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Perspectiva

Trump bloquea a refugiados de las Bahamas frente a catástrofe humanitaria

El huracán Dorian comenzó a desatar sus fuerzas sobre Bahamas el 1 de septiembre. Más de una semana después, emerge un panorama de destrucción indescriptible. La cifra total de muertos en Bahamas era de 44 el lunes, pero los oficiales gubernamentales han advertido que este número aumentará dramáticamente. Los testigos sospechan que podría alcanzar los centenares o miles.

Como siempre ocurre con tales desastres, el componente natural —uno de los huracanes más poderosos en el registro, alimentado por el calentamiento global— se cruza con la desigualdad social y la indiferencia política de parte de las élites gobernantes.

En declaraciones frente a la Casa Blanca el lunes, el presidente Trump demostró su desdeño hacia el pueblo de Bahamas que busca refugio en Estados Unidos, algo poco distinto de su actitud hacia los refugiados centroamericanos e inmigrantes de México.

“No quiero permitir que la gente que no se supone que debía estar en Bahamas vaya a Estados Unidos”, afirmó, “incluyendo a algunas personas muy malas y a algunos miembros de pandillas muy malos, y algunos traficantes de drogas muy, muy malos. Entonces seremos muy, muy severos con eso”.

Esta es la respuesta de la clase gobernante estadounidense a un desastre a 80 kilómetros de la costa de Florida.

La diatriba de Trump se produjo tras un incidente en la tarde del domingo de un ferry comercial que viajaba desde Freeport, que quedó asolado por el huracán, al puerto estadounidense de Fort Lauderdale. Una voz anunció por los parlamentes: “Todos los pasajeros sin visas estadounidenses por favor procedan a desembarcar”. Más de cien pasajeros, incluidos niños, dejaron el ferry confundidos y frustrados. En muchos casos, habían esperado casi una semana para ser evacuados y les habían dicho que no necesitaban una visa.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) de EUA insistió en que fue el operador del ferry y no alguna agencia estadounidense el que les ordenó a los pasajeros a desembarcar. Pero, más allá de la fuente de la confusión, el incidente es emblemático de la indiferencia que encaran los supervivientes de Dorian.

Setenta mil personas están sin hogar en un archipiélago de 390.000 residentes. Las islas Gran Bahama y Abaco fueron las más golpeadas por la tormenta de categoría 5, con vientos de 350 km/h y oleadas de 9 m de altura que asolaron las islas por al menos dos días.

Los equipos de búsqueda y socorro, con perros para hallar cadáveres, están rebuscando las ruinas en Abaco, colocando los restos humanos que encuentran en bolsas para cadáveres y hieleras. En Marsh Harbour, la ciudad más grande de Abaco y una de las más afectadas, los embalsamadores en una morgue improvisada le dijeron a CNN que la dificultad de llegar a los cuerpos estaba dificultando su trabajo.

Las barriadas de Marsh Harbour fueron algunas de las más destruidas en las islas Abaco. Muchos bahameños temen que ahí se halle al mayor número de muertos. El país presume algunos de los códigos de construcción más estrictos del Caribe, pero estas comunidades, principalmente habitadas por inmigrantes haitianos, muchos de ellos indocumentados, tienen hogares construidos a mano con láminas de madera contrachapada y tablones.

Los doctores están advirtiendo que podría desatarse en una crisis sanitaria, especialmente en Abaco, donde los barrios de Marsh Harbour están bajo aguas tóxicas. Los hogares mal construidos utilizan baños exteriores ahora destruidos junto al resto de la comunidad.

Los reporteros han informado sobre cuerpos atrapados bajo las ruinas, pudriéndose expuestos o hinchados en charcos de agua. Pero, para muchos, sus amados siguen desaparecidos. McAdrian Farrington de Murphy Town, al oeste de Marsh Harbour, dijo a varias televisoras la semana pasada cómo la inundación se llevó a su hijo de cinco años después de que lo colocara en el techo de la casa con la esperanza de mantenerlo a salvo. Todavía no ha sido encontrado.

Miles siguen llegando a la capital, Nassau, donde los albergues están teniendo dificultades para recibir a los evacuados de las áreas más afectadas. Una mujer que evacuó a Nassau le comentó a CNN: “Hay animales muertos y gasolina en el agua”. Añadió: “La clínica estaba tan mal que los retretes se estaban desbordando. Las aguas negras están subiendo… hay cadáveres en la bahía”.

Durante el fin de semana, aproximadamente 1.500 evacuados llegaron a Palm Beach, Florida, donde los filtraron las autoridades migratorias. Para aquellos evacuados a Nassau que no tienen dinero ni pasaportes o documentación, no tienen posibilidad en este momento de evacuar a EUA.

El primer ministro bahameño, Hubert Minnis, dijo a una rueda de prensa la semana pasada, “Estamos en medio de la mayor crisis nacional en la historia de nuestro país”. Agregó: “No se escatimarán esfuerzos o recursos”. Sin embargo, la población se está sintiendo cada vez más frustrada ante el paso lento de la recuperación y las operaciones de evacuación.

Como en todas las tragedias como esta, son los más pobres y vulnerables de la sociedad los que salen perdiendo y sufriendo más. En 2017, casi el 15 por ciento de la población de Bahamas vivía por debajo de la línea de pobreza, un 2 por ciento más que en 2014. Los ciudadanos haitianos tienen la mayor tasa de pobreza, de más de 37 por ciento.

Los hogares bahameños que viven por debajo de la línea de pobreza de $5.000 aumentó 83 por ciento entre 2007 y 2011 debido a la recesión. Los niños menores de 14 años sufren las tasas más altas, así como los hogares con siete o más miembros.

Bahamas no tiene impuestos de renta, ganancias empresariales, ganancias de capital o riqueza, convirtiendo al país en una sede ideal para las empresas y la explotación. Un acuerdo de 1955 estableció una zona libre en Freeport, con un parque industrial cercano para promover las inversiones extranjeras industriales. Una legislación en 1993 extendió las exenciones de impuestos y aranceles de Freeport hasta el 2054.

Después del turismo, los servicios financieros constituyen el segundo mayor sector de la economía bahameña, debido al estatus del país como un paraíso fiscal. Se han inscrito ahí cientos de bancos y firmas de inversión.

Mientras los banqueros e inversores saquean la economía, un impuesto socialmente regresivo sobre el valor agregado del 7,5 por ciento entró en vigor en 2015 y fue aumentado a 12 por ciento en julio de 2018, afectando a los trabajadores y pobres, incluyendo aquellos ahora impactados por Dorian.

Los desastres naturales de la última década exhiben un patrón de negligencia deliberada, particularmente del Gobierno estadounidense, ante tales tragedias:

El 29 de agosto de 2005: el huracán Katrina golpeó Nueva Orleans, Luisiana, con categoría 3, matando a miles y desplazando a miles más.

El 12 de enero de 2010: un terremoto de magnitud 7 destruyó Haití, afectando a aproximadamente 3 millones de personas y matando a cientos de miles de personas.

El 20 de septiembre de 2017: el huracán María atravesó Puerto Rico con categoría 4. A pesar de cobrar más de tres mil vidas, el Gobierno de Trump ha seguido rehusándose a aceptar esta cifra.

Hasta este día, incontables miles de personas en Haití y Puerto Rico siguen viviendo bajo carpas y en condiciones escuálidas. No hay razón por la cual creer que este no será el caso de Bahamas en 10 años. Mientras que los científicos del clima concuerdan en que no cabe duda de que el calentamiento global ha creado las condiciones propias para eventos meteorológicos cada vez más poderosos, no se está haciendo nada en preparación para ellos.

Esto se debe ante todo a la subordinación de todos los aspectos de la vida social —desde el bienestar de la población, a la protección de la salud del planeta y el envío de ayuda humanitaria en cara a los desastres naturales— al sistema de lucro capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de septiembre de 2019)

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