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La senadora Warren advierte de una “crisis” económica en Estados Unidos

La senadora demócrata y candidata presidencial Elizabeth Warren ha advertido de un colapso de la economía estadounidense de las proporciones del derrumbe financiero de 2008 o incluso peor. En un comentario publicado el lunes en Medium titulado “La crisis económica que se avecina y cómo pararla”, ella dice que hay “serias señales preocupantes en la economía”.

Exige que el Congreso “actúe antes de que otra crisis le cueste a las familias estadounidenses sus hogares, empleos y ahorros”.

La intervención de Warren sin duda está dirigida hacia el debate entre los precandidatos presidenciales demócratas en Detroit, Michigan, de la semana que viene. Ese estado, junto con otros estados del “cinturón del óxido” devastados por la desindustrialización, por estrecho margen votó por Trump en 2016, lo que le costó a Hillary Clinton las elecciones presidenciales.

A pesar de las motivaciones políticas y las maniobras tras sus advertencias, los datos que cita en su artículo apuntan a la amenaza de otra crisis en la economía estadounidense, no obstante el boom récord del mercado de valores y la caída del desempleo oficial a su nivel más bajo en 50 años.

Warren escribe que hay mucho por lo que “preocuparse” en la economía. “Veo un sector manufacturero en recesión. Veo una economía precaria que está construida encima de la deuda —tanto la de los hogares como la corporativa— y que es vulnerable a impactos. Y veo una serie de impactos serios en el horizonte que podrían causar que los cimientos de nuestra economía temblorosa se desplomen”.

Ella cita una serie de estadísticas sobre la deuda tanto a nivel familiar como al corporativo. Costes en alza de elementos básicos tales como vivienda y educación, sumados a salarios estancados, han elevado la deuda de las familias a niveles récord. La deuda estudiantil se ha más que duplicado y la deuda por préstamo para el coche está en sus niveles más altos desde que se empezaran a recoger datos sobre ello hace dos décadas.

Unos 71 millones de estadounidenses adultos, más del 30 por ciento de todos los adultos del país, han tenido deudas colocadas en cobro, lo que significa que están más de 180 días atrasados en sus pagos, según una encuesta realizada por el Urban Institute hace un año.

La deuda corporativa también está en aumento. Los préstamos apalancados —es decir, prestarles a compañías que ya tienen muchas deudas— ha subido un 40 por ciento desde principios de 2017. Según Warren, estos préstamos de alto riesgo ahora constituyen un cuarto de todos los préstamos de negocios estadounidenses, y “se parecen mucho a las hipotecas basura anteriores a 2008”.

La antigua jefa de la Reserva Federal estadounidense, Janet Yellen, también ha señalado hacia los peligros planteados por estos préstamos, los cuales, como las hipotecas basura, tienen una protección mínima y son empaquetados y vendidos a inversores. En octubre pasado, en una entrevista con el Financial Times, Yellen dijo que había habido un “enorme deterioro en los estándares; se han suavizado las cláusulas en los préstamos apalancados”. Dijo que estaba “preocupada por los riesgos sistémicos asociados con estos préstamos”.

Warren también cita datos recientes de la Reserva Federal que muestran que, contrariamente a las afirmaciones de Trump acerca de un renacimiento en la manufactura, este sector de la economía estadounidense ahora está en recesión. La producción bajó un 1,2 por ciento en el trimestre de junio después de un declive del 1,9 por ciento para los primeros tres meses del año.

Los mercados financieros también apuntan a una recesión: la curva de rendimiento del Tesoro se ha invertido en marzo por primera vez desde 2007. La inversión se refiere a una situación en la que el rendimiento de bonos a largo plazo cae por debajo de la tasa a corto plazo —un fenómeno que en el pasado ha sido un pronosticador confiable de recesiones.

Warren también apunta a la política comercial y exterior de Trump, diciendo que la guerra comercial con China amenaza la manufactura estadounidense, y el presidente está incitando al Reino Unido hacia un Brexit sin acuerdo que tendría “efectos inmediatos y un efecto colateral significativo” en la economía estadounidense.

Pero Warren no se opone a la guerra comercial, que a nada recuerda más que a la desastrosa guerra económica de la década de 1930. A ella solo le preocupa que sea llevada a cabo sobre la base de una “estrategia coherente —trabajando con nuestros aliados— para responder a las tácticas de China”.

La importancia política de la crítica de Warren, como apuntó el articulista del World Socialist Web Site Patrick Martin en el perfil que escribió de su candidatura presidencial, es que persigue “contrarrestar la popularidad creciente del socialismo entre los jóvenes y los trabajadores” sembrando la ilusión de que “el capitalismo puede ser reformado —mediante la elección de ella misma y de figuras políticas similares— y se puede hacer que funcione en interés de los trabajadores”.

El carácter falaz de la agenda que propone Warren, que se ha descrito a sí misma como una “capitalista hasta la médula”, queda subrayado por las medidas que plantea para enfrentarse a las claras señales de una crisis que se profundiza. Escribe que hay “buenas noticias” porque “tenemos la oportunidad de salir de una crisis... si adoptamos medidas valientes ahora para abordar los problemas subyacentes”.

Pero estas “medidas valientes” ante una crisis que, como 2008 reveló, amenaza con un colapso total del sistema financiero, consiste en nada más que unas pocas reformas insignificantes. Estas incluyen elevar el salario mínimo a $15 la hora, darles a los trabajadores la potestad de elegir al menos el 40 por ciento de las juntas corporativas y cancelar la deuda estudiantil hasta $50.000.

Respecto al aumento descontrolado de la deuda corporativa en la búsqueda de ganancia mediante la especulación financiera, Warren propone que el Consejo de Supervisión de la Estabilidad Financiera creado por el Congreso después de 2008 “monitoree los riesgos que rebasan los diferentes mercados” y “se reúna específicamente para discutir esos riesgos y anuncie un plan para abordarlos”.

Al igual que con los aspirantes a reformistas del capitalismo, Warren nunca explica por qué tales regulaciones, supuestamente implementadas para impedir la especulación desenfrenada, ni que hablar de las actividades directamente criminales, han demostrado ser completamente ineficaces.

La razón está en su orientación política y los intereses de clase que representa. Tratar honestamente con la bancarrota de las restricciones simbólicas a los bancos y fondos de protección revelaría el hecho de que todo el sistema financiero opera como un mecanismo institucionalizado para la acumulación de riqueza en manos de las élites financieras. Establecería la necesidad de un programa genuinamente socialista con el objetivo de llevar las “cimas del mando” de la economía bajo la propiedad pública y el control democrático. Para una figura política “capitalista hasta la médula”, esto es algo a ser evitado a toda costa.

(Publicado originalmente en inglés el 24 de julio de 2019)

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