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España: los partidos derechistas están barajando un papel gubernamental para el partido fascista Vox en Andalucía

La velocidad a la que el Partido Popular (PP) y Ciudadanos se han desplazado hacia incorporar al partido fascista Vox en el gobierno de Andalucía es una advertencia a los trabajadores y jóvenes de España y Europa.

Las elecciones regionales del 2 de diciembre fueron otro golpe devastador al sistema político bipartidista creado durante la transición a la democracia parlamentaria tras la muerte del dictador generalísimo Francisco Franco en 1975.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se desplomó de los 47 escaños de 2015 a 33, poniendo fin a 36 años de gobierno ininterrumpido en la asamblea de 109 escaños. El PP cayó de 33 escaños en 2015 a 26 ahora. La tasa récord de abstención de casi el 46 por ciento indica la oposición generalizada a los partidos tradicionales de gobierno, los partidos de la “izquierda” oficial en primer lugar. La participación, la más baja desde 1990, fue especialmente baja en los bastiones obreros del PSOE, mientras que el frente estalinista y pseudoizquierdista de Unidos Podemos —Adelante Andalucía— cayó de sus 20 escaños de 2015 a 17, perdiendo 200.000 votos.

Los beneficiarios electorales fueron los partidos de la “nueva derecha”. Ciudadanos incrementó sus escaños de 7 a 21, mientras que Vox, un partido explícitamente franquista, ganó 12 escaños y casi el 11 por ciento de los votos comparado con los cero escaños y un 0,46 por ciento en 2015.

Vox hará de partido bisagra en la formación de una nueva administración derechista y tendrá una enorme influencia, bien como socio de coalición o apoyando un gobierno del PP y Ciudadanos en minoría en un arreglo de abastecimiento y confianza. El dirigente del PP Pablo Casado declaró, “Ya sea un acuerdo de investidura, un acuerdo parlamentario o un gobierno de coalición, primero tendremos que discutir con Ciudadanos y Vox”. El dirigente de Ciudadanos Albert Rivera advirtió al PSOE que si se sigue aferrando al poder y se niega a aceptar un gobierno en minoría de Ciudadanos y el PP, tendría que llegar a un acuerdo con Vox como “último recurso”.

Los resultados andaluces no indican una oleada de apoyo a las políticas derechistas. Ciudadanos y Vox se beneficiaron más bien de una transferencia de votos desde el PP por parte de las capas acomodadas de la clase media. El Guardian observó que en el barrio acomodado Los Remedios, la parte de votos del PP cayó en tres años del 61 por ciento al 37,2 por ciento, mientras que la de Vox subió de un 3,2 por ciento al 24,7 por ciento.

Los éxitos electorales de los partidos derechistas fueron posibilitados principalmente por el hecho de que el PSOE y su aliado político Podemos desmovilizaran la oposición generalizada de la clase trabajadora al gobierno anterior del PP de Mariano Rajoy y su agenda de austeridad, represión y militarismo —sobre todo durante la crisis independentista catalana del año pasado.

El PP estuvo en el poder desde 2015, pero sin mayoría —forzando unas segundas elecciones anticipadas inconcluyentes un año después— situación en la que el PP solo fue capaz de formar gobierno porque se abstuvo el PSOE. En 2017, el PP provocó una gran confrontación con los independentistas catalanes, ordenando una brutal represión policial al referéndum independentista e invocando el Artículo 155 de la constitución española para suspender el gobierno electo catalán, encerrar a sus ministros y acusarlos de rebelión y sedición.

La oposición pública sustancial y la debilidad del propio PP forzaron una retirada del giro hacia una represión estatal total exigida por Ciudadanos y Vox —los cuales ahora están desafiando al PP en vistas a liderar el electorado derechista dentro de la población y el aparato militar y estatal.

El PSOE apoyó la represión del PP, mientras que Podemos disipó la oposición con protestas iniciales “blancas” de estilo pacifista. Una vez que vieron que esto se estaba volviendo un llamamiento popular, desconvocaron las protestas e intentaron apaciguar la oposición asentada profundamente a las medidas de Estado policial lanzando llamamientos inútiles a Madrid para negociar con los independentistas catalanes. El impedir cualquier ofensiva unificada de los trabajadores hablantes de catalán y de español entregó la iniciativa tras la crisis a los defensores del sectarismo —situación en la que Ciudadanos surgió como el partido más grande, el PP se desplomó y los partidos independentistas formaron un gobierno en minoría tras las elecciones de diciembre.

El PSOE no podía estar salvándole el pellejo indefinidamente al PP, y el primero de junio se aprobó una moción de censura en las cortes contra Rajoy, por entonces embarrado en escándalos de corrupción. La caída del PP llevó a la formación de un gobierno en minoría del PSOE bajo Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos y los partidos nacionalistas catalanes y vascos.

Una vez en el poder, el PSOE y los que lo apoyaban trabajaron otra vez para devolver la iniciativa a la derecha. Sánchez traicionó su promesa de implementar un presupuesto antiausteridad, concebido en alianza con Podemos en vísperas de las elecciones en Andalucía, y estuvo de acuerdo en implementar los presupuestos elaborados por el PP.

La burguesía usó esta situación para levantar el perfil de Vox. En un lapso de tres semanas antes de las elecciones andaluzas, el diario español conservador tradicional ABC publicó 18 artículos, El Mundo más de 20 y El Español 26 —uno al día por lo menos. Esta legitimación de Vox sigue. La semana pasada, los jefes de los medios ordenaron que sus redacciones dejaran de tildar a Vox de “ultraderechista” o de partido de “extrema derecha” y que también dejaran de usar la palabra antifascista cuando se refieren a las protestas contra Vox.

La promoción de Vox y partidos similares por Europa y en otras partes del mundo, incluyendo a Alternativa para Alemania en Alemania y Reunión Nacional (el antiguo Frente Nacional) en Francia, es la punta de lanza de una ofensiva más amplia contra la clase trabajadora en la que las fuerzas ultraderechistas están siendo rehabilitadas y las medidas de Estado policial están siendo introducidas.

Particularmente desde la crisis financiera de 2008, la democracia burguesa en Europa ha comenzado a desintegrarse en medio de una desigualdad social creciente y tensiones internacionales. Este colapso de las formas democráticas de gobierno quedó simbolizado por el apoyo coherente de la Unión Europea a la represión por parte de Madrid el año pasado en Cataluña.

Como en España, la base política para el ascenso de la amenaza fascista en Europa ha sido brindada por la desmovilización sistemática de los trabajadores y la juventud por parte de la socialdemocracia, los sindicatos y los nuevos partidos de “izquierda amplia” como Syriza en Grecia —creado por alianzas de estalinistas y grupos pseudoizquierdistas. Representantes de la clase media pudiente, todos ellos han demostrado ser completamente hostiles a la clase trabajadora y sus derechos sociales y democráticos, y defensores del orden burgués.

El papel de Podemos como apéndice del PSOE se ha vuelto cada vez más cobarde tras los resultados andaluces —instando a la formación de un “frente antifascista” para cimentar su alianza con Sánchez. Pero este no es el tope derechista al que llegará Podemos. Al preguntársele sobre la posibilidad de formar parte de una alianza gubernamental que incluya a Ciudadanos para contener la influencia de Vox, el dirigente de Podemos Pablo Iglesias dijo, “Estamos estudiando los escenarios... Tenemos que analizar los resultados”. Si esto implica una alianza electoral con Ciudadanos “lo decidirán nuestros camaradas en Andalucía, que son quienes tienen toda la soberanía para decidir qué hacer”, continuó.

Cuarenta años después de que se desplomara el régimen franquista en medio de luchas de masas de la clase trabajadora, hay una oposición profunda entre los trabajadores en España y en Europa al regreso al fascismo.

La sangrienta Guerra Civil de 1936-1939 y la victoria del régimen fascista de Franco con ayuda militar de la Alemania nazi y de la Italia fascista no ha sido olvidada. Los resultados en Andalucía originaron manifestaciones de miles de jóvenes que coreaban, “Vox, escucha, estamos dispuestos a la lucha”, “Franco no murió, está en el parlamento” y “El fascismo no tiene lugar en Andalucía”. También tuvieron lugar protestas en Cataluña, que fueron atacadas por la policía regional.

Esto sucede en condiciones en las que los trabajadores están intentando zafarse de la camisa de fuerza que les imponen los sindicatos —mientras estalla una serie de huelgas en diferentes partes de España en el transporte, pequeño comercio, correos, sanidad pública, servicios sociales y educación. El mes pasado cientos de miles de trabajadores y estudiantes participaron en manifestaciones y huelgas en Cataluña exigiendo que se reviertan los recortes presupuestarios impuestos por el gobierno regional.

Esto refleja una radicalización de la clase trabajadora, ejemplificada por las protestas de los chalecos amarillos contra el gobierno de Macron en Francia.

La cuestión crítica es brindar a la clase trabajadora los medios programáticos y organizativos mediante los cuales luchar contra la élite gobernante, sus partidos y su aparato estatal. Después de una década de políticas de austeridad, con decenas de miles de desempleados, hay una ira social y política explosiva en todo el continente. La única manera de combatir la estrategia de la clase gobernante que reacciona con el fortalecimiento policial y con estados de emergencia, es mediante una lucha revolucionaria por el poder con un programa socialista e internacionalista y eirigir Estados obreros como parte de los Estados Unidos Socialistas de Europa.

(Publicado originalmente en inglés el 10 de diciembre de 2018)

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