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Perspectiva

Estados Unidos amenaza con guerra a Irán

¿Lloverán bombas y misiles estadounidenses pronto sobre Irán? El envío de aviones de caza y un grupo de ataque con un portaaviones a la región del golfo Pérsico con la intención explícita de dar un “mensaje claro e inequívoco” de que Washington está listo para atacar Irán, junto a otras acciones bélicas estadounidenses indican que los preparativos están sumamente avanzados para una provocación que podría —y muy probablemente lograría— desatar una guerra catastrófica.

El domingo por la tarde, el asesor de seguridad nacional estadounidense, John Bolton, anunció que el portaaviones USS Abraham Lincoln y bombarderos de la Fuerza Aérea estadounidense estaban siendo desplegados para amenazar a Irán. Alegando que hay “indicaciones y advertencias preocupantes y de escalada”, Bolton prometió “que cualquier ataque contra los intereses estadounidenses o aquellos de nuestros aliados se enfrentará a una fuerza despiadada”. “Estamos completamente preparados”, añadió Bolton, “para responder a cualquier ataque, sea por una fuerza indirecta, los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica o fuerzas regulares iraníes”.

Las amenazas de Bolton fueron repetidas por otro vehemente belicista antiiraní, el secretario de Estado de EUA, Mike Pompeo. Él también avanzó una justificación general para una posible acción militar contra Irán, incluido un “ataque” contra los “intereses” estadounidenses y de sus aliados por parte de una larga y diversa lista de grupos que Washington castiga a Teherán por respaldar, desde las milicias chiitas en Irak y los combatientes hutíes en Yemen al grupo palestino Hamas y el libanés Hezbolá.

“Vamos a hacer que Irán rinda cuentas por los ataques contra los intereses estadounidenses”, le dijo Pompeo a reporteros del domingo en la noche. “El hecho de que esas acciones sucedan, si eso pasa, por parte de una fuerza indirecta, sea un grupo de milicia chiita o los hutíes o Hezbolá, haremos que los iraníes —los líderes iraníes— rindan cuentas directamente por ello”.

A través de tales “advertencias”, Washington se ha arrogado efectivamente el permiso para fabricar, cuando decida hacerlo, un pretexto para lanzar una guerra contra Irán.

Un “ataque” a los “intereses” de EUA y sus aliados podría incluir prácticamente cualquier cosa, como un enfrentamiento entre las distintas milicias chiitas en Irak y cualquiera de los 5.500 soldados estadounidenses que siguen ahí o la muerte de algún ciudadano israelí-estadounidense por un cohete casero enviado desde la Franja de Gaza.

En Siria, donde aproximadamente 2.000 tropas de las Fuerzas Especiales estadounidenses y los ejércitos que patrocina EUA siguen controlando gran parte del país, a pesar de los anuncios de Trump sobre “retirarse”, el ejército estadounidense ha atacado frecuentemente a las milicias apoyadas por la Guardia Revolucionaria Islámica. Con estas milicias cerca de las fuerzas estadounidenses, el Pentágono o la CIA podrían atacarlas en cualquier momento y calificarlo el enfrentamiento que provoque un “ataque” iraní.

El carácter imprudente y criminal de las acciones de Washington no se puede exagerar. Oriente Próximo ya está en llamas como resultado de la serie de guerras ilegales que Estados Unidos ha encabezado y fomentado en la región desde 1991. Un ataque estadounidense contra Irán, un país mucho más grande y populoso que Irak, desataría casi con certeza una guerra regional en la que Israel y Arabia Saudita asumirían un papel de socios menores del imperialismo estadounidense mientras persiguen sus propios intereses predatorios. Siria, Hezbolá, las milicias chiitas iraquíes y otros se aliarían con Teherán.

Más allá, desde el inicio, tal conflagración amenazaría con involucrar a las potencias imperialistas europeas, así como a Rusia y China, las grandes potencias que Washington ahora llama oficialmente sus principales “adversarios estratégicos”.

Debido a su papel como la región más importante en la exportación de petróleo y su significado geoestratégico como la conexión entre Europa, Asia y África, los intereses de todas las grandes potencias, incluyendo las imperialistas, se cruzan en Oriente Próximo y todas tendrían un interés estratégico masivo en su repartición militar.

La guerra entre Estados Unidos e Irán también tendría un impacto colosal en las relaciones de clase dentro de Estados Unidos. La élite gobernante buscaría imponerle el costo entero de la guerra a la clase obrera y criminalizaría la oposición de masas que emergería rápido.

En su declaración el domingo, Bolton afirmó, “Estados Unidos no está buscando una guerra con el régimen iraní”. Esa es una mentira descarada.

En un acto equivalente a guerra bajo el derecho internacional, Estados Unidos ha impuesto sanciones amplias contra Irán que buscan hacer colapsar su economía y provocar un cambio de régimen en Teherán.

En mayo del año pasado, Trump canceló el acuerdo nuclear respaldado por al ONU, llamado el Plan de Acción Comprensivo y Conjunto, que el Gobierno de Obama y las otras grandes potencias había acordado con Irán en 2015, a pesar de que la Agencia Internacional de Energía Atómica y todos los otros firmantes del acuerdo —la Unión Europea, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China— confirmaron que Irán estaba cumpliendo a la letra con las disposiciones.

Al cancelar el acuerdo nuclear, Trump presumió que pronto impondría sanciones aún más severas que las que EUA y sus aliados europeos habían utilizado para castigar a Irán a partir de 2011, recortando sus exportaciones petroleras a la mitad y perjudicando su comercio exterior.

El jueves pasado, el Gobierno de Trump incrementó dramáticamente su guerra económica contra Irán, prometiendo que aplicaría un embargo total contra las exportaciones de petróleo y gas natural iraníes. En noviembre, cuando expulsó a Irán del sistema bancario mundial y reimpuso sanciones sobre las exportaciones energéticas iraníes, Washington ofreció exenciones a ocho países, permitiéndoles seguir importando cantidades reducidas de petróleo y gas natural iraníes.

A pesar de las protestas de los principales consumidores de las exportaciones energéticas iraníes, incluyendo China, India, Japón y Turquía, Trump, Bolton y Pompeo se rehusaron a extender estas exenciones cuando expiraron el 2 de mayo.

Washington está ahora comprometido a imponer un bloqueo completo para las exportaciones energéticas iraníes. Otros países, incluyendo China, el mayor comprador del petróleo iraní, serán extorsionados con la amenaza de sanciones secundarias estadounidenses, basadas en el control del Consejo de la Reserva Federal y Wall Street del sistema financiero mundial.

Las sanciones estadounidenses ya han tenido un impacto devastador sobre la economía iraní, aumentando el desempleo y provocando un aumento de 50 por ciento en los precios desde la primavera el año pasado. Este es un país que ya ha sufrido por mucho tiempo aumentos en la pobreza y la desigualdad social.

Los preparativos de Washington para una provocación militar contra Irán y la proclamación de un embargo total bancario y energético contra Irán, desafiando al resto del mundo, es parte de una escalada dramática de la agresión y el militarismo estadounidenses por todo el planeta, con Washington actuando como un poder con leyes propias que puede dictar órdenes tanto a enemigos como a supuestos amigos por igual.

El Gobierno de Trump está intensificando su ofensiva contra Irán incluso cuando amenaza sobre un asalto militar contra Venezuela que busca completar su golpe de Estado contra el presidente electo del país, Nicolás Maduro.

El domingo, Trump amenazó con aumentar los aranceles de su guerra comercial contra China sobre $200 mil millones de bienes chinos a 25 por ciento e imponer aranceles nuevos a otros $200 mil millones de exportaciones chinas si Beijing no accede a las demandas estadounidenses durante las negociaciones comerciales de esta semana. Y el lunes, en incluso otro acto de agresión, dos buques de guerra estadounidenses navegaron cerca de las islas del mar de China Meridional reclamadas por China, siendo este tan solo el más reciente ejercicio de “libertad de navegación” del Pentágono. A pesar del nombre, estos ejercicios buscan reafirmar el “derecho” del Pentágono a desplegar una armada frente a las costas chinas.

Las guerras que el imperialismo estadounidense ha desencadenado desde 1991 en un intento para compensar por el declive de su poder económico, han fracasado en detener la erosión del dominio global estadounidense. Sin embargo, la clase gobernante estadounidense, dominada por el parasitismo financiero y la criminalidad, no tiene otra respuesta más que incrementar su agresión y violencia.

Los demócratas tienen disputas tácticas con Trump respecto a su política exterior, incluyendo sobre lo apto o no de privilegiar una confrontación de plena escala con Teherán. No obstante, están igual de comprometidos en perseguir la hegemonía global de Estados Unidos por medio de agresiones y guerras. En alianza con secciones del aparato militar y de inteligencia, han librado una campaña neomccarthista contra Trump, acusándolo de coludir con Rusia a fin de obligar al Gobierno a imponer una política más agresiva contra Rusia. Asimismo, apoyan la ofensiva de Trump contra Beijing, algo subrayado por la diatriba reciente de Bernie Sanders contra China.

Sin embargo, el imperialismo estadounidense es solo el líder de la jauría de lobos. Las potencias imperialistas europeas están también rearmándose frenéticamente y cultivando a partidos ultraderechistas y fascistas para intimidar a la clase obrera y construir una base de apoyo para el militarismo y la guerra.

Por su parte, los regímenes oligárquicos que aparecieron en Rusia y China como resultado de la restauración del capitalismo por parte de las burocracias estalinistas están atizando un nacionalismo reaccionario mientras oscilan entre el aventurismo militar e intentos desesperados para acercarse a Washington y a las otras potencias imperialistas.

El régimen nacionalista-burgués en Irán tampoco tiene una respuesta a la agresión imperialista. El acuerdo nuclear ahora en trizas solo fue el más reciente intento fracasado de efectuar un acercamiento al imperialismo estadounidense. Estando comprometida a defender los privilegios de clase de la burguesía iraní y enraizada ideológicamente en el populismo y nacionalismo chiita, la República Islámica es orgánicamente incapaz de movilizar a las masas de Oriente Próximo contra el imperialismo.

La oposición a la agresión y guerras imperialistas exige la movilización de la única fuerza social con el poder capaz de derrocar el capitalismo y el sistema caduco de Estados nación en el que está basado: la clase obrera.

El resurgimiento de la lucha de clases en todo el mundo —como lo ejemplifican las protestas de los chalecos amarillos en Francia, las protestas masivas en Argelia, la rebelión de trabajadores en Matamoros, México, y la ola de huelgas docentes y otras huelgas en EUA— está creando la base objetiva para el surgimiento de un movimiento global encabezado por la clase obrera contra el imperialismo y la guerra.

Tal movimiento debe defender inequívocamente a Irán y Venezuela, países históricamente oprimidos contra la agresión de Estados Unidos, oponerse a todo preparativo de guerra en su contra y luchar por la eliminación inmediata de todas las sanciones.

Con base en la oposición a todos los partidos políticos y organizaciones de la burguesía, debe unir la lucha contra la guerra con la lucha por movilizar a la clase obrera internacional en oposición a la austeridad capitalista y la desigualdad social.

(Publicado originalmente en inglés el 7 de mayo de 2019)

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