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Cuatro años desde el Acuerdo de París

Informe de la ONU exige “transformaciones radicales” para evitar catástrofe climática global

Un segmento de una capa de hielo (Fuente: Nasa.gov)

El Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas emitió ayer su décimo Informe de Brecha de Emisiones, que subrayó el fracaso absoluto del Acuerdo de París de 2015 en frenar las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y detener el calentamiento global. Incluso si los países se comprometieran a sus promesas de emisiones de hace cuatro años, aun el informe advierte que las temperaturas promedio globales seguirán aumentando a 3.2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales y la Tierra será cada vez más hostil a la vida humana.

Esto supera el límite de dos grados establecido por el Acuerdo de París y más del doble del límite de 1.5 grados que se ha adoptado desde entonces. Como señala el informe, los Gobiernos y las corporaciones no han reducido sus emisiones de carbono, sino que han hecho lo contrario. Las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado a una tasa promedio de 1.5 por ciento anual durante la última década, lo que resultó en la liberación del equivalente de 55.3 gigatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera en 2018, de las cuales 37.5 gigatoneladas fueron emitidas por la quema de combustibles fósiles.

El calentamiento global ya ha causado daños catastróficos a grandes sectores de la población mundial. Los huracanes más poderosos como Sandy, María y Dorian causaron miles de millones de dólares en destrucción y cobraron miles de vidas. Los incendios forestales en Australia han causado que los koalas estén "funcionalmente extintos". Casi 900 millones de seres humanos corren el riesgo de morir de hambre a medida que las tierras previamente fértiles se convierten en desierto, mientras que 3.200 millones de hombres, mujeres y niños viven en áreas que probablemente no serán compatibles con la vida humana para finales de la próxima década.

Ya hay al menos 210 millones de los llamados "refugiados climáticos", aquellos obligados a huir permanentemente de sus hogares como resultado de desastres relacionados con el cambio climático, y no de la guerra u otras formas de violencia. Las Naciones Unidas estiman que hasta mil millones serán desplazados para 2050.

Para tener alguna posibilidad de disminuir la crisis en desarrollo, el documento hace eco a informes de hace más de cuatro décadas y que exigen reducir las emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. En 2011, el quinto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU advirtió que el mundo solo podría quemar 565 gigatoneladas adicionales de carbono (carbón, petróleo, gas natural) antes de alcanzar un punto crítico de no retorno para el clima mundial. También señaló que había 2.795 gigatoneladas de carbono ya contenidas en reservas probadas de combustibles fósiles.

Desde entonces, la producción de energía y el uso industrial han puesto aproximadamente 364 gigatoneladas de carbono en la atmósfera. Como señala el Informe de Brecha de Emisiones, los países y las empresas tendrán que reducir los gases de efecto invernadero que liberan por al menos un 7.6 por ciento cada año de 2020 a 2030 para tener alguna posibilidad de aliviar la devastación del cambio climático causado por el hombre y prevenir peores catástrofes.

El informe pone énfasis especial en el hecho de que los veinte países más ricos del mundo (el G20) representan el 78 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y señala que es la Unión Europea y países como Estados Unidos, China, India y Rusia quienes tendrán que hacer los recortes más drásticos. Hace un llamado a "transformaciones radicales" en la producción de energía y el sector industrial, transfiriendo la generación de energía del carbón y el petróleo a la energía solar, eólica, mareomotriz, geotérmica y otras fuentes de energía renovables.

Sin embargo, otra forma de plantear la cuestión es que el 70 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de 100 compañías importantes, un hecho que los informes de las Naciones Unidas pasan por alto. No es la población mundial la responsable del cambio climático, sino sus corporaciones transnacionales, que operan solo para enriquecer a sus ejecutivos y accionistas principales. Para citar a British Petroleum (BP), están más preocupados por el "impacto financiero potencial" de limitar las emisiones de carbono que la salud del planeta y los que viven en él.

Las cifras de la ONU, sin embargo, no toman en cuenta los procesos naturales que han sido provocados por el calentamiento global que ya ha sucedido. El año pasado, el Dr. Andrew Glikson, de la Universidad Nacional de Australia, advirtió sobre una "bomba de tiempo de metano" en el Ártico, ya que el derretimiento del permafrost libera constantemente cientos de gigatoneladas de metano, un gas de efecto invernadero casi 80 veces más potente que el dióxido de carbono, guardado en la tierra, lagos y sedimentos en Canadá y Siberia. Los científicos también han presenciado el metano hirviendo debajo del Océano Ártico, que se estima que contiene miles de gigatoneladas de metano.

Si estas reservas de metano se liberan por completo, los resultados serían catastróficos. Los eventos climáticos extremos de la última década serían solo los precursores de tormentas mucho más devastadoras, olas de calor más largas, sequías aún más secas e incendios forestales sin parar. Los arrecifes de coral de todo el mundo morirían, eliminando partes importantes de la cadena alimentaria. El derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar inundarían todas las ciudades costeras del planeta, hogar de entre un tercio y la mitad de la población mundial, posiblemente ahogando a miles de millones de personas. Al menos un millón de las especies de la Tierra desaparecerían y porciones de la superficie del mundo a escala continental se volverían inhabitables.

Además, la temperatura de la Tierra ya no estaría directamente relacionada con la quema de combustibles fósiles, lo que haría que sea exponencialmente más difícil contener o revertir el calentamiento global con las técnicas científicas modernas.

La única forma de evitar este escenario sería implementar una reestructuración global científicamente planificada de la industria energética mundial para pasar de la dependencia de los combustibles fósiles a las energías renovables. Esto a su vez implicaría una transformación de la misma escala de transporte, logística, agricultura y, en última instancia, la sociedad en su conjunto. Tales cambios necesariamente atravesarían las fronteras nacionales, las ganancias corporativas y los intereses de seguridad nacional, todos los cuales son características del capitalismo: la división del mundo en Estados nación rivales y la subordinación de la vida económica a la acumulación de ganancias privadas.

La única forma de colocar las fuerzas productivas del mundo sobre una base coordinada internacionalmente es derrocar el sistema de ganancias, el Estado nación y el capitalismo. Debe establecerse su opuesto: el socialismo, el control democrático de las fuerzas productivas del mundo por parte de la clase obrera internacional.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de noviembre de 2019)

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