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Perspectiva

¡No a la guerra contra Irán!

El peligro de una guerra total en Oriente Próximo no ha sido tan grande desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, y las consecuencias potenciales son mucho más graves.

La clase obrera debe tomar con una seriedad enorme las noticias de que el Pentágono ha desarrollado planes para enviar 120.000 soldados y marines estadounidenses a la región en preparación para una guerra de agresión contra Irán. Lo que se prepara es una guerra para un cambio de régimen, un acto rotundamente criminal que amenaza con matar a millones.

Mientras que el New York Times citó a una media docena de oficiales de seguridad nacional informados sobre los planes, el presidente estadounidense, Donald Trump, calificó el martes el reporte de “noticias falsas”, indicando que él está “absolutamente” preparado para desplegar tropas contra Irán, pero, insistió, “enviaríamos muchísimas más tropas que eso”.

La amenaza de las tropas sigue una escalada de intimidaciones militares contra Irán, incluido el despliegue fuera de las costas de Irán de un grupo de ataque con el portaaviones USS Abraham Lincoln y un grupo de bombarderos que incluye varios B-52 con capacidad nuclear. Después de esto, se envió el buque de ataque anfibio, USS Arlington, con marines estadounidenses, aviones de guerra y una barcaza de desembarco, así como una batería lanzamisiles Patriot.

El desencadenante de un conflicto de plena escala podría venir de toda una variedad de incidentes o provocaciones escenificadas en una región que ha sido llevada a un punto culminante tras década de agresiones interminables estadounidenses y una acumulación militar que ha transformado la costa sur del golfo Pérsico en un campo armado dominado por bases aéreas y navales estadounidenses.

Varias fuentes militares de EUA ya le han comunicado a la prensa corporativa, la cual funciona como un instrumento despreciable de propaganda bélica, que ya determinaron que Irán o “fuerzas patrocinadas por Irán” son culpables del presunto sabotaje de cuatro barcos, incluyendo dos petroleros sauditas, frente a las costas de los Emiratos Árabes Unidos, que fue reportado el domingo. No se ha presentado evidencia alguna para corroborar esta acusación de un incidente que sigue siendo turbio; sin embargo, los medios noticiosos “incrustados” en las fuerzas armadas repiten como hecho que Irán es culpable.

Los supuestos actos de sabotaje fueron seguidos dos días después por ataques con drones contra dos estaciones de bombeo en el mar Rojo operadas por Aramco, la empresa nacional de petróleo y gas natural de la dictadura monárquica saudita.

Los rebeldes hutíes yemeníes dijeron ser responsables de los ataques, afirmando que lo hicieron como represalia por la guerra cuasigenocida respaldada por EUA que el régimen saudita ha estado librando contra Yemen durante los últimos cuatro años, cobrando más de 80.000 vidas y empujando a 10 millones al borde de la inanición.

La monarquía saudita, la cual ha aterrorizado a toda la población yemení por medio del bombardeo de escuelas, hospitales, mezquitas y edificios residenciales, se atrevió a llamar el acto de represalia de los hutíes como “terrorismo”.

Según los términos de los ultimátum entregados por el secretario de Estado de EUA, Mike Pompeo, y el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, cualquiera de estos ataques podría desatar una guerra de agresión. Como lo puso Bolton, “cualquier ataque contra los intereses estadounidenses o de sus aliados se topará con una fuerza implacable”. Pompeo ha prometido una respuesta “rápida y decisiva” a cualquier supuesto acto de Irán o de sus llamadas “fuerzas patrocinadas” que desafíe los intereses estadounidenses en la región.

Cualquier acción militar estadounidense contra Irán se sumaría al embargo económico ya impuesto contra el país. Apodada la política “de máxima presión”, el imperialismo estadounidense ha buscado atar una soga económica en el cuello de Irán.

Desde anular unilateral e ilegalmente el acuerdo nuclear con Irán de 2015, Washington no solo ha reinstituido las sanciones levantadas bajo el acuerdo, sino que ha librado una guerra económica total que busca reducir las exportaciones iraníes de petróleo a cero, congelar sus actividades en los mercados financieros globales y frenar su comercio internacional. El pueblo iraní ha pagado el precio, sufriendo una inflación de casi 50 por ciento, junto a aumentos en el desempleo y la pobreza.

A pesar de que se ha certificado el cumplimiento completo de Irán con los estrictos límites del acuerdo a su programa nuclear, Washington ha amenazado que la supuesta intención de Teherán de conseguir armas nucleares —algo que siempre ha negado— podría ameritar una respuesta militar.

Irán respondió recientemente al fracaso de los otros firmantes del acuerdo nuclear —particularmente Alemania, Francia y Reino Unido— a contrarrestar efectivamente el bloqueo estadounidense y mitigar las sanciones como habían prometido amenazando con reanudar su enriquecimiento de uranio a un nivel más alto. Pese a tener permitido bajo el acuerdo, esto podría ser aprovechado por Washington como un pretexto para una agresión militar.

¿Cuáles serían las consecuencias de una guerra estadounidense contra Irán, un país con cuatro veces el tamaño y más del doble de la población de Irak? La guerra lanzada por el Gobierno de Bush hace 16 años mató a más de un millón de civiles iraquíes y cobró la vida de casi 4.500 tropas estadounidenses, dejando a 30.000 más heridas. No solo sería mucho mayor la carnicería en este caso. Una guerra contra Irán inevitablemente arrastraría al resto de la región, así como a los países que el aparato militar y de inteligencia de Washington ha calificado como las “grandes potencias” competidora del imperialismo estadounidense, incluyendo Rusia y China, ambos con armas nucleares, en condiciones en que EUA ha lanzado una guerra comercial de plena escala contra Beijing.

Mientras que la política estadounidense está siendo impulsada en un sentido inmediato por la gradual escalada militar en sí, le subyacen una combinación de intereses globales imperialistas y contradicciones internas tanto sociales como políticas cada vez más agudas.

No es un accidente que Washington esté amenazando simultáneamente a Irán y Venezuela con una intervención militar. El primer país cuenta con los segundos mayores yacimientos petroleras en Oriente Próximo y el segundo tiene los yacimientos comprobados más grandes del mundo. A fin de contrarrestar el declive continuo de su posición económica mundial, el imperialismo estadounidense busca reafirmar su control indisputado sobre las reservas energéticas del mundo. Esto le permitiría racionar o cortar el acceso de sus rivales —en primera instancia, China, pero también a Europa—. Tales ambiciones están encaminadas hacia una tercera guerra mundial.

Los preparativos de guerra contra Irán también están siendo impulsados intensamente por la crisis social y política dentro del mismo EUA, el cual se caracteriza por sus niveles insostenibles de desigualdad social generados por una economía basada en el parasitismo financiero.

Con la expansión de la lucha de clases, reflejado en el mayor número de trabajadores que participaron en huelgas en EUA en más de tres décadas, la oligarquía capitalista ve en la guerra el medio para redirigir las tensiones sociales hacia el exterior, al tiempo en que crea las condiciones para formas cada vez más autoritarias de gobierno. Así como Julian Assange y Chelsea Manning han sido hostigados y encarcelados por exponer los crímenes de guerra estadounidenses, una escalada militarista en el exterior se utilizará para criminalizar toda la oposición tanto a la guerra como al gobierno capitalista dentro de EUA.

La marcha hacia una guerra contra Irán está siendo perseguida en gran parte detrás de las espaldas del pueblo estadounidense. Ni siquiera se pretende buscar una aprobación legal llevando las acusaciones inventadas e infundadas de Washington sobre la supuesta agresión iraní a las Naciones Unidas, ni hablar de buscar una autorización del Congreso (algo que los demócratas concederían), como sí se llevó a cabo con el fraude de las “armas de destrucción masiva” en la guerra no provocada de 2003 contra Irán. Tampoco se está intentando crear una excusa de “derechos humanos” como con las guerras contra Libia y Siria.

El lanzamiento de una guerra contra Irán generaría gran indignación y una conmoción popular. Existe una amplia oposición a la guerra, así como un escepticismo y odio profundos y perdurables hacia la élite política y la prensa, entre los trabajadores y jóvenes en EUA.

Sin embargo, el máximo peligro es que esta oposición social masiva no se organice políticamente, mientras todo el espectro de la política oficial, tanto los demócratas como los republicanos, apoyan la catastrófica política de guerra del imperialismo estadounidense.

Independientemente del resultado inmediato de un ataque estadounidense contra Irán, los acontecimientos van inexorablemente dirigidos hacia una guerra mundial. Esta realidad debe impulsar una urgente lucha internacional para poner fin al imperialismo y reorganizar la sociedad sobre bases socialistas.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de mayo de 2019)

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