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El New York Times emprende contra McKinsey por hacer negocios con China y Rusia

En un artículo extraordinario el fin de semana pasado de más de 6.000 palabras, el New York Times emitió efectivamente un aviso a los principales bancos, casas de inversión y corporaciones estadounidenses para que se alinearan con la política exterior de los Estados Unidos según lo determinado e implementado por la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado.

El artículo, intitulado "Cómo McKinsey ha ayudado a elevar la estatura de Gobiernos autoritarios", pretende ser una exposición de las actividades de la firma global de consultoría administrativa que se fundó en 1926. Sin duda, McKinsey & Company ha participado durante décadas en negocios sórdidos con personas, corporaciones y gobiernos desagradables, muchos con estrechos vínculos con Washington. El propósito del artículo no es avergonzar a McKinsey y otras corporaciones estadounidenses para que pongan fin a tales operaciones, sino asegurarse de que operen en paralelo a intereses nacionales más amplios.

Mucho de lo que se revela no es nuevo. La decisión de publicar el artículo ahora está completamente ligada a los preparativos avanzados que se realizan en los niveles más altos del aparato estatal estadounidense para una confrontación y guerra con China y Rusia, los países considerados por Washington como las principales amenazas para la continua dominación mundial del imperialismo norteamericano.

Como resultado, los argumentos presentados por el New York Times son completamente hipócritas y regurgitan las mentiras y medias verdades que emanan de Washington. Durante décadas, las Administraciones estadounidenses han explotado descaradamente los "derechos humanos" como una herramienta de propaganda para vilipendiar a sus rivales y enemigos, mientras mantienen un silencio estudiado sobre los abusos de los regímenes autocráticos aliados con Estados Unidos y que, en algunos casos, fueron instalados por Washington.

El New York Times funciona cada vez más como un brazo de propaganda desnudo del imperialismo estadounidense. Como era de esperar, su llamada exposición de las actividades de McKinsey se centra casi exclusivamente en China y Rusia, excluyendo cualquier mención, por ejemplo, de la dictadura militar en Tailandia, el Estado unipartidario de Singapur o el Estado policial estalinista en Vietnam, por nombrar algunos de los muchos países donde los intereses estadounidenses van en contra de críticas a los abusos de los derechos humanos.

En el caso de Rusia, el artículo repite las denuncias contra el régimen de Putin y su conflicto con Ucrania, luego de la expulsión del presidente electo ucraniano Viktor Yanukovich, respaldado por Estados Unidos, por manifestaciones encabezadas por fascistas. Profundiza en las relaciones de McKinsey con Yanukovych y el oligarca ucraniano, Rinat Akhmetov, quien también tenía vínculos con Paul Manafort, un exasesor de campaña de Trump. Todo esto es combustible para la campaña de los aliados del New York Times en el Partido Demócrata, quienes atacan al presidente Trump por su supuesta connivencia con Moscú respecto a acusaciones de que Rusia intervino en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos

El aspecto más significativo del artículo del New York Times, sin embargo, es su enfoque central en China y la participación de McKinsey en aspectos de las políticas del Gobierno chino que ahora están bajo un ataque sostenido de Washington.

El artículo comienza con un relato muy colorido del retiro vacacional de McKinsey este año en el oeste de China, donde "cientos de consultores de la compañía retozaron en el desierto, montaron camellos sobre dunas de arena y convivieron en carpas conectadas por alfombras rojas", mientras que a solo unos cuantos kilómetros de distancia "un extenso campo de internamiento había sido construido para albergar a miles de uigures étnicos". La apertura no fue accidental: la detención de los uigures es actualmente el tema candente que se explota en Washington, no por ninguna preocupación por los derechos democráticos de la minoría, sino como un medio para fomentar movimientos separatistas y el socavamiento del régimen chino.

El New York Times también se centra en la participación de McKinsey en dos políticas centrales del presidente chino, Xi Jinping: los planes masivos de infraestructura conocidos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta que busca interconectar Eurasia y el programa "Hecho en China 2025", que apunta a garantizar que China sea competitiva a nivel mundial en sectores de alta tecnología como la robótica y la fabricación de chips.

Washington es fundamentalmente hostil a ambos planes porque, de ser exitosos, socavarían la posición estratégica del imperialismo estadounidense en Eurasia y el mundo, y el dominio económico de corporaciones estadounidenses clave.

El artículo es parte de una crítica cada vez más intensa de la Iniciativa de la Franja y la Ruta por crear "trampas de deudas" para los países involucrados. Implica a McKinsey en ponerse de acuerdo con el régimen chino para alentar a Malasia a inscribirse en proyectos de infraestructura costosos, como un ferrocarril de $13 mil millones en la costa este del país, ahora desechado por el nuevo Gobierno de Malasia. El New York Times, por supuesto, ignora el hecho de que EUA ha explotado durante décadas préstamos y las inversiones para presionar e intimidar a los países para que sigan sus políticas.

El "crimen" de McKinsey es que se ha comprometido con nueve de los 20 principales contratistas de la iniciativa en China, "exalta los beneficios de la Iniciativa de la Franja y la Ruta" y que su socio ejecutivo, Dominic Barton, "ha servido en el consejo del Banco de Desarrollo de China, uno de los dos prestamistas chinos más importantes de la Iniciativa de la Franja y la Ruta”. En lo que es un insulto racista poco sutil, el New York Times señala que más del 90 por ciento de los 350 consultores de la compañía en China son de ascendencia china.

Y, por si acaso, el artículo señala que uno de los clientes de McKinsey, China Communications, participó en la construcción de "islas artificiales" en el mar de China Meridional, otro blanco de la propaganda estadounidense y de las provocativas "Operaciones de Libertad de Navegación" en las que EUA envía buques de guerra para desafiar la soberanía china.

En cuanto a "Hecho en China 2025", el Gobierno de Trump exige que China desmantele el programa, alegando que se trata de un robo de propiedad intelectual y subsidios estatales ilícitos. El New York Times reconoce abiertamente que la política está "sacudiendo a los líderes europeos y estadounidenses que temen que los planes minen sus economías y establezcan el escenario para el dominio chino".

Significativamente, el periódico no acusa a McKinsey de violar las sanciones estadounidenses ni de violar las leyes de EUA en relación con Rusia. Afirma: "Pero la pregunta más importante es si la compañía, en la búsqueda de oportunidades comerciales legítimas en el extranjero, está ayudando a apuntalar la dirección autocrática del presidente Vladimir V. Putin”.

La implicación es que ya no es suficiente que las compañías estadounidenses busquen oportunidades económicas dentro de los límites de la ley, sino que sus actividades deben de acatar la política exterior y los preparativos de guerra del imperialismo estadounidense. También está implícito que, si McKinsey y otras corporaciones no están preparadas para ajustar sus negocios voluntariamente, se deberá ejercer una presión concertada, incluso a través de legislaciones para obligarlas a obedecer.

Detrás de las escenas, se están haciendo preparativos para una guerra total, en la que cada brazo del aparato estatal y la economía serán enfilados para marchar conjuntamente. El Pentágono publicó un informe en octubre que analiza la dependencia estadounidense de fuentes extranjeras, particularmente rivales como China, para materiales y artículos estratégicos clave. Declaró que las estrategias económicas de China representaban "amenazas importantes para la base industrial de los EUA, y, por lo tanto, plantean un riesgo creciente para la seguridad nacional estadounidense".

En otras palabras, Estados Unidos debe garantizar la capacidad industrial necesaria para una prolongada guerra total con China. El corolario no declarado es que las corporaciones estadounidenses no pueden ayudar a los "enemigos" de EUA por medio de actividades económicas que fortalezcan sus capacidades militares y estratégicas para resistir la agresión de los EUA. La subordinación de las empresas estadounidenses a los intereses de los Estados Unidos está en línea con las políticas nacionalistas y proteccionistas de la Administración de Trump y con sus avances hacia una guerra económica con China. Rememora el "Estado corporativista" de los regímenes italiano y alemán de la década de 1930 que integró las empresas con el aparato estatal.

El peligro real de una guerra catastrófica entre China y los Estados Unidos, ambos armados con armas nucleares, se está discutiendo cada vez más abiertamente en los medios de comunicación establecidos. En un comentario con tono preocupado el miércoles, el corresponsal del Financial Times, Gideon Rachman, señaló que la postura agresiva de Estados Unidos hacia China no era solo una política de Trump, sino que implicaba "un cambio profundo y bipartidista en el pensamiento estadounidense", es decir, en los círculos gobernantes. Instó a Beijing a doblegarse ante Washington, ya que "podría ser su última oportunidad para evitar una confrontación a largo plazo con los estadounidenses".

Mientras exhortaba a llegar a un acuerdo entre ambas potencias, Rachman advirtió: "No es realista pensar que los Estados Unidos finalmente pueda detener el ascenso de China. De hecho, cualquier esfuerzo para hacerlo llevará a un aumento repentino de las tensiones. Y eso podría terminar fácilmente en guerra".

El artículo del New York Times subraya que se están realizando preparativos avanzados en todos los niveles en los Estados Unidos para la guerra contra China. El "periódico de registro" en EUA ya está profundamente integrado en el aparato militar y de inteligencia estadounidense y ahora insta a que, de una u otra forma, las corporaciones estadounidenses hagan lo mismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de diciembre de 2018)

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