopular primer ministro que impuso una serie de recortes sociales y se vio obligado a renunciar tras la huelga de los trabajadores ferroviarios en 1995, fue "más tajante que él".

Ayer, las preocupaciones se presentaron a un nuevo nivel. Francois Bayrou, CEO de MoDem y anteriormente aliado de Macron, atacó abiertamente al presidente y declaró: "En cierto momento, no se puede gobernar contra el pueblo". Pero esto es lo único que el Gobierno sabe hacer.

La movilización de los Chalecos amarillos es la primera etapa de una lucha mucho más grande que enfrenta a la clase obrera contra los Gobiernos de la austeridad y el militarismo en toda Europa. Está surgiendo una confrontación de clase entre los trabajadores y la aristocracia financiera. Será una lucha política despiadada. Para emprender tal lucha, los trabajadores deben tener sus propias organizaciones de lucha, independientes de los sindicatos.

Cincuenta años después de la traición de la huelga general de mayo en 1968 por parte del Partido Comunista Francés y la Confederación General de Trabajadores (CGT), ambas organizaciones estalinistas, es fundamental que los trabajadores que entran en lucha se opongan a los esfuerzos de los sindicatos y los partidos pequeñoburgueses que tratan de obtener el control de las luchas del movimiento para estrangularlo.

No es difícil para los trabajadores comprometidos con la lucha y que desconfíen de los sindicatos reconocer ejemplos de tales esfuerzos. De repente, la CGT, cuyo jefe Philippe Martínez ha denunciado previamente a los Chalecos amarillos y ha declarado que sería imposible unirse a ellos, ha convocado una manifestación mañana en París.

El Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) está tratando de subordinar a los manifestantes bajo los sindicatos. “La ira social que se ha ido acumulando durante años parece expresarse ahora más clara y radicalmente. Unamos los movimientos sindicales y a los ‘Chalecos amarillos’ juntos", tuiteó el excandidato presidencial del NPA, Philippe Poutou. En resumen, quiere que los trabajadores y los jóvenes estén atados a las mismas organizaciones que han apoyado la legislación laboral de Macron y la privatización de la red ferroviaria nacional por parte de Macron, y que actualmente están negociando con él sobre el recorte de las pensiones y el regreso de la conscripción militar.

La línea de Jean-Luc Mélenchon, el aliado del Partido Comunista Francés y líder de La France Insoumise, va en la misma dirección. Ha pedido a Macron que reintroduzca el impuesto sobre las fortunas, pero solo porque la finalización del impuesto "está trayendo una ira creciente". El año pasado, con el objetivo de convertirse en el primer ministro de Macron, propuso una disolución de la Asamblea Nacional y nuevas elecciones.

Estas propuestas han provocado una hostilidad justificada en los trabajadores. Cuando Mélenchon anunció su participación en la manifestación de los Chalecos amarillos en París el sábado, los usuarios de Twitter respondieron: "Quédate en casa" y "Haz lo que hace Marine Le Pen, intentando tomar el control para matar mejor el movimiento ... Discute con tu compañero Macron.

El Partido Socialista por la Igualdad luchará por defender las organizaciones independientes de los trabajadores en contra de los esfuerzos del NPA, Mélenchon y otros que quieran romperlas. Explicará que el único medio para que los trabajadores ganen en esta lucha es construir un movimiento político que apunte a la transferencia del poder de la clase obrera en Francia y en toda Europa, para expropiar a la élite financiera.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de diciembre de 2018)

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