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Perspectiva

El asunto del gobernador Ralph Northam

Todo lo sórdido y degradado de la política capitalista estadounidense se ha sacado a relucir en el frenesí mediático sobre el gobernador de Virginia, Ralph Northam, de los últimos días. Prácticamente toda la dirigencia del Partido Demócrata está exigiendo su renuncia, algo que Northam sigue resistiendo.

La avalancha mediática siguió la publicación de fotografías del anuario de la escuela de medicina a la que Northam atendió en 1984. Dos estudiantes aparecen, uno con la cara pintada de negro y el otro con un disfraz del Ku Klux Klan. Inicialmente se creía que uno de los dos era Northam y presentó su disculpa pública el viernes.

Sin embargo, el sábado, Northam sostuvo una rueda de prensa en la que negó ser uno de los estudiantes, a pesar de no poder explicar por qué estaban en su página personal del anuario, alegando solamente que nunca había visto el anuario antes.

Northam luego admitió que, en otra ocasión ese mismo año, 1984, después de unirse al ejército como doctor, se había pintado la cara de negro en una competencia de baile en Texas para imitar al artista Michael Jackson. En ese momento, Northam tenía 25 años y era médico y un oficial militar, así que sus acciones no se pueden descartar como producto de la juventud e inmadurez.

La foto de su anuario salió a la luz como parte de una campaña derechista contra Northam encabezada por la publicación en línea Big League Politics.com, administrada por un exescritor del sitio web fascistizante, Breitbart News. Poco antes, se expuso al político derechista republicano y secretario de Estado de Florida, Michael Ertel, quien renunció la semana pasada después de que se hiciera pública una fotografía suya con la cara pintada de negro en 2005.

Tras la renuncia de Ertel, Northam se volvió el blanco de una campaña ultraderechista para envilecerlo por comentarios que hizo en un programa de entrevistas. El gobernador, quien trabajaba como pediatra antes de entrar en la política, defendió que a veces los abortos tardíos son médicamente necesarios. Sus comentarios fueron descritos como justificaciones de “infanticidios” y políticos ultraderechistas como el senador Ted Cruz pidieron su renuncia.

Luego, aparecieron las fotografías del anuario de Northam de 1984 y toda la cúpula del Partido Demócrata se unió a la campaña para deponer a Northam. Tres dirigentes demócratas del estado de Virginia, los senadores Mark Warner y Tim Kaine y el diputado Bobby Scott, emitieron una declaración conjunta pidiéndole su renuncia.

Se les unió la bancada afroamericana de la asamblea legislativa, así como las bancadas demócratas del Senado estatal y la Cámara de Delegados, los otros seis representantes demócratas de los distritos congresionales de Virginia, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el Comité Nacional Demócrata y una serie de candidatos presidenciales para el 2020.

Los demócratas del estado de Virginia se mostraron particularmente preocupados de que toda la asamblea legislativa estatal será reelegida en 2019. Actualmente, los republicanos cuentan con mayorías estrechas en ambas cámaras. Además, si Northam renuncia, el gobernador adjunto, Justin Fairfax, un demócrata afroamericano, tomaría su lugar y tendría la posibilidad de postularse para un término completo en 2021, con la ventaja de ser prácticamente reelecto (Virginia es el único estado que impone un límite de un término para los gobernadores).

Mientras que el material que expone a Northam fue descubierto por la ultraderecha y promovido para servir sus intereses políticos, no sorprende a los que están familiarizados con los orígenes sociales y políticos del gobernador. Creció en la costa este, la parte más rural y remota del estado, y siguió una carrera profesional enraizada en el tradicionalismo conservador: el Instituto Militar de Virginia, la escuela de medicina, un periodo de ocho años como médico del Ejército y 15 años de lucrativas consultas médicas privadas como neurólogo pediatra en el área de Norfolk.

Northam era republicano. Votó por George W. Bush en 2000 y 2004. Sin embargo, entró en la política como candidato de los demócratas en 2007, cuando buscó entrar en el senado estatal representando el área de Norfolk. Aún cuando obtuvo un escaño, los republicanos del Senado estatal buscaron reclutarlo, señalando que sus posturas fiscales conservadores se alineaban más con ellos. El único obstáculo fue el apoyo insistente de Northam al derecho al aborto, informado por su profesión médica, lo que lo dejaba por fuera de la derecha cristiana fundamentalista.

En 2013, Northam fue electo gobernador adjunto y sirvió cuatro años bajo el gobernador demócrata, Terry McAuliffe. En 2017, ganó la nominación demócrata para gobernador por encima del contendiente liberal respaldado por Bernie Sanders. Su campaña electoral fue plenamente derechista, prometiendo “colaborar” con Trump y evitando tocar temas en torno a la desigualdad económica o desafiar de cualquier forma la riqueza y el poder de la élite gobernante.

Sin embargo, cuando derrotó fácilmente en noviembre al republicano Ed Gillespie, Northam fue retratado en las publicaciones liberales como Nation como la punta de lanza de la “ola” demócrata en rechazo a las políticas del Gobierno de Trump.

El grado de santurronería en las denuncias contra Northam tanto de los republicanos como los demócratas y comentaristas en la prensa es difícil de exagerar. Los republicanos, por supuesto, toleran un racismo incluso más explícito del que Northam fue culpable hace 35 años, como el del presidente Trump y todo el conjunto de sus candidatos a legislador y gobernador. Por su parte, los oficiales demócratas y potenciales candidatos han cambiado sus hosannas hacia Northam por maldiciones en un dos por tres a fin de promover su política de identidades (y encubrir su propio apoyo derechista hacia las grandes empresas y el imperialismo estadounidense).

En canto a la prensa corporativa, el asunto en Northam ha servido, por lo menos por varios días, como una distracción gigantesca. Los programas de entrevistas matutinos del domingo se dedicaron en gran parte a este político estatal relativamente desconocido. Ni uno de cada cien estadounidenses fuera de Virginia lo reconocería.

Nada sobre la salida de EUA del tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés)—aumentando el peligro de una guerra nuclear—, o los preparativos del Gobierno de Trump para invadir Venezuela, o la amenaza de Trump de declarar una emergencia nacional y asumir poderes cuasidictatoriales si no puede forzar al Congreso a aprobar su muro fronterizo, o las muertes por congelamiento de trabajadores y estudiantes durante el frente frío de la semana pasada.

Con sus imágenes de su cara pintada de negro y del KKK, si bien de hace 35 años, el asunto de Northam les da otra oportunidad para retratar la raza —junto al género, la orientación sexual y otras “identidades”— como la división fundamental de la sociedad estadounidense. Cualquier cosa que evite dar atención a la división más importante: aquella entre la élite gobernante de milmillonarios y multimillonarios y la gran mayoría de la población: la clase obrera, la cual está comenzando a retomar una lucha de clases dirigida contra el sistema capitalista.

No hay nada para defender en Northam. Sin embargo, hay algo masivamente fraudulento en la operación política y mediática en su contra. Si Northam es obligado a renunciar, lo reemplazará alguien nada menos derechista y reaccionario que él. Sería una depuración ritualista que no tendrá ningún efecto significativo, mucho menos en las condiciones en las que está enraizado el racismo

(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de febrero de 2019)

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