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Perspectiva

Trump aclama a Modi mientras partidarios sumen Delhi en violencia comunalista

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, le dio un gran impulso al primer ministro de la India, Narendra Modi, en un mitin celebrado en Ahmedabad el lunes, y siguió prodigando sus elogios para este "líder excepcional... que trabaja día y noche por su país" durante el resto de su visita de 36 horas a la India.

El presidente estadounidense, Donald Trump en rueda de prensa junto al primer ministro indio, Narendra Modi, el 25 de febrero de 2020 (AP Photo/Alex Brandon)

Incluso cuando esto ocurría, las viles consecuencias de las políticas fascistizantes y supremacistas hindúes llevadas a cabo por Modi y su Gobierno del Partido Bharatiya Janata (BJP, todas las siglas en inglés) estaban siendo demostradas con sangre en las calles de la capital india, Delhi.

A instigación de los líderes locales del BJP, multitudes de chovinistas hindúes cantando "Jai Shri Ram" o "Viva el (Dios hindú) Rama" conformaron una turba en el noreste de Delhi el lunes y el martes. Atacaron a los musulmanes y vandalizaron e incendiaron negocios de propiedad musulmana.

"En un barrio conflictivo tras otro del noreste de Delhi", indicó el Indian Express, "se reprodujo la misma historia todo el martes, desde la mañana hasta la medianoche: grupos de jóvenes armados con palos y varas buscando peleas, incendiando tiendas y casas de musulmanes. Todo bajo las narices de la policía que o bien se quedaron como espectadores silenciosos, miraron hacia otro lado o bien desaparecieron cuando más se les necesitaba".

Hasta el martes por la noche, 13 personas habían muerto en la violencia comunalista, incluyendo un alto oficial de policía de Delhi, y decenas habían sido hospitalizadas.

Los líderes locales del BJP y el RSS, la oscura organización supremacista hindú que ha servido durante mucho tiempo como mentor ideológico del BJP, son directamente culpables de la violencia comunalista que ahora convulsiona a Delhi. Durante semanas han estado incitando a la violencia contra los que protestan contra la Ley de Enmienda de la Ciudadanía (CAA) que discrimina contra los musulmanes y fue promulgada por el Gobierno del BJP. Esto ha incluido aplaudir la violencia letal que el gobierno local del BJP en el estado vecino de Uttar Pradesh ha utilizado para suprimir las protestas contra la CAA, así como instar a partidarios a cantar "mátenlos a tiros".

El domingo, el líder del BJP, Kapil Mishra, organizó una contraprotesta pro-CAA en el noreste de Delhi, y anunció que le daría un "ultimátum" a la policía de Delhi: si no despejaban las calles de la capital de todos los manifestantes anti-CAA en los próximos tres días, él y sus partidarios lo harían. Pronto se produjeron violentos enfrentamientos.

Pero Mishra es sólo un pequeño matón. Es el "verdadero amigo" de Trump, Modi, y su Gobierno del BJP, quienes son políticamente responsables —y, si vamos al caso, los verdaderos autores— de las atrocidades que ahora se cometen contra la población musulmana de Delhi.

En medio de una fuerte desaceleración económica, la tasa de desempleo de la India alcanzó recientemente su nivel más alto de los últimos 45 años, y una ola de protestas y huelgas de los trabajadores, Modi y su BJP están alimentando implacablemente el comunalismo hindú. Su objetivo es triple: movilizar a sus partidarios supremacistas hindúes como tropas de choque contra la creciente oposición social; desviar la creciente ira y frustración popular en una dirección reaccionaria; y dividir a la clase obrera.

En agosto, el Gobierno de Modi despojó ilegalmente a Jammu y Cachemira, el único estado musulmán de la India, de su condición semiautónoma, y desde entonces la región ha sido objeto de una represión equivalente a un asedio.

Cediendo a una violenta campaña de décadas avanzada por el BJP y sus aliados hindúes de derecha, el Tribunal Supremo de la India recientemente ordenó al Gobierno de Modi que construyera un templo al dios hindú Lord Rama en el lugar donde se encontraba la Babri Masjid (mezquita) del siglo XVI hasta que los comunalistas hindúes la derribaron en 1992, bajo instigación de los principales líderes del BJP.

La CAA antimusulmana, que fue aprobada apresuradamente por el Parlamento en diciembre pasado, convierte a la religión en un criterio para determinar la ciudadanía por primera vez en la India, que supuestamente es secular. Además, establece un mecanismo legal para acosar, intimidar y condenar al ostracismo a los musulmanes pobres en nombre de la búsqueda de "inmigrantes ilegales".

Sin embargo, Modi y su Gobierno se vieron sorprendidos por protestas masivas a nivel nacional contra la CAA, que han unido a los trabajadores, estudiantes y profesionales indios por encima de todas las divisiones religiosas-sectarias, de castas y etnolingüísticas.

El mayor temor del Gobierno del BJP y de la clase dirigente india es que la oposición masiva a la CAA se cruce y quede bajo la dirección de una clase obrera insurgente. Esto ya fue pregonado por la huelga general de un día en enero en que que decenas de millones de trabajadores de toda la India abandonaron sus puestos de trabajo para protestar las medidas de austeridad del BJP, las "reformas" en favor de los inversores y su CAA antimusulmana.

En una conferencia de prensa celebrada en Delhi al final de su viaje, y a pesar de que una parte importante de la capital de la India seguía sumida en la violencia, Trump defendió a Modi. El presidente estadounidense, cuya propia intolerancia antimusulmana ha encontrado una expresión oficial en las prohibiciones de viaje impuestas por los Estados Unidos a los residentes de una media docena de países predominantemente musulmanes, elogió a Modi como un paladín de la tolerancia religiosa. "El primer ministro dijo que quiere que la gente tenga libertad religiosa", declaró Trump. "Han trabajado muy arduamente en ello".

Trump, como acostumbra, hace las cosas más cruda y descaradamente. Pero, a decir verdad, la élite política estadounidense, tanto demócrata como republicana, el Pentágono y los medios de comunicación celebran al Gobierno del BJP liderado por Modi como un aliado crucial, y han ignorado, encubierto y minimizado sus múltiples crímenes.

Esto se debe a que el imperialismo estadounidense considera que la India es fundamental para su imprudente ofensiva militar y estratégica contra China. La India, que posee armas nucleares, no sólo tiene el cuarto presupuesto militar más grande del mundo y comparte una frontera largamente disputada con China, sino que geográficamente comanda las rutas marítimas del océano Índico que transportan gran parte del petróleo que alimenta la economía de China y que sirven como el principal conducto para sus exportaciones a Europa, África y Oriente Próximo.

Bajo Modi, la India se ha transformado en un Estado del frente de batalla en la campaña bélica de Washington contra China. Nueva Delhi ha abierto sus puertos y bases a los buques y aviones de guerra estadounidenses, ha repetido como un loro la postura de los Estados Unidos en la disputa del mar de la China Meridional y ha ampliado la cooperación bilateral y trilateral con los aliados de Washington en la región de Asia y el Pacífico, Japón y Australia.

En la conferencia de prensa de ayer Trump se entusiasmó por la forma en que él y Modi están "revitalizando la iniciativa Quad", es decir, forjando una alianza antichina al estilo de la OTAN que une a la India, Japón y Australia bajo la conducción de los Estados Unidos.

Dicho esto, no hay duda de que el multimillonario fascista y presidente de los Estados Unidos, con su política de “EE. UU. primero” y antiinmigrante, siente una afinidad política genuina con el supremacista hindú y autócrata Modi.

Esto apunta a cuestiones políticas vitales que van más allá de los incendiarios objetivos geoestratégicos de la visita de Trump a la India y que se han puesto de relieve por los atropellos comunalistas de los últimos dos días en Delhi.

En todas partes, las élites capitalistas en crisis están promoviendo fuerzas ultraderechistas, comunalistas y fascistas con el objetivo de intimidar, desviar y dividir a la clase obrera.

• En Alemania, poderosos elementos del aparato de seguridad nacional y de la cúpula política han conspirado para transformar al partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) en la oposición oficial en el Parlamento nacional.

• En Francia, el presidente Emmanuel Macron ha buscado rehabilitar al colaborador nazi, el mariscal Pétain, según emplea la violencia policial y las medidas de emergencia recientemente "normalizadas" para imponer recortes sociales radicales.

• El presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapakse, que desempeñó un papel fundamental en dirigir las etapas finales de la guerra antiterrorista de 30 años por parte de la élite cingalesa, está incitando a la supremacía budista con el fin de descarrilar la creciente oposición a las amplias medidas de austeridad dictadas por el FMI.

La ola de huelgas y protestas masivas antigubernamentales que han barrido el mundo desde 2018 ha demostrado que cuando la clase obrera se moviliza, lo hace como clase, uniendo a los trabajadores a través de todas las líneas raciales, étnicas, comunales y de género.

Esto es tan cierto en la India como en los Estados Unidos.

Pero la unidad objetiva de la clase obrera debe ser políticamente fermentada por un programa internacionalista y socialista que ilumine los intereses de clase comunes de los trabajadores de todo el mundo y que impulse políticamente la lucha por fusionar sus batallas en una ofensiva global contra el capitalismo.

Esto requiere una lucha implacable contra la derecha nacionalista, comunalista, racista y de extrema derecha. Pero también es una lucha contra el programa económico nacionalista de la burocracia sindical, y contra todos los que avancen las políticas de identidad racial, de género y otras de la clase media-alta. Estos últimos buscan la redistribución de la riqueza entre el 10 por ciento más rico y son ardientemente hostiles a la unidad de clase del pueblo trabajador en la lucha por la igualdad social y contra la guerra imperialista, porque reconocen que es una amenaza a sus propios privilegios.

Con los trabajadores de todo el mundo unidos por el proceso de producción global y capaces de coordinar sus luchas a través de sistemas modernos de telecomunicaciones, las condiciones nunca han sido más propicias para hacer realidad la consigna del Manifiesto Comunista: "Trabajadores del mundo uníos".

Pero para ello, la furiosa resistencia de un orden social pútrido que vomita la reacción –ya sea en forma de nacionalismo de extrema derecha, racismo y comunalismo, o de venenosas políticas de identidad pseudoizquierdistas— debe ser superada mediante la educación política y la movilización de la clase obrera. Es a esta tarea a la que se dedican el World Socialist Web Site, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y los Partidos Socialistas de la Igualdad que lo componen.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de febrero de 2020)

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