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Tlaib acepta términos israelíes, luego se echa atrás sobre visita a Cisjordania

Los acontecimientos de los últimos dos días han proporcionado una nueva demostración de la cobardía inveterada del Partido Demócrata y la ausencia en su interior de cualquier oposición de principios a la agenda autoritaria de Donald Trump.

El jueves por la mañana, Trump dio el paso sin precedentes de instar públicamente a un Gobierno extranjero a prohibir la entrada a funcionarios electos estadounidenses debido a sus opiniones políticas. Llamó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a prohibir la visita prevista para este fin de semana de las congresistas demócratas de primer año, Ilhan Omar de Minnesota y Rashida Tlaib de Michigan, a Cisjordania y Jerusalén Este, ambas bajo ocupación israelí.

Ambas son críticas de la represión israelí de los palestinos y son partidarias del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra el Estado israelí. Al presionar a Netanyahu para revertir una decisión previa de permitir la visita, Trump repitió la mentira de que Omar y Tlaib "odian a Israel y a todo el pueblo judío".

Poco después, el Gobierno israelí anunció que estaba prohibiendo el ingreso a ambas congresistas, las primeras mujeres musulmanas elegidas en el Congreso de los Estados Unidos. Para Trump, la medida fue una renovación de su ataque contra Omar, Tlaib y otras dos nuevas diputadas de la Cámara de Representantes, Ayanna Pressley y Alexandria Ocasio-Cortez, a quienes denunció el mes pasado como socialistas que "odian a nuestro país", y agregó que deberían "volver de donde vinieron".

Para Netanyahu, la medida también fue un llamamiento a las fuerzas de extrema derecha y fascistizantes, con vistas a las controvertidas elecciones israelíes del mes próximo. Ante múltiples cargos de corrupción, una pérdida podría significar una pena de prisión para el cuatro veces primer ministro.

El jueves por la noche, Tlaib envió una carta al ministro del Interior israelí, Aryeh Deri, pidiéndole permiso para visitar a su familia en Cisjordania. Ella escribió:

Ministro Deri:

Me gustaría solicitar la admisión a Israel para visitar a mis familiares, y específicamente a mi abuela, que tiene 90 años y vive en Beit Ur al-Fouqa. Esta podría ser mi última oportunidad de verla. Respetaré cualquier restricción y no promoveré boicots contra Israel durante mi visita.

Gracias.

Tlaib no dijo nada acerca de anular la prohibición de viaje de su colega congresista, Omar.

En respuesta a esta nota capitularía, Deri anunció el viernes por la mañana que el Gobierno israelí permitiría que Tlaib visite Cisjordania, siempre que "cumpla con su promesa y que la visita sea solo para necesidades humanitarias", es decir, que guarde silencio sobre los crímenes de Israel contra el pueblo palestino.

Luego, la congresista con sede en Detroit dio marcha atrás y anunció que no aceptaría la oferta israelí. Ella emitió una declaración que decía, en parte, "He decidido que visitar a mi abuela en estas condiciones opresivas va en contra de todo lo que creo: luchar contra el racismo, la opresión y la injusticia".

Tlaib evidentemente había sido presionado por los críticos de Israel y los partidarios del movimiento BDS. El Guardian citó, por ejemplo, a Nour Odeh, una exportavoz de la Autoridad Palestina, diciendo: "Lo que es realmente molesto es que Rashida Tlaib cayera en esta trampa y aceptara humillarse y arrastrarse".

La respuesta de Tlaib al atropello dictatorial de Trump de las normas constitucionales según las cuales el Congreso es una rama equivalente e independiente del Gobierno federal, fue un ejemplo particularmente claro de la lloriqueadera en la que se ha convertido la respuesta general del Partido Demócrata y los medios de comunicación alineados con éste, como el New York Times y el Washington Post .

A pesar del hecho de que los ataques de Trump contra las demócratas "progresistas" como Omar y Tlaib están calculados para incitar la violencia de los elementos fascistizantes entre sus partidarios, lo que lleva a eventos como el tiroteo masivo por parte de un atacante fascista que odia a los mexicanos en El Paso, los demócratas han vuelto a encubrir la sustancia profundamente antidemocrática y autoritaria de sus acciones.

En cambio, han criticado la prohibición como una amenaza a la "relación especial" bipartidista entre Estados Unidos e Israel. En el editorial principal de su edición impresa del viernes, el New York Times se quejó: "Pero poner en riesgo, tan cínicamente, la relación especial de Estados Unidos con Israel únicamente para incitar a los intolerantes en su base ... Qué triste que ambos líderes ... estén arriesgando una relación bipartidista construida entre estas dos naciones durante generaciones".

Una columna de Jennifer Rubin del Washington Post intitulada "La prohibición israelí de Omar y Tlaib es un grave paso en falso" argumentó en contra de la prohibición alegando que debilitó el apoyo bipartidista a Israel y fortaleció el movimiento BDS.

La Cámara de Representantes, la cual es controlada por los demócratas, aprobó abrumadoramente una resolución bipartidista el mes pasado condenando el movimiento de boicot contra Israel. Además, Washington le dará a Israel $3,1 mil millones este año como parte de un paquete de ayuda militar de $38 mil millones en 10 años alcanzado bajo la Administración de Obama.

En un comentario bastante perspicaz sobre la prohibición de entrada a las congresistas, una rareza en los medios corporativos, Joshua Leifer escribió en el Guardian del viernes:

Está claro, por su condena generalizada de la decisión, de que la élite pro-Israel hubiera preferido si la visita de Omar y Tlaib a Israel hubiera pasado sin incidentes, que les hubiera gustado evitar que Israel apareciera tan obviamente equivocado. Pero los grupos proisraelíes tácticamente inteligentes, aquellos que se preocupan por mantener el apoyo a Israel como un problema bipartidista, ya no poseen el mismo poder que alguna vez tuvieron. Hoy, la política de Oriente Próximo de la Administración de Trump está determinada por una alianza de religiosos, defensores del derecho de colonización judío y cristianos evangélicos.

La dirección demócrata ha hecho eco de los esfuerzos de Trump para calificar a los críticos de Israel de la izquierda como antisemitas. En marzo, los demócratas en la Cámara de Representantes encabezaron una resolución que calificaba de forma tácita los comentarios de Omar que criticaban a Israel y al lobby de Israel en los Estados Unidos como "antisemitas".

En sus artículos de noticias y comentarios sobre la controversia actual, tanto el New York Times como el Washington Post han aludido al supuesto antisemitismo de Omar. En su artículo principal del viernes, el Times escribió: "La Sra. Omar, quien ha recibido críticas incluso de sus compañeros demócratas por emplear temas antisemitas al criticar a Israel ...". El editorial del Post el viernes declaró que" tanto Omar como Tlaib han hecho declaraciones que utilizan temas antisemitas".

El Gobierno de Trump está en crisis permanente. Es despreciado por una gran mayoría del pueblo estadounidense y se ve azotado por signos crecientes de recesión, inestabilidad financiera y el crecimiento de la oposición de la clase trabajadora en los Estados Unidos e internacionalmente. Su más importante ventaja es el carácter indolente y de derecha de su oposición nominal: el Partido Demócrata.

El jueves por la noche, en medio de la controversia sobre la prohibición de Omar y Tlaib, Trump continuó su demagogia fascistizante en un mitin de campaña en Manchester, New Hampshire. Reiteró los tres temas principales de su campaña de reelección: el racismo antiinmigrante, la promoción de la policía y los militares, y las protestas contra el socialismo, que él asocia absurdamente al Partido Demócrata.

Declaró: “Los republicanos creen que nuestras ciudades deberían ser santuarios para los estadounidenses respetuosos de la ley, no para los extranjeros criminales. Y siempre apoyaremos a los increíbles héroes de ICE [Servicio de Inmigración y Control de Aduanas] y la Patrulla Fronteriza y siempre apoyaremos a las fuerzas del orden ... No importa qué etiqueta usen, un voto por cualquier demócrata en 2020 es un voto a favor del surgimiento del socialismo radical y la destrucción del sueño de los estadounidenses".

La incapacidad y la negativa de los demócratas a defender los principios democráticos y exponer la agenda fascista de Trump muestra que el colapso de la democracia burguesa y el giro hacia formas autoritarias de gobierno no están arraigados en la persona de Donald Trump. Más bien, Trump es una expresión del colapso de las formas democráticas en condiciones de una crisis sin precedentes del capitalismo mundial, un inmenso crecimiento de la desigualdad social, un estallido de los conflictos entre grandes potencias y una guerra comercial y un resurgimiento de la lucha de clases.

La preocupación central de los demócratas, y esto incluye su ala falsa "progresista", es desarmar políticamente a la clase trabajadora, reprimir sus luchas y canalizar la oposición masiva a Trump detrás de una agenda de guerra y austeridad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de agosto de 2019)

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