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Perspectiva

El debate demócrata da inicio a campaña electoral de 2020 con una avalancha de demagogia

El debate del miércoles entre diez candidatos presidenciales demócratas, la primera de dos noches de debates en Miami, fue el primer evento oficial de la campaña para la nominación presidencial demócrata. Se produce después de la inauguración de la campaña de reelección del presidente republicano Donald Trump el 18 de junio en Orlando, Florida.

El primer debate demócrata está siendo realizado con 10 candidatos cada noche. El Comité Nacional Demócrata afirma que el gran número de candidatos volvía poco práctico cualquier otro formato. Los candidatos están limitados a respuestas de un minuto y refutaciones de 30 segundos, lo que garantiza la predominancia en el debate de consignas vacías y respuestas preparadas de una línea.

La demagogia fue abundante en el primer día, con los candidatos afirmando que, de ser presidentes, el pueblo estadounidense tendrá un acceso decente a la salud, mejores niveles de vida, empleos enriquecedores, un ambiente limpio, pensiones garantizadas y una infraestructura social reconstruida.

El evento asumió un carácter absurdo o grotesco. Los distintos candidatos hicieron lo posible para hablar en un español trillado, como si eso ayudara a encubrir la participación del Partido Demócrata en la victimización y deportación de inmigrantes, incluso bajo Obama, el “deportador en jefe”. Bill de Blasio, quien ha sido por cinco años el alcalde de la Ciudad de Nueva York, el epicentro del capital financiero, declaró que el Partido Demócrata debe convertirse en partido de la clase obrera. El senador de Nueva Jersey, Cory Booker, intentó convencer a la audiencia que personalmente se enfrenta a la violencia de pandillas y asesinatos policiales a diario, justo afuera de su casa.

En general, se evitó premeditadamente el historial real de esta organización política, el Partido Demócrata, a la que buscan representar los candidatos. Hubo bastantes reclamos sobre la desigualdad social, pero nadie —incluyendo los moderadores— consideró tomar nota del hecho de que el Gobierno de Obama presidió el rescate de los bancos y la mayor transferencia de riqueza de la clase obrera a los ricos en la historia mundial.

Por décadas, tanto bajo demócratas como republicanos, la clase gobernante estadounidense ha estado involucrada en una contrarrevolución social, haciendo caer los niveles de vida, la asistencia social, las pensiones, el ambiente y todo otro aspecto de la vida social.

El debate fue celebrado en el contexto de la escalada de los ataques fascistizantes del Gobierno de Trump contra los inmigrantes. Ante los horrendos eventos en la frontera con México, los candidatos presidenciales demócratas han derramado lágrimas de cocodrilo por los campos de detención para niños y adultos siendo encarcelados por el Servició de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y sus prisiones privadas.

Sin embargo, cuando el Senado votó el miércoles sobre legislación que ofrecería $4,6 mil millones para los campos de concentración de Trump, la dirección demócrata y la mayoría de los demócratas se unieron en el voto bipartidista de 84 a 8 para aprobar la legislación. Los siete senadores que se postularon para presidente estaban todos en Florida preparándose para el debate y no votaron, pero la mayoría aceptó darle a Trump el dinero.

En uno de los pocos comentarios inteligentes en la prensa, John Harris de Politico indicó que las consignas que parecen radicales como “Medicare para todos” y el “Nuevo trato verde” están siendo pronunciadas por políticos con registros distintamente no radicales, “carreristas que escalan la jerarquía”. En las palabras de Harris: “Esta camarilla de demócratas cree que las oleadas ideológicas, dentro del partido y el país más ampliamente, han girado a la izquierda”.

El propósito de la retórica “izquierdista” de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, ahora utilizada por muchos de los otros candidatos demócratas, busca frenar la radicalización de trabajadores y jóvenes en Estados Unidos y desviarla de vuelta al marco del segundo partido capitalista más viejo del mundo, para bloquear la aparición de un movimiento político auténticamente independiente de la clase obrera que amenace el capitalismo.

La lealtad de clase real del Partido Demócrata fue resumida por el actual candidato al frente de las encuestas, el exvicepresidente Joe Biden, quien le aseguró a una audiencia de Wall Street la semana pasada que las promesas de los demócratas los trabajadores no significarían ninguna carga para los ricos. “Nadie tiene que ser castigado”, dijo. “No tiene que cambiar el nivel de vida de nadie. Nada cambiaría fundamentalmente”. Biden, junto a Sanders, participarán en la segunda parte del debate esta noche.

Tal lealtad a la clase capitalista es expresada en la política tanto exterior como nacional. El Partido Demócrata está comprometido inflexiblemente con la defensa de los intereses globales del imperialismo estadounidense. Lo demostró el apoyo de los demócratas a la guerra comercial de Trump contra China y su respaldo a la acumulación militar récord Trump. Por medio de la campaña antirrusa basada en acusaciones fraudulentas de conspiración entre Trump y Rusia durante la campaña electoral de 2016, los demócratas actuaron como abogados políticos para una sección del aparato militar y de inteligencia, buscando una intervención más grande de EUA en Siria, Ucrania y Europa del Este en oposición a Rusia.

Uno de los episodios más escalofriantes y reveladores del debate de ayer fue cuando les pidieron a los candidatos dar una lista de la amenaza más importante para Estados Unidos, con muchos aprovechando para denunciar a China y concluyendo con la denuncia de Rusia por parte de De Blasio.

A pesar del gran número de candidatos y la pretensión de que esta es una consulta popular, la selección del próximo candidato presidencial demócrata es todo menos un ejercicio de democracia auténtica. Durante los próximos ocho meses, no se emitirá ningún voto. En cambio, los candidatos subirán y caerán según las encuestas impulsadas por los medios, las recaudaciones de fondos y las sórdidas maniobras entre bastidores por parte de las poderosas facciones de la gran patronal, los militares y las agencias de inteligencia que realmente deciden en la política capitalista.

Una vez que comience la votación en febrero, la prensa corporativa y la élite del Partido Demócrata intervendrá agresivamente para garantizar que cualquiera que sea el próximo nominado sea aceptable para las dos bases de apoyo principales del partido: Wall Street y la CIA.

Las elecciones de 2020 están desenvolviéndose en condiciones de un recrudecimiento de la crisis económica mundial, conflictos cada vez más tensos entre las mayores potencias y un insurgente movimiento desde abajo expresado en huelgas, protestas masivas y rebeliones contra antiguas dictaduras, como en Sudán y Argelia. Sin duda habrá conmociones políticas y sorpresas en la política estadounidense también.

Ya fue claro con el ejemplo de Pete Buttigieg, un don nadie político, alcalde de South Bend, Indiana, número 306 entre las ciudades de mayor población en el país. Buttigieg, de 37 años, ha sido promovido como una relevante figura política en los últimos seis meses con la ayuda de su identidad como un hombre abiertamente gay (emocionando a los promotores de la política de identidades) y su récord como un agente de inteligencia que ayudó a dirigir los escuadrones de la muerte SEAL de la Armada estadounidense en Afganistán (dando garantías al aparato militar y de inteligencia).

Después de llegar al cuarto lugar en algunas encuestas, Buttigieg podría ahora derrumbarse después del asesinato policial de un hombre negro de 53 años en South Bend la semana pasada. Después de correr de los eventos de campaña en Florida al ayuntamiento en South Bend, el “alcalde Pete” fue abucheado y denunciado por una multitud enojada, principalmente de clase obrera y afroamericanos.

Este evento en particular fue una expresión de una realidad más general. Independientemente de la retórica de los candidatos, empleada con diferentes grados de habilidad o falta de ella, el Partido Demócrata es un partido derechista de Wall Street y el ejército. La oposición auténtica al Gobierno de Trump, la desigualdad social, el autoritarismo y la guerra no avanzará por medio de esta organización, sino en oposición irreconciliable a ella.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de junio de 2019)

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