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Cambiando la fórmula de pobreza, la Administración de Trump hará a millones inelegibles para programas sociales

La Administración de Trump anunció el 6 de mayo una propuesta para cambiar la manera en la cual la taza de pobreza es calculada. La medida involucraría alterar la fórmula de inflación para que el nivel de pobreza incremente de una manera más lenta, dando la impresión de que menos personas son pobres. Muchos programas sociales, incluidos Medicaid y los cupones para alimentos, utilizan la taza de pobreza para determinar la elegibilidad de beneficios.

La propuesta sería devastadora para millones de personas. Más del 20 por ciento de la población estadounidense —unos 52 millones de personas— se beneficiaron en 2012 de programas cuya elegibilidad depende del nivel de ingresos, según la Oficina del Censo. El cambio gradualmente quitaría a millones de las listas de los programas del Gobierno, intensificando la pobreza y miseria social para los que reciben asistencia social de por sí ya inadecuada.

La propuesta fue descrita por la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB, por sus siglas en inglés), bajo la dirección del autoproclamado ultraconservador sobre el déficit y actual jefe interino del personal de la Casa Blanca, Mick Mulvaney. Al haber luchado por reducir los programas de prestaciones como Medicare y el Seguro Social, Mulvaney es uno de los múltiples funcionarios de Trump que hacen política para programas que en realidad quieren destruir.

La OMB propone cambiar la fórmula de inflación del Gobierno al llamado “índice encadenado de precios al consumidor”, el cual asume que los consumidores pueden substituir artículos que compran con alternativas más baratas cuando suben los precios. Sin embargo, los críticos notan que, dados los precios más altos de los monopolios, los individuos no pueden substituir fácilmente muchos bienes esenciales, como el transporte, gastos médicos, cuidado de niños y vivienda.

La línea de pobreza es ajustada cada año para ajustarla al índice de inflación. El nuevo índice reflejaría un crecimiento de inflación más lento y por lo tanto llevaría a que menos personas sean categorizadas como pobres. Los efectos serían particularmente graves para los ancianos, ya que son usuarios desproporcionados de atención médica, cuyos costos típicamente suben más que los precios en general.

La actual tasa de pobreza ya es severamente subestimada. La línea de pobreza oficial fue diseñada en los años sesenta como tres veces el costo de una dieta básica, en base a investigaciones que mostraron que las familias gastaban aproximadamente una tercera parte de sus ingresos en comida. Ahora, sin embargo, las familias solo gastan una séptima parte de sus ingresos en comida y el resto en otras necesidades básicas que no son consideradas lo suficiente al asignar la asistencia social.

Un estudio del Centro Nacional de Niños en la Pobreza de la Universidad de Columbia reveló que, en promedio, una familia de cuatro requeriría el doble del nivel oficial de pobreza para sobrevivir. El año pasado, el nivel de pobreza para una familia de cuatro fue solamente de 25.900 dólares.

Al criticar la anticuada fórmula para calcular la pobreza, el Gobierno de Trump no busca actualizarla científicamente para reflejar los hábitos de gasto modernos y alocar los recursos del Gobierno de una manera más justa y eficiente. Más bien, busca amañar la taza de manera artificial como manera de recortar programas sociales, facilitando desviar recursos al militarismo, los ataques contra los inmigrantes, y recortes de impuestos para los ricos.

Esta propuesta es solo uno de los múltiples ataques de Trump contra los programas sociales. El presupuesto de Trump para el próximo año fiscal impondría los recortes más grandes para Medicaid y Medicare en la historia, de casi 2 billones de dólares durante los próximos 10 años. Medicaid se convertiría en una subvención en bloque para los estados, y la expansión de Medicaid bajo Obamacare se cancelaría. El presupuesto de Trump para el año fiscal 2019 propuso recortar el Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés), conocido como cupones para alimentos, un 30 por ciento durante los próximos 10 años.

En julio del año pasado, el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca declaró que “la guerra contra la pobreza en gran parte ya terminó” y recomendó implementar requerimientos de trabajo para programas de Gobierno no monetarios. Haciendo caso omiso a la realidad, el consejo declaró que EUA ya no tenía “pobreza” o “desamparo”.

En abril del año pasado, Trump firmó una orden ejecutiva dictando que los departamentos a lo largo de su gabinete revisaran cuáles programas tenían requerimientos de trabajo asociados con beneficios. Ordenó que los programas que no tuviesen tales requerimientos fueran eliminados o consolidados, excepto cuando esto fuera ilegal.

La ley de impuestos de Trump, aprobada en diciembre de 2017 sin una oposición seria del Partido Demócrata, le otorgó ganancias extraordinarias a la élite financiera con un costo estimado de 1,5 billones de dólares, creando condiciones donde los programas sociales serían deliberadamente privados de fondos para facilitar su ataque y desmantelamiento.

El recorte de programas sociales no fue iniciado por Trump, sino que es bipartidista. Fue Obama quien trató de introducir el índice de precios encadenado en 2014. La maniobra, la cual eventualmente fue abandonada por oposición popular, habría recortado los pagos del seguro social en 130 mil millones de dólares y los beneficios de jubilación de los trabajadores federales en 35 mil millones a lo largo de 10 años. El presupuesto de Obama para el año fiscal 2012 incluyó 320 mil millones en recortes para Medicare y Medicaid a lo largo de 10 años.

En cada país, la clase obrera está siendo atacada por una rapaz clase dirigente que busca recuperar concesiones que fueron ganadas por la sangre y sudor de la clase trabajadora durante el siglo XX. El ataque a los programas sociales es la respuesta de clase de la élite financiera, en busca de resolver su crisis inextricable por medio del autoritarismo y la guerra. Los titánicos 750 mil millones disponibles al imperialismo estadounidense para lanzar guerras en el extranjero requiere ataques brutales contra los estándares de vida y beneficios sociales de la gente trabajadora en casa.

La defensa de los programas sociales, la lucha contra la guerra, y la lucha para reorganizar la vida social con una base científica y democrática requiere una ruptura con los demócratas y republicanos —ambos partidos reaccionarios de los ricos— y emprender la lucha por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de mayo de 2019)

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