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Perspectiva

La estrategia fascista de Donald Trump

Donald Trump extendió sus ataques fascistas contra cuatro legisladoras entrantes demócratas ayer, tuiteando que Rashida Tlaib, Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar y Ayanna Pressley son “horriblemente anti-Israel, anti-EUA, proterroristas”. Denunció la “Izquierda Radical” y describió a las congresistas como “comunistas”, añadiendo, “Si odian este País o si no están felices aquí, ¡pueden irse!”.

El domingo, Trump inició su provocación tuiteando que las cuatro legisladoras —todas ciudadanas estadounidenses— deberían “volver” a “los lugares infestados con crimen de donde vinieron”. Arguyendo que la oposición social en general y particularmente el socialismo son formas de “terrorismo”, tuiteó, “Nunca seremos un país socialista o comunista”.

En una declaración editorial ayer, el New York Times describió las declaraciones de Trump, “una maniobra para distraer del fiasco de sus políticas, sus derrotas en las cortes y sus fracasos políticos”. En una rueda de prensa el lunes por la tarde, las cuatro legisladoras atacadas realizaron declaraciones similares, refiriéndose a la diatriba de Trump como una “distracción”.

Esto lo desmiente el hecho de que los “puntos de discusión” escritos por Trump y capturados por fotógrafos durante su rueda de prensa del lunes señalaban: “Es de hecho PELIGROSO—porque parece que odian Estados Unidos”. Sus notas preparadas decían, “Quieren que Estados Unidos sea SOCIALISTA”.

Extrapolando de estas notas, Trump ser refirió “al amor por Al Qaeda” de las congresistas, afirmando que “odian a los judíos”. Cuando un reportero le pregunto si estaba preocupado de que los “nacionalistas blancos” estuvieran felices por sus tuits, Trump respondió, “No me preocupa porque muchas personas están de acuerdo conmigo”.

Trump está procediendo de acuerdo con una estrategia política deliberada y desarrollada por su equipo de “expertos” fascistas en la Casa Blanca, incluyendo a Stephen Miller, el arquitecto de la ofensiva de Trump contra los inmigrantes. Está atacando a las cuatro congresistas con un alto nivel de consistencia, repitiendo temas políticos comunes entre los movimientos políticos fascistas y ultraderechistas.

Está igualando la oposición y las críticas a su gobierno personal con el apoyo al terrorismo, preparando el camino para criminalizar la libre expresión y el pensamiento crítico. Trump declara que sus oponentes son “peligrosos” y “odian” la nación, sugiriendo que “quejarse sobre las políticas del Gobierno es una traición. Presenta el socialismo y el comunismo como ideologías extranjeras dirigidas contra el pueblo estadounidense.

Estas son las ideas desarrolladas por los teóricos nazis como el jurista Carl Schmitt, quien desarrolló la concepción de un “estado de excepción” para justificar el gobierno totalitario nazi. Detrás de la afirmación de Trump de que aquellos que “no están felices” y “quieren que Estados Unidos sea socialista” deberían “irse” de EUA está la sugerencia de que si no lo hacen voluntariamente, el Gobierno tiene la justificación para detenerlos a la fuerza.

El carácter estratégico y calculado de las declaraciones de Trump es aún más significativo en su contexto. Ayer, Trump denunció a la “ultraizquierda” por afirmar que el Gobierno está deteniendo a los inmigrantes —incluyendo niños— en campos de concentración insalubres. “No son campos de concentración, están siendo muy bien administrados”, dijo.

Millones de inmigrantes —cuantiosos sectores de la clase obrera de 10 ciudades— están viviendo bajo el temor de las redadas anunciadas por Trump más temprano este mes. La semana pasada, amenazó con violar la decisión de la Corte Suprema que le prohibía incluir una pregunta sobre ciudadanía en el censo de 2020. El lunes, el Gobierno impuso una nueva regulación federal que efectivamente bloquea que los centroamericanos busquen asilo en Estados Unidos, una clara violación del derecho internacional.

Estas acciones se producen después del despliegue de miles de tropas activas a lo largo de la frontera con México y su declaración de un estado de emergencia para esquivar el Congreso y asignar fondos al Pentágono para construir su muro fronterizo.

Con cada una de estas medidas, Trump ha empleado la xenofobia antiinmigrante como la punta de lanza para violar normas constitucionales básicas y gobernar por decreto.

Trump y sus asesores están intentando construir un movimiento extraconstitucional que vincula a los elementos fascistas dentro del Estado, incluyendo a decenas de miles de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), con la minoría de votantes que apoyan sus políticas reaccionarias.

La respuesta del Partido Demócrata combina su típica incompetencia con llamados basados en razas que alimentan más la estrategia de Trump. La dirección demócrata anunció ayer que se opone a los llamados dentro de su bancada de censurar formalmente a Trump por sus declaraciones, optando en cambio por una resolución no vinculante y moderada que utiliza a Ronald Reagan como ejemplo de la democracia estadounidense.

El Partido Demócrata no ha avanzado ninguna oposición seria a las medidas dictatoriales de Trump y votó el mes pasado a favor de darle $4,6 mil millones adicionales para financiar su guerra contra los inmigrantes.

La prensa alineada con el Partido Demócrata ha respondido a la diatriba de Trump denunciando viciosamente a la “gente blanca” en general y particularmente a los trabajadores blancos. En un artículo intitulado, “La política de la identidad blanca impulsa a Trump y al Partido Republicano debajo suyo”, el Washington Post culpó ayer al “malestar blanco” por las declaraciones recientes de Trump.

El Post aseveró que “la mayoría de los estadounidenses blancos expresan algún tipo de resentimiento en las encuestas durante los años electorales”, citando a un profesor de la Universidad Duke que afirmó que “el sentimiento de la identidad blanca es mucho más fuerte entre los blancos sin educación universitaria que en aquellos que no fueron a la universidad”.

En una columna del New York Times el lunes, intitulada, “Los Estados Unidos de Trump es un ‘País de los hombres blancos’”, Jamelle Bouie exigió que los demócratas castiguen a los votantes blancos distanciándose completamente de cualquier apelación a los trabajadores blancos.

“Lo que es más sorprendente que el racismo de sangre y tierra del presidente”, escribió, “es cómo las élites del Partido Demócrata —o al menos un grupo de ellas— están jugando con las mismas presunciones. No han presentado al trabajador blanco y propietario como el único ciudadano de valor, pero están obsesionados con ganar a ese votante a su lado”.

Tales comentarios, saturados de odio hacia la clase obrera, proveen un terreno fértil para que los fascistas argumenten la política racial del Partido Demócrata exige una respuesta racial de la ultraderecha. Como lo dijo Stephen Bannon en 2017, “Cuanto más hablen [los demócratas] sobre la política de identidades, tanto más los tengo”.

El Gobierno de Trump es un Gobierno en crisis perpetua, odiado por la gran mayoría de la población. Teme ante todo el crecimiento de la oposición de la clase obrera dentro de Estados Unidos, expresada inicialmente por la ola de huelgas de docentes y otras luchas.

Esto no lo vuelve menos peligroso. Su principal ventaja es su supuesta oposición, el Partido Demócrata. Los demócratas no están menos petrificados ante la posibilidad de protestas sociales masivas y han dedicado todos sus esfuerzos a contener y difuminar la oposición a Trump y a sus políticas proempresariales y belicistas.

El Partido Socialista por la Igualdad lucha por una respuesta de clase a la amenaza del fascismo. Miles de millones de personas en todo el mundo están horrorizadas ante los recientes acontecimientos en Estados Unidos. No existe apoyo alguno en Estados Unidos para detener a niños en jaulas ni para un gobierno por orden ejecutiva. La mayoría de los propios votantes de Trump no buscaron elegir a un fascista.

La principal tarea es movilizar el poder social de los trabajadores de todas las razas y nacionalidades en una lucha común e internacional por la igualdad social. Establecer la unidad de la clase obrera requiere una lucha implacable contra el veneno de la política racial y de identidades, la ideología reaccionaria de la clase media-alta.

Los insultos fascistas del presidente no se originan en la propia mente de Trump como individuo. Son la perspectiva de una sección significativa de la clase capitalista, la cual se orienta hacia una dictadura para proteger su riqueza. La lucha contra el fascismo requiere una lucha contra su fuente: el sistema capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de julio de 2019)

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