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Perspectiva

Un mes antes de la expiración de contratos

Trabajadores automotores estadounidenses en rumbo de colisión con empresas

Se avecina una batalla: a la media noche del 14 de setiembre, en un mes, los convenios laborales de cuatro años que cubren a 155.000 trabajadores de General Motors, Ford y Fiat Chrysler en Estados Unidos expirarán.

Los trabajadores automotores están decididos a luchar. Han soportado décadas de pérdidas salariales y en prestaciones, las cuales empeoraron tras la crisis de 2008 y la reestructuración de la industria automotriz bajo Obama. El asalto contra los trabajadores ha producido ganancias récord para las empresas automotrices y los inversores de Wall Street.

Las empresas de autos, por su parte, están decididas a verter todo el peso de una nueva reestructuración de la industria automotriz sobre los trabajadores automotores, eliminando ya decenas de miles de puestos por todo el mundo. En medio de señales cada vez mayores de una recesión, las empresas están intensificando sus ataques contra los empleos, salarios y condiciones laborales. Están arrojándose a convertir a los trabajadores en mera mano de obra casual a merced total de los empleadores.

No pretenden conceder las demandas de los trabajadores. Buscan utilizar el giro negativo en la economía para chantajear a los trabajadores para que acepten condiciones aún más brutales. Se reporta que GM quiere aumentar el porcentaje de trabajadores temporales en su fuerza laboral en EUA a la mitad. Ford quiere eviscerar los beneficios de salud supuestamente “chapados en oro” y acabar lo que Forbes llama “el último vestigio del cuasisocialismo que domino la industria automotriz estadounidense por 100 años”.

Sin embargo, el conflicto no es entre las empresas y el sindicato United Auto Workers. Esta organización patronal está sumida en un escándalo de corrupción que envió a sus dirigentes a la cárcel por aceptar sobornos de Chrysler a cambio de imponer el convenio entreguista en 2015.

La batalla es una entre los trabajadores automotores en EUA e internacionalmente, por un lado, y las empresas transnacionales y sus sindicatos corporativistas, por el otro.

Las dizque negociaciones son una estafa. En lo que concierne al UAW y las compañías, los contratos ya están arreglados. Las charlas oficiales son una fachada para la conspiración de forzar a los trabajadores a que acepten lo que las empresas y los sindicatos ya acordaron.

El miércoles, el Detroit Free Press reportó que el UAW posiblemente elegirá a Ford como su “empresa en la mira” en las negociaciones. Como tantos otros, el término “empresa en la mira” no es apropiado. No es la empresa la que está siendo puesta “en la mira” sino los trabajadores. Un acuerdo con Ford, con el cual el UAW ha disfrutado los lazos más estrechos de cualquier otra fabricante automotriz basada en EUA, se utilizará para emprender contra los trabajadores en GM y Fiat Chrysler.

Los trabajadores quieren luchar, pero la cuestión es: ¿con base en cuál estrategia?

En primer lugar, los trabajadores deben tomar la iniciativa de formar comités de base, independientes del UAW. Los trabajadores automotores saben que el UAW no es más que un contratista de mano de obra barata y una fuerza policial al servicio de la patronal. El escándalo de corrupción no es, como lo alega el sindicato, un caso de unas cuantas “manzanas podridas”. Las manzanas podridas las produjo un árbol podrido y el UAW está podrido hasta el centro.

Después de la sentencia contra el vicepresidente de UAW para Chrysler, Norwood Jewell, los fiscales federales presentaron cargos contra el exoficial del UAW, Mike Grimes, un asesor clave por mucho tiempo de Cindy Estrada, la vicepresidenta del UAW. Según el Detroit News, Grimes aceptó $1,99 millones en sobornos de vendedores pagados por el Centro de Recursos Humanos de UAW-GM. Los fiscales también acusaron a un “Oficial sindical 1”, quien no ha sido nombrado, con solicitar un soborno de $250.000.

Los comités de las bases obreras en cada planta automotriz deben formular sus propias demandas —incluyendo un aumento salarial del 40 por ciento, la abolición de los niveles salariales y de prestaciones, la transformación de todos los trabajadores temporales y casuales a puestos de tiempo completo, con una remuneración plena, y la recontratación de todos los trabajadores despedidos—.

Se deben hacer preparativos para una huelga nacional de todos los trabajadores de ensamble y de partes automotrices, estén “representados” por el UAW o no. Los trabajadores deben mantenerse alertas sobre cualquier maniobra del sindicato de llamar una huelga aislada para desgastarlos e imponer concesiones.

En segundo lugar, los trabajadores necesitan una estrategia y una organización internacionales. La bancarrota del UAW no se debe solo a la abundante corrupción personal de los ejecutivos sindicales. Se deriva del programa en bancarrota del nacionalismo económico sobre el cual está basado el UAW y todos los sindicatos a nivel global.

Las empresas automotrices basadas en Detroit ya no son los íconos industriales del capitalismo estadounidense apodados el “Big Three” (Las tres grandes). GM, Ford y Fiat-Chrysler se han visto integrados en la compleja organización global de alianzas con otras empresas transnacionales. A su vez, los mercados financieros están presionando para que se lleve a cabo una nueva ola de megafusiones, incluyendo VW-Ford y Fiat-Chrysler-Renault.

Quieren reducir los costos laborales para mejorar su posición ante la feroz lucha de dominio sobre las nuevas tecnologías eléctricas, de conducción autónoma y de transporte compartido y para ganar control en los nuevos mercados.

El solo los últimos nueve meses, las empresas automotrices globales han realizado una masacre de puestos laborales, despidiendo a casi medio millón de trabajadores en China e India. Ven en la transición a motores eléctricos, los cuales necesitan menos horas laborales que los motores de combustión interna, una oportunidad para deshacerse de 100.000 trabajadores mecánicos en EUA y Alemania y desplazar más producción a trabajadores por contrato y de bajo costo.

Las empresas automotrices tienen una estrategia internacional. Los trabajadores automotores necesitan su propia estrategia internacional.

La industria global automotriz emplea a entre ocho y nueve millones de trabajadores de ensamble y autopartes, sin mencionar a los millones más que extraen y procesan la materia prima y los que diseñan, desarrollan la ingeniería, venden y dan servicio a los vehículos. No existe tal cosa como un “auto estadounidense” como tampoco hay un “auto chino”. Los vehículos son el producto de una división global del trabajo en una industria automotriz global. Si la industria fuera une economía separada, sería la sexta más grande del mundo.

Cualquier lucha seria hoy tiene que estar coordinada internacionalmente. El carácter internacional de esta lucha ya se vio reflejado en la reciente ola de huelgas en el sector automotor, desde Rumanía, la República Checa, Turquía e India hasta Brasil, Corea del Sur, Canadá y México. En México, los trabajadores de las maquilas en huelga marcharon a la frontera con EUA para llamar a sus hermanas y hermanos estadounidenses a que se unieran a la lucha.

La caída masiva en los precios de las acciones el miércoles fue una respuesta a las señales de crisis económica en combinación con el pavor de la clase gobernante ante el estallido de protestas sociales internacionalmente, más recientemente en Hong Kong y Puerto Rico.

Una lucha contra el asalto a los trabajadores automotores exige un rechazo al veneno nacionalista vendido por los sindicatos, el presidente Trump y los demócratas, con el cual buscan dividir a la clase obrera. La fuerza de la clase obrera reside en su unidad internacional.

En tercer lugar, en esta lucha, los trabajadores se enfrentan al sistema de lucro capitalista en su conjunto, el cual empobrece a masas de personas en todo el mundo a fin de enriquecer a la oligarquía corporativa y financiera. Los trabajadores automotores deben preguntarse: ¿por qué la introducción de nuevas tecnologías —incluyendo robótica, inteligencia artificial y telecomunicaciones globales— no ha resultado en una mejora a sus niveles de vida, sino un mayor empobrecimiento?

La respuesta se encuentra en la naturaleza del sistema capitalista, el cual se basa en la acumulación de ganancias privadas, no en la satisfacción de las necesidades humanas. La industria global automotriz debe transformarse en una entidad pública, de propiedad colectiva y controlada democráticamente por la clase obrera.

Sean cuales fueren sus diferencias, los demócratas y los republicanos en EUA, así como sus contrapartes internacionalmente, están absolutamente unidos en un principio fundamental: la defensa del sistema capitalista. Su respuesta a la crisis del capitalismo es empobrecer más a la clase obrera con guerras y dictaduras. La clase trabajadora debe responder con su propia estrategia —la revolución socialista—.

Se avecina una batalla y los trabajadores automotores tienen aliados poderosos —los millones de trabajadores automotores y los miles de millones de trabajadores en todo el mundo que han comenzado a resistir—. La tarea urgente es el desarrollo de las organizaciones y la estrategia política para llevar a cabo esta lucha.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de agosto de 2019)

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