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Perspectiva

Las manifestaciones en Francia y la lucha de clases global

Ante el recrudecimiento de la crisis política del Estado francés, el Gobierno del banquero vuelto presidente, Emmanuel Macron, está preparando una confrontación de gran escala con las manifestaciones de los “chalecos amarillos” y otras protestas este fin de semana.

El Ministerio del Interior tiene anticipado desplegar 89.000 efectivos de la policía militar y antidisturbios por todo el país el sábado, incluyendo 8.000 en Paris, respaldados por vehículos acorazados en las calles de la capital por primera vez desde 2005. Esto sigue el posicionamiento de francotiradores en los techos de Paris durante la protesta del sábado pasado. La policía está buscando intimidar a los manifestantes con amenazas de que pueden esperar más víctimas fatales y arrestos de los que ha habido hasta ahora.

En un intento desesperado de ganar tiempo, el Gobierno de Macron pospuso y luego anunció la cancelación del impuesto sobre la gasolina que provocó las protestas iniciales. Sin embargo, la ira crece e incorpora a secciones cada vez más amplias de la población motivadas por un diverso conjunto de cuestiones de clase. Las demandas de aumentos salariales, aumentos de pensiones, impuestos a los ricos y la redistribución de la riqueza están extendiéndose.

El jueves, miles de estudiantes de colegios y universidades participaron en las protestas contra la reforma educativa y los aumentos en el precio de la matrícula. La policía respondió con represión y más de 700 arrestos. Un video viral en línea muestra a la policía obligando a filas de docenas de estudiantes a permanecer de rodillas, algunos contra una pared, mientras la policía los arresta. Este es solo un previo de la arremetida estatal preparada para el fin de semana siguiente.

A medida que el Gobierno francés se prepara para una masiva ofensiva policial-estatal, está denunciando absurdamente a los manifestantes por presentar un peligro a la democracia. El palacio presidencial del Elíseo pidió ayer a “todos los partidos políticos, sindicatos y la comunidad empresarial a llamar a la calma” y declarar que “ya no es tiempo para la oposición política, sino para la unidad en torno a la República”. El primer ministro, Edouard Philippe, dijo que las protestas atentan contra “la seguridad del pueblo francés y nuestras instituciones2.

Después de que Macron aplaudiera recientemente a Philippe Pétain —el dictador francés y colaboracionista con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial—, no está en posición alguna para aleccionar a nadie sobre la democracia. El peligro a la democracia no proviene de las luchas de trabajadores y jóvenes contra los dictados de los bancos, sino de la élite gobernante capitalista representada por figuras como Macron, quienes se esconden detrás de sus falanges de gendarmes y tanques.

El desarrollo de las protestas está suscitando cuestiones de clase básicas. El New York Times, en un artículo publicado el jueves, indicó que las manifestaciones en Francia “no están atadas a ningún partido político, ni hablar de uno derechista”. En cambio, “el levantamiento es más que todo orgánico, espontáneo y autodeterminado. Es, sobre todo, sobre clase económica. Es sobre no poder pagar las cuentas”.

Es precisamente el hecho de que las protestas emergieran fuera de las instituciones existentes, incluyendo los sindicatos, lo que les da su carácter explosivo. Respondiendo al amplio apoyo con el que cuentan las protestas entre los trabajadores, los sindicatos han llamado a paros limitados la próxima semana. Sin embargo, el objetivo de los sindicatos, quienes tienen lazos sumamente estrechos con el Estado, es contener y acorralar el movimiento para traerlo bajo control.

Macron no tiene intención alguna de acceder a las demandas de igualdad social y redistribución de la riqueza que impulsan las protestas. Las acciones del Gobierno están dictadas por los intereses de clase que representa y por las demandas de los mercados globales y las instituciones financieras.

Los desarrollos en Francia son una expresión nacional de un proceso global. En cada país, la clase gobernante está buscando imponer una nueva ronda de ataques contra los salarios y las condiciones laborales. Sin embargo, el crecimiento de la lucha de clases —incitado por los grotescos niveles de desigualdad social— también se desarrolla como un proceso global.

¡Es hacia la clase obrera internacional que deben orientarse en busca de apoyo los trabajadores y jóvenes en Francia que se oponen a Macron!

El último año ha estado caracterizado por una importante intensificación de los conflictos de clase por todo el mundo. El año comenzó con manifestaciones de trabajadores iraníes contra los recortes sociales, seguidas por huelgas en Europa de los trabajadores metalúrgicos en Alemania y Turquía por aumentos salariales. En Estados Unidos, los docentes hicieron huelga desafiando a la burocracia sindical, seguidos por los maestros en Reino Unido, Túnez y Francia.

El 2018 también fue testigo de huelgas en Francia contra la privatización de Macron del sistema ferroviario nacional y manifestaciones estudiantiles contra las reformas educativas regresivas del Gobierno. Los trabajadores aéreos en países de toda Europa hicieron huelga contra Ryanair, mientras que trabajadores internacionalmente realizaron paros contra las atroces condiciones laborales en Amazon, propiedad del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos.

Este año se está acabando en medio de una intensificación del enojo de la clase obrera internacionalmente. Después de una protesta explosiva de trabajadores en las plantaciones de té en Sri Lanka el mes pasado, organizada en redes sociales para exigir un aumento salarial del 100 por ciento, los trabajadores de las plantaciones están realizando una huelga por encima de la oposición de los sindicatos. Los trabajadores automotores estadounidenses están mostrando un creciente enojo a medida que los sindicatos y la gerencia confabulan para llevar a cabo despidos masivos y cierres de planta como parte de una restructuración global de la industria automotriz. Y, con poca cobertura mediática, huelgas de cientos de miles de trabajadores estremecen Corea del Sur, Chile y otros países.

En su resolución de perspectivas globales de 1988, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional apuntó a las implicancias de la globalización de la producción global para el desarrollo de la lucha de clases: “Ha sido por mucho tiempo una proposición elemental del marxismo que la lucha de clases es nacional solo en su forma, pero que es esencialmente una lucha internacional. No obstante, dado las nuevas características del desarrollo capitalista, incluso la forma de la lucha de clases debe asumir un carácter internacional. Incluso las luchas más básicas de la clase trabajadora plantean la necesidad de coordinar sus acciones a una escala internacional”.

A principios del año, el World Socialist Web Site dijo que 2018 se caracterizaría principalmente por un aumento de la lucha de clases. Los desarrollos confirman esta prognosis. Para la clase trabajadora, esto significa abordar cuestiones estratégicas de crítica importancia. El enojo y la oposición no son suficientes. La clase obrera necesita organización y perspectiva política.

Para coordinar sus luchas, los trabajadores necesitan sus propias organizaciones, completamente independientes de los sindicatos procapitalistas. El Parti de l’égalité socialiste (PES; Partido Socialista por la Igualdad) llama a los trabajadores y jóvenes franceses a formar inmediatamente comités de acción en todos los lugares de trabajo, barrios y escuelas. Estos comités deben unificar las luchas en marcha, prevenir que sean disipadas o traicionadas y organizar acciones para proteger a los trabajadores de la represión.

En Francia, estos comités permitirán a los “chalecos amarillos”, quienes provienen principalmente de los trabajadores rurales y de las ciudades provinciales, aunar a las secciones más amplias de la clase trabajadora, incluyendo a trabajadores inmigrantes en los suburbios de las mayores ciudades del país, además de combatir los intentos racistas de dividir a los trabajadores a lo largo de líneas étnicas.

La construcción de organizaciones independientes de lucha de la clase trabajadora está inextricablemente conectada con la construcción de una dirección revolucionaria. En Francia y todo país, la tarea básica que enfrenta la clase obrera es la misma: derrocar el sistema capitalista por medio de la conquista del poder estatal, la expropiación de la élite empresarial y financiera, una redistribución masiva de la riqueza y la reorganización socialista de la vida económica.

La cuestión clave es la construcción de una conducción marxista en la clase obrera francesa e internacional. Solo así podrá adquirir este movimiento de masas un carácter conscientemente socialista, oponiéndose al capitalismo y la guerra y planteándose la cuestión de la transferencia del poder estatal a la clase obrera.

El PES, la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, es el único partido político en Francia que lucha por expandir la lucha hacia toda la clase obrera francesa e internacional, con base en el programa de la revolución socialista internacional. Llamamos a los trabajadores y jóvenes en Francia y el resto del mundo a contactar y unirse al CICI.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de diciembre de 2018)

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