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Perspectiva

El asesinato policial en Memphis

El brutal asesinato el miércoles de Brandon Webber de 20 años a manos de agentes federales estadounidenses es la última manifestación de violencia policial en un país donde los jóvenes y trabajadores son acribillados a tiros en las calles por asesinos en uniforme con una regularidad insensibilizante.

Webber, padre de tres y estudiante en la Universidad de Memphis, recibió, según testigos oculares, hasta 20 tiros después de que lo esposaran y sometieran los policías que habían ido a su casa con una orden de arresto por delito. Webber, un afroamericano, es la tercera víctima de violencia policial homicida en Memphis este año.

Dos días antes, en el rincón noreste de Tennessee, un joven hombre blanco fue asesinado por la policía de una manera sorprendentemente parecida. La policía fue a la casa de Terry Frost, de 32 años, en el condado rural de Sullivan, con una orden de arresto. Así como con Webber, la policía alegó que Frost utilizó su vehículo como un arma cuando intentaba escapar. Los oficiales abrieron fuego y lo asesinaron.

Entre el asesinato de Frost el lunes y aquel de Webber el miércoles, se anunció el martes que un oficial policial de Memphis grabado el año pasado matando a Terrance Carlton, de 25 años y desarmado, cuando estaba en posición fetal en el suelo, no enfrentará cargos penales.

El miércoles en la noche, policías antidisturbios fuertemente armados en Memphis atacaron a cientos de residentes furiosos del barrio Frayser donde Webber fue matado. Lanzaron gas pimienta a las caras de jóvenes y trabajadores desarmados. Tres personas fueron arrestadas, incluyendo una que fue acusada de incitar una revuelta.

La prensa hizo hincapié en las afirmaciones de las autoridades de que 25 oficiales policiales salieron heridos, ninguno seriamente, por las piedras y botellas lanzados por los manifestantes. El alcalde Jim Strickland, un demócrata, le comentó a una televisora local que la “respuesta violenta” a cualquier tiroteo policial era “absolutamente inaceptable y no será tolerada”.

Cada año en EUA, aproximadamente mil personas, abrumadoramente de clase obrera, son asesinadas cada año por la policía. Según una base de datos del Washington Post, la muerte de Webber es el asesinato número 406 de la policía durante 2019.

Han pasado casi cinco años desde que se detonó una ola de protestas por todo Estados Unidos después de que un policía asfixiara con sus brazos a Eric Garner en New York y otro tiroteara a muerte a Michael Brown en Ferguson, Missouri. Sin embargo, en años subsecuentes, la cifra de asesinatos policiales solo ha seguido aumentando.

Las condiciones en Memphis, una ciudad de 650.000 personas, y particularmente en Frayser, ejemplifican las condiciones subyacentes económicas y sociales de todo el país. En 2011, el censo declaró a Memphis “la ciudad grande más pobre en Estados Unidos”. El ingreso promedio por hogar en la ciudad es de $38.826, y la tasa de pobreza es de 26,9 por ciento.

En Frayser, el barrio más pobre en Memphis, las cifras correspondientes son $31.065 y 44,8 por ciento.

Así como en múltiples otras ciudades, Memphis se vio golpeada por cierres de fábricas en los años setenta y ochenta, dejando a comunidades como Frayser económicamente devastadas, sin nada más que desechos tóxicos abandonados por las plantas cerradas para servir como un recordatorio de los trabajos desaparecidos.

La violencia policial es una expresión de las agudas contradicciones de clases que permean una sociedad dominada, detrás de los trapos cada vez más desgastados de democracia, por una oligarquía corporativa-financiera criminal. La policía sirve como la primera línea de represión estatal en un país donde los tres milmillonarios más ricos tienen más riqueza que la mitad más pobre o 175 millones de estadounidenses combinados, y donde la élite política entera y sus dos partidos principales están enfocados en apuntalar la bolsa de valores inyectando billones de dólares en Wall Street pagados por medio de recortes en los trabajos, salarios, pensiones, salud y educación.

Un cuarto de siglo de guerras interminables en el extranjero, libradas para proteger los intereses globales de los oligarcas, tiene su contraparte nacional en la militarización de la policía. Miles de millones de dólares en equipo militar —tanques, helicópteros, vehículos acorazados, drones— han pasado a manos de los departamentos policiales estatales y locales en décadas recientes. Como con la redistribución de la riqueza de pobres a las cumbres de la sociedad, el proceso ha sido presido tanto por demócratas como republicanos.

El Gobierno de Trump adoptó formalmente una política de prepararse para la guerra contra las “grandes potencias” competidoras de EUA, comenzando por China y Rusia. Los estrategas de esta política hablan de una “guerra total”, centrada en la militarización del frente nacional y la supresión de la oposición social y política. A esto se deben los llamados abiertos de Trump a que la policía “se ponga ruda” y el establecimiento de campos de concentración para inmigrantes. Los demócratas han permanecido prácticamente en silencio sobre la persecución de inmigrantes, mientras votan abrumadoramente a favor de los aumentos masivos en el presupuesto para el Pentágono.

Ante el asesinato policial en Memphis y el estallido de protestas, los promotores de las políticas raciales están intentando nuevamente encubrir las cuestiones fundamentales de clase detrás de la brutalidad policial y presentan la problemática como una cuestión puramente racial. Pamela Moses, fundadora de Memphis Black Lives Matter y una candidata para alcalde, le dijo a la revista Time que la policía “supuestamente está entrenada para arrestar sin fuerza letal, pero cuando se trata de nosotros, siempre tenemos que morir”.

De hecho, más blancos mueren a manos de la policía que negros, a pesar de que los negros, junto a los hispanos mueren a una tasa desproporcionalmente alta. Según la lista del Washington Post, de los 181 asesinatos policiales este año en que se sabe la raza del fallecido, hubo 82 blancos, 52 negros y 44 hispanos. Sorprendentemente, hubo asesinatos policiales en 46 de los 50 estados, incluyendo aquellos en gran medida rurales, de baja densidad poblacional y abrumadoramente de población blanca como Vermont y Wyoming. Lo que tiene la vasta mayoría de las víctimas de la violencia policial tiene en común no es su raza, sino que son parte de la clase trabajadora.

Mientras que el racismo sin duda desempeña un papel en los ataques policiales contra las minorías, la razón básica por la que los negros e hispanos son victimizados con tanta frecuencia es porque componen un porcentaje desproporcional de las secciones más empobrecidas y oprimidas de la clase obrera. Con pocas excepciones, no son los negros e hispanos adinerados los que son sometidos al terrorismo policial.

El papel de la política racial y otras formas de política de identidades es desviar la atención de la fuente real de la violencia y la represión policiales, así como de la pobreza, la desigualdad y la guerra, es decir, el sistema capitalista. Políticamente, sirve para dividir a la clase obrera y canalizar la oposición social detrás del Partido Demócrata, un partido de Wall Street, el complejo militar y de inteligencia y las secciones privilegiadas de la clase media-alta.

Fue el presidente afroamericano y demócrata, Barack Obama, quien expandió el programa de distribución de armas militares a la policía y el que intervino repetidamente para defender a la policía cuando era denunciada en las cortes por violaciones ilegales e inconstitucionales de las libertades civiles. Bajo el mandato de Obama, con excepciones sumamente escasas, los policías asesinos salieron impunes sin siquiera enfrentar cargos. Trump está partiendo de las bases establecidas por su predecesor para apoyar abiertamente la violencia policial.

La policía es parte de lo que Engels llamó los “cuerpos especiales de hombres armados” que constituyen el Estado capitalista. No pueden ser reformados añadiendo a minorías o supervisión civil. El Estado no es un cuerpo neutral. Es el brazo represivo de la clase gobernante.

Ante el recrudecimiento de la crisis económica, social y política del capitalismo en EUA e internacionalmente y el movimiento cada vez más extenso de la clase obrera estadounidense y mundial contra la desigualdad social, la élite gobernante en EUA y en todos los otros países está girando cada vez más abiertamente hacia formas dictatoriales de gobierno.

Los jóvenes y trabajadores que quieran luchar contra la plaga de la violencia y los asesinatos policiales deben girar hacia este movimiento creciente de trabajadores de todas las razas y nacionalidades—hacia los maestros, personal de salud y trabajadores industriales que están emprendiendo huelgas en números no vistos en décadas—y luchar por unirlos con base en una batalla por la igualdad y democracia auténticas bajo el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de junio de 2019)

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