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La prensa estadounidense exige un mayor espionaje doméstico por la “intromisión” rusa

New York Times: ¡Hay que volver a los buenos días antes de Edward Snowden!

La publicación en esta semana de un par de informes del Comité de Inteligencia del Senado relativos a una campaña de “desinformación” rusa para manipular la política estadounidense ha suscitado un torrente de reclamos para que las compañías de tecnología colaboren más directamente con las agencias de inteligencia de EUA con el fin de censurar y espiar a la oposición política nacional.

Lideraron la acción el New York Times y el Washington Post, los dos periódicos semioficiales del Partido Demócrata y el aparato militar/de inteligencia, que juntos publicaron casi una docena de informes, editoriales y columnas de opinión jadeantes sobre la amenaza rusa.

El común denominador de todas estas intervenciones es la declaración de que los Estados Unidos está inmerso en una “guerra de información” con Rusia, que se debe combatir con todos los medios necesarios, incluyendo la vigilancia electrónica masiva.

Escribiendo en el New York Times, la columnista Kara Swisher declara, “Los gigantes de la tecnología se han estado conteniendo”. El gobierno debe obligarlos, escribe ella, a “comportarse menos como espectadores” en lo que será una interminable “guerra de información de alto riesgo”.

La supuesta renuencia de las compañías de tecnología a entregar listas de cuentas a las agencias de inteligencia, escribe ella, “tiene sus orígenes en el deterioro de la relación de la industria con las agencias gubernamentales en 2013 a raíz de las revelaciones de Edward Snowden sobre incursiones en plataformas tecnológicas del programa de vigilancia electrónica Prisma, de la NSA”.

Swisher agrega, “Ese momento dañó profundamente lo que una vez había sido un ida y vuelta más cooperativo entre el gobierno y la industria de la tecnología sobre temas de seguridad nacional”.

En 2013, el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional Edward Snowden reveló que la NSA y otros servicios de inteligencia estaban operando en violación flagrante de la Constitución al espiar las comunicaciones de todos los estadounidenses. Se demostró que el director de Inteligencia Nacional James Clapper mintió al pueblo estadounidense y cometió perjurio ante el Congreso al negar la existencia de un programa de vigilancia electrónica masiva y sin orden judicial.

Swisher está incitando al gobierno, en otras palabras, a cometer un delito al expandir sus esfuerzos para interceptar ilegalmente las comunicaciones privadas, y que las compañías tecnológicas estadounidenses cometan y promuevan este delito voluntariamente.

Con la dirección del vicepresidente Dick Cheney, el gobierno de Bush usó los atentados terroristas del 11 de setiembre para armar un programa de vigilancia electrónica secreto, ilegal, sin orden judicial, que fue ampliado posteriormente por el gobierno de Obama. El lema de la NSA era “Recolectar Todo”, “Procesar Todo”, “Explotar Todo”, y “Saber Todo”.

Pero las revelaciones de Snowden pusieron a las agencias de inteligencia a la defensiva. De repente, tuvieron que defender y justificar sus acciones, e incluso el presidente Obama frunció el ceño y fingió estar conmocionado por las acciones de su propio gobierno, prometiendo “reformar” el programa de vigilancia electrónica de la NSA.

Comentando un discurso de Obama en enero de 2014 en respuesta a las revelaciones de Snowden, el Times escribió:

En los días siguientes a la revelación de Edward Snowden de que el gobierno de los Estados Unidos estaba recolectando una gran cantidad de datos de los estadounidenses—registros telefónicos y otra información personal—en nombre de la seguridad nacional, el presidente Obama defendió el barrido de datos y dijo que el pueblo estadounidense debía sentirse cómodo con esta recolección. El viernes, tras siete meses de revelaciones cada vez más incómodas y creciente protesta pública, el Sr. Obama dio un discurso que, en gran parte, fue una admisión de que se había equivocado.

En otras palabras, se atrapó a las agencias de inteligencia escondiéndose en la puerta trasera, y ahora están probando la puerta principal. No satisfechas con realizar una vigilancia electrónica masiva secretamente, ahora están exigiendo hacerlo públicamente, en nombre de contrarrestar la supuesta amenaza rusa a la democracia.

Pero la campaña actual va mucho más allá del programa Prism, revelado por Snowden. En lugar de simplemente recolectar información sobre las actividades de la población estadounidense, los propagandistas de la censura política exigen que los gigantes de la tecnología trabajen para moldear activamente los puntos de vista políticos, o incluso cerrar las redes sociales por completo.

En esta “guerra de información”, escribe Swisher, “los diseminadores de propaganda usaron estas potentes plataformas exactamente como fueron diseñadas para ser usadas. No debería sorprendernos que lo que sucedió era totalmente evitable y estaba bastante a la vista de quienes dirigían las plataformas”.

Swisher argumenta claramente que el gobierno debería suprimir la “propaganda”. Pero si diseminar “propaganda” es “exactamente como ellas [Facebook y Twitter] fueron diseñadas para ser usadas”, ¿no se deberían cerrar las redes sociales?

Aparentemente incapaz de contenerse, ella repite exactamente la misma forma tramposa de argumentación, incitando esta vez a un crimen aún más extremo.

Swisher escribe, “los cambios para hacer que ellas [compañías de tecnología] sean menos susceptibles a este tipo de abuso flagrante pueden resultar imposibles, teniendo en cuenta cómo piensa los Estados Unidos sobre la libre expresión”.

Ella continúa citando uno de los informes recientemente publicados, que afirma, “Es precisamente nuestro compromiso con principios democráticos lo que nos coloca en una desventaja asimétrica contra un adversario que se dedica con entusiasmo a la censura, la manipulación y la supresión interna”.

Ella concluye, “Se aprovechan tan fácilmente de estos sistemas precisamente porque estos representan nuestros valores”.

Aunque no expresada, la implicación es clara. El problema son los “valores” democráticos estadounidenses. La Constitución coloca a los Estados Unidos en una “desventaja asimétrica” contra países que se dedican “a la censura” y “supresión interna”.

Por lo tanto, ¿no debería desecharse la Primera Enmienda, así como la NSA intentó desechar la Cuarta Enmienda?

En cada una de estas afirmaciones, Swisher es como el mafioso que reflexiona dulcemente, “Es una Constitución muy bonita que tienes allí, sería una pena si algo le pasara”.

(Publicado originalmente en inglés el 20 de diciembre de 2018)

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