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Los sindicatos colombianos trabajan con el presidente Duque para acabar con el movimiento huelguístico nacional

Por tercera vez en dos semanas, una huelga nacional paralizó grandes partes de Colombia el miércoles. Aunque más pequeña que la primera huelga nacional del 21 de noviembre —debido en buena medida de la confianza decreciente en la conducción sindical oficial— decenas de miles de personas una vez más expresaron su determinación a oponerse a la administración del derechista Centro Democrático (CD) del presidente Iván Duque. Encuestas publicadas el miércoles mostraban que la cuota de aprobación de Duque ha bajado al 24 por ciento, un descenso de 13 puntos desde julio y la más baja desde que asumiera el cargo en agosto de 2018.

Desencadenada por el desempleo y la desigualdad en aumento, una serie de políticas fiscales reaccionarias y una represión estatal que se profundiza contra estudiantes, indígenas y exguerrilleros, la oleada huelguística jalona las mayores protestas antigubernamentales desde 1977. Los manifestantes se han inspirado en la marea creciente de luchas de clase mundiales, y muchos comparan su situación política con aquella a la que se enfrentan los manifestantes en Chile, Ecuador y otros países gobernados por partidos derechistas intransigentes.

Parte de la manifestación en Bogotá (Fuente: Dylan Baddour en Twitter)

El miércoles por la tarde, miembros del odiado Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) disgregaron violentamente manifestaciones en cuatro de las cinco ciudades más grandes de Colombia. Disparango gas lacrimógeno indiscriminadamente, hirieron a al menos una persona y arrestaron a muchas en Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga.

A lo largo de las protestas de las últimas dos semanas, la policía estatal y los soldados han intentado someter a los manifestantes mediante la intimidación, matando a cinco e hiriendo a más de 100. La semana pasada, el joven de 18 años Dilan Cruz murió a causa de las heridas después de que policías del ESMAD le tiraran a bocajarro una lata de gas lacrimógeno a la cabeza.

Durante la primera semana de protestas, que implicaron dos huelgas nacionales y marchas diarias a las que asistieron miles de personas, el impacto económico total estimado equivalió a unos US$342 millones ($1,2 billones de pesos colombianos), según la asociación patronal Fenalco.

La semana pasada, Duque intentó aplacar las protestas manteniendo conversaciones privadas con el Comité del Paro, los dirigentes de los principales sindicatos y grupos de estudiantes que organizaron la huelga nacional. En su encuentro inicial, Duque solamente ofreció empezar una pseudodemocrática Gran Conversación Nacional de cuatro meses y rechazó de plano la lista de los dirigentes huelguistas de 13 demandas reformistas. Como respuesta, los líderes abandonaron las negociaciones y se reunieron con personalidades del Congreso de los partidos de la oposición al día siguiente durante el segundo día de huelga nacional.

Manifestantes indígenes en Bogotá (Fuente: Dylan Baddour en Twitter)

Consciente de que es ampliamente odiado por la población, y de que las huelgas han tenido amplio apoyo, Duque otra vez intentó alcanzar un acuerdo con el Comité del Paro antes de la huelga del miércoles. Los invitó a reunirse para discurit su conjunto de 13 demandas, con la estipulación de que desconvocaran el paro de esta semana. El Comité del Paro —dirigido por representantes estudiantiles y los dirigentes de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Confederación General del Trabajo (CGT), la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) y otros importantes sindicatos— se reunieron con Duque pero no desconvocaron la huelga. Luego se reunieron con él de nuevo el jueves por espacio de apenas 30 minutos.

El único resultado que salió de la breve reunión del jueves fue que el Comité del Paro accedió a la demanda de Duque de que escribieran un documento que se explayara de manera más completa sobre sus 13 demandas, que discutirán juntos de nuevo el 11 de diciembre. Es, así, muy evidente que Duque y el Comité del Paro están trabajando en connivencia para disipar la inmensa oposición a la desigualdad social y la criminalidad del gobierno alargando las protestas interminablemente y llegando a un compromiso infame sobre las 13 demandas.

El contenido de las 13 demandas está perfectamente claro en el “manifiesto” inicial del Comité del Paro. Incluyen lo siguiente: promesas sin sentido de que el gobierno no privatice bienes estatales o el sistema estatal de jubilaciones, la disolución del ESMAD, la revisión de los acuerdos de libre comercio, la reimplementación de las estipulaciones de los acuerdos de paz de 2016 con el movimiento guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la implementación de proyectos de ley anticorrupción, la retirada de un proyecto de ley de reforma fiscal regresiva y otras reformas menores. Ni una sola de esas demandas representa una violación de la riqueza de la élite gobernante.

Un manifestante golpea una sartén pintada con los colores nacionales de Colombia durante una huelga en la Plaza Bolívar, en Bogotá, Colombia, el miércoles 4 de diciembre de 2019 (Fuente: Foto AP/Fernando Vergara)

El martes, el Congreso propuso el proyecto de ley de reforma fiscal regresiva que estaba en la lista de demandas del Comité del Paro. Esta acción provocadora subraya el carácter fracasado de la perspectiva reformista de la conducción del sindicato, que busca cultivar ilusiones en el potencial para el compromiso con todos los políticos, incluyendo al profundamente reaccionario Duque. De hecho, todo el aparato estatal funciona en interés de la burguesía colombiana y el capital extranjero.

El Comité del Paro ha convocado una cuarta huelga nacional para el 10 de diciembre, después de lo cual planean hacer una pausa por las fiestas, en otra medida más para suprimir el enfado y la energía de las masas.

Los trabajadores colombianos deben asimilar las lecciones de los últimos 40 años, en los que los sindicatos a nivel internacional se han integrado totalmente en la patronal y el Estado. Mediante la globalización de la producción, cualquier programa basado en la reforma del capitalismo dentro del sistema del Estado-nación se ha vuelto completamente inviable.

Si la serie de huelgas nacionales y protestas diarias por parte de miles de personas sigue de la misma manera, bajo el mismo liderazgo sindical conservador, no se logrará nada. En oposición al Comité del Paro oficial, los trabajadores deben elegir sus propios comités de base de fábrica y de barrio para orientar su lucha en una dirección revolucionaria y luchar por forjar vínculos con trabajadores de todo el continente americano y del mundo. Solo mediante una orientación internacional así se pueden abordar los problemas con los que se confrontan los trabajadores de Colombia.

(Publicado originalmente en inglés el 6 de diciembre de 2019)

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