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Perspectiva

Gobierno escatima fondos para combatir coronavirus, abre grifos para los bancos

Las 72 horas entre el cierre de los mercados de valores del viernes y el fin del lunes vieron una desastrosa expansión del mortal coronavirus por todo el mundo. El número de casos aumentó en varios países europeos, mientras que los de los Estados Unidos se multiplicaron casi por cinco.

Personas caminan frente a una pantalla que muestra el índice de la bolsa de valores de Hong Kong afuera de un banco local en Hong Kong, el martes 3 de marzo (AP Photo/King Cheung)

Durante ese período, seis personas murieron a causa del virus en los Estados Unidos después de que los expertos confirmaran tres distintos casos de "transmisión comunitaria". Un estudio genético determinó que el coronavirus se ha estado propagando en el estado de Washington durante hasta seis semanas, lo que significa que entre 150 y más de mil personas probablemente se han enfermado sin ser detectadas.

Pero a pesar de esta desastrosa noticia, el lunes el índice bursátil Dow Jones aumentó 1.294 puntos, la mayor ganancia de un día de todos los tiempos.

El rebote del mercado tampoco se basó en ninguna mejora de las condiciones económicas. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advirtió el lunes de una contracción económica mundial en el primer trimestre de este año, mientras que redujo su proyección de crecimiento económico para todo el año al nivel más bajo desde 2009.

Los mercados respondieron más bien a otra cosa: las promesas de los bancos centrales de que recortarán las tasas de interés y realizarán compras de activos, poniendo a disposición de los mercados financieros un suministro ilimitado de efectivo.

El lunes, antes de la apertura de los mercados de EE. UU., el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, se comprometió a "ofrecer suficiente liquidez a través de las operaciones de mercado y la compra de activos". El banco central japonés se procedió inmediatamente a inyectar casi 5.000 millones de dólares en los mercados financieros.

A Kuroda se le unió el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, quien anunció que las economías del G7 adoptarían "medidas concertadas" en respuesta a la epidemia, sugiriendo que habrá un recorte coordinado de las tasas de interés por parte de los principales bancos centrales. El Banco Central Europeo dijo más tarde que podría reducir las tasas de interés por debajo de cero e iniciar una nueva ronda de compras de activos.

Estos anuncios siguieron a la declaración el viernes por la tarde del presidente de la Reserva Federal de EE. UU., Jerome Powell, comprometiéndose a "utilizar nuestras herramientas y actuar de manera apropiada para apoyar la economía". Esto fue una clara señal para los mercados de que la Reserva Federal probablemente recortará las tasas de interés incluso antes de su reunión programada para los días 17 y 18 de marzo, y lo hará en conjunto con otros bancos centrales.

Se está dedicando una miseria para frenar la propagación de la pandemia del coronavirus, que amenaza con matar a millones de personas, pero se están poniendo a disposición fondos ilimitados para rescatar a la élite financiera. Mientras la Reserva Federal está lista para inyectar trillones de dólares en Wall Street, la Administración de Trump ha solicitado solo 2,5 mil millones de dólares para combatir el brote de coronavirus, la mitad de los cuales serán transferidos de otros programas.

Los Gobiernos están respondiendo a la pandemia del coronavirus de la misma manera que trataron la crisis financiera de 2008, entregándole trillones de dólares a la oligarquía financiera sin hacer nada por la gran mayoría de la población.

La característica más sorprendente de la respuesta al brote de la enfermedad en los EE. UU. es la asombrosa falta de preparación. A pesar de haber tenido semanas de aviso previo, los Centros de Control de Enfermedades (CDC, siglas en inglés) no estaban preparados para llevar a cabo pruebas a gran escala del virus, lo que permitió que se propagara más ampliamente. Potencialmente, esto cobrará un número incalculable de vidas.

La respuesta desastrosa a la crisis ha estado condicionada al desfinanciamiento sistemático de la infraestructura pública de salud en los Estados Unidos como parte del desmantelamiento de la infraestructura social que ha acompañado a la implacable redistribución de la riqueza hacia los ricos durante décadas.

Al igual que en la crisis financiera de 2008, la clase dirigente está respondiendo a la crisis mundial del coronavirus defendiendo y expandiendo sus propios intereses. Hace una década, decenas de millones de familias perdieron sus hogares, mientras que los ricos y los superricos fueron rescatados y se hicieron aún más ricos.

La Reserva Federal y el Tesoro de los Estados Unidos le prestaron cerca de 7 billones de dólares al sistema financiero, que se utilizaron para respaldar más de 30 billones de dólares en activos financieros. Eso puso en marcha la mayor burbuja financiera de la historia de la humanidad, en la que los precios de las accione se han cuadruplicado desde 2009.

Una vez más, las clases dominantes está avanzando una respuesta basada en distinciones de clases a otra crisis –el brote más peligroso de una enfermedad infecciosa en un siglo—.

Los bancos centrales y los Gobiernos saben que serán la clase obrera y los pobres quienes soportarán la abrumadora carga de la enfermedad. Mientras que los ricos pueden permitirse el lujo de trabajar a distancia o no trabajar en absoluto, los trabajadores se verán obligados –ya sea por la amenaza de ser despedidos o por el devastador impacto de los salarios perdidos— a seguir trabajando en fábricas, almacenes, consultorios médicos y tiendas, exponiéndose a la infección.

La élite gobernante se asegurará de tener acceso a la mejor atención médica, mientras que los trabajadores languidecerán en hospitales abrumados y mal abastecidos. Aquellos que se encuentran entre los 87 millones de estadounidenses sin seguro o con seguro insuficiente se enfrentarán a la angustiosa decisión de no recibir atención o caer en la ruina financiera.

Los trabajadores deben responder a la crisis con tanta determinación como la clase dominante, basándose en sus propios intereses de clase. Como dejó claro el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en su declaración del 28 de febrero:

La clase obrera debe exigir que los Gobiernos pongan a disposición los recursos necesarios para contener la propagación de la enfermedad, tratar y atender a los infectados y asegurar los medios de vida de los cientos de millones de personas que se verán afectados por las repercusiones económicas.

La declaración añadió:

Al exigir a los Gobiernos capitalistas que apliquen estas medidas de emergencia, la clase obrera internacional no abandona su objetivo fundamental: el fin del sistema capitalista. Por el contrario, la lucha por las medidas de emergencia elevará la conciencia de la clase obrera, desarrollará su comprensión de la necesidad de una solidaridad de clase internacional y aumentará su confianza política.

Los días transcurridos desde la publicación de esta declaración no han hecho más que subrayar los peligros que presenta la enfermedad y los extremos a los que llegarán las élites gobernantes para defender su riqueza y privilegios a expensas de la sociedad.

(Publicado originalmente en inglés el 3 de marzo de 2020)

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