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Perspectiva

La crisis de la pandemia del coronavirus se intensifica

El capitalismo está en guerra con la sociedad

La pandemia de coronavirus se está convirtiendo en una crisis social, económica y política de en una escala que no tiene precedente. La drástica caída de ayer en los mercados mundiales y especialmente en los Estados Unidos, donde Wall Street registró su mayor pérdida de un día desde 1987, surgió del reconocimiento de que la pandemia afectará masivamente la economía mundial y perturbará profundamente el orden social existente.

Las estimaciones de la probable escala de muertes por la enfermedad están aumentando la ansiedad. El número total de infecciones confirmadas en todo el mundo se acerca a las 150.000 y aumenta exponencialmente, pero esto subestima enormemente la realidad. Debido a la falta de pruebas adecuadas y el largo periodo antes de que aparezcan síntomas, el número real es mucho mayor. La cifra oficial de muertes es ahora de más de 5.000 y las vidas de incontables millones de personas en todo el mundo están en peligro.

Italia está profundizando su cierre nacional, con prácticamente todas las tiendas cerradas y las calles vacías. La canciller alemana Angela Merkel ha dicho que entre el 60 y el 70 por ciento de la población se infectará, lo que significa que millones de personas necesitarán cuidados intensivos o morirán. Según se informa, Irán ha comenzado a cavar fosas comunes a medida que la epidemia se descontrola. Francia está cerrando todas las escuelas y universidades. En los Estados Unidos, se han cancelado los principales eventos deportivos y de entretenimiento, y las tiendas de comestibles se han quedado rápidamente sin productos de primera necesidad.

Trabajadores de limpieza de Servpro rociados mientras dejan el Life Care Center en Kirkland, Washington, jueves, 12 de marzo de 2020, tras una jornada limpiando las instalaciones cerca de Seattle (AP Photo/Ted S. Warren)

La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la incapacidad del sistema capitalista para hacer frente a tal crisis. Los Gobiernos de todo el mundo han respondido con un asombroso nivel de incompetencia y desorden. No se han hecho preparativos para un desastre totalmente previsible. Los sistemas de salud, privados de recursos, están abrumados.

La incapacidad total de los Estados Unidos, el país capitalista más rico del mundo, para responder a esta emergencia inculpa al Gobierno y a todo el sistema económico.

En su discurso nacional del miércoles por la noche, el presidente Donald Trump personificó la indiferencia de la oligarquía capitalista ante la vida de millones de personas. Su diatriba nacionalista culpó a China y Europa por el “virus extranjero”.

El discurso de Trump se produjo después de semanas en las que el presidente, centrado enteramente en el impacto de la crisis en el mercado de valores, proclamó que todo estaba bien, que el coronavirus no era una amenaza seria. No se atrevió a expresar ni una pizca de simpatía por las masas populares de los Estados Unidos y del mundo entero que están viendo sus vidas volcarse. No anunció ninguna medida para hacer frente a la falta de pruebas o a la extrema escasez de instalaciones de atención médica.

Sin embargo, no se trata sólo de la personalidad sociópata del actual ocupante de la Casa Blanca. Trump es el producto del capitalismo estadounidense, de una sociedad dominada por niveles de desigualdad sin precedentes, en la que una vasta riqueza ha sido acumulada por la élite financiera a expensas de todo lo demás.

El carácter de clase de la respuesta del Gobierno se reveló claramente el jueves. La Reserva Federal, en un desesperado e inútil intento para frenar la caída de Wall Street, anunció que asignaría 1,5 billones de dólares para comprar acciones y otros activos. El Congreso de los Estados Unidos, por otra parte, está raspando unos pocos miles de millones de dólares para asistir a aquellos que pierdan trabajo o se vean impactados de alguna otra manera— una mínima parte de lo que se necesita urgentemente—.

El brote de la pandemia y sus consecuencias sólo pueden entenderse en el contexto del desarrollo del capitalismo mundial en los últimos cuatro decenios. Estos cuatro decenios han puesto de manifiesto todas las características socialmente reaccionarias de un sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción, en el que todas las consideraciones de necesidad social están subordinadas al afán de lucro y a la inmensa riqueza personal. El lema de la oligarquía capitalista es: “Si la acumulación de nuestros miles de millones de dólares requiere la muerte de millones, que así sea”.

En 1987, la primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher declaró infamemente que “No existe tal cosa como la sociedad”. El dictado de Thatcher fue la justificación para un ataque masivo a los programas y la infraestructura sociales, así como de una transferencia masiva de riqueza de la clase obrera a los ricos. Durante cuatro décadas, las elites gobernantes, sobre todo en los Estados Unidos, se han dedicado al saqueo social. Toda la política se ha basado en el enriquecimiento privado de los oligarcas a expensas de la sociedad.

Ambos partidos políticos, Demócrata y Republicano, han presidido este incendio social. Durante los últimos tres años, mientras Trump ha llevado a cabo su asalto a los trabajadores e inmigrantes, los demócratas proclamaron que la principal amenaza para el pueblo estadounidense provenía de Rusia. Toda la oposición social al régimen de Trump fue subordinada a la agenda reaccionaria de los militares y agencias de inteligencia.

Ahora vemos las consecuencias. Más que ningún otro país, Estados Unidos ha revelado un nivel de falta de preparación que no es menos que criminal. El jueves, el director del Departamento de Salud de Ohio declaró que la evidencia de la propagación en la comunidad indica que el uno por ciento de los residentes del estado están infectados, o sea 117.000 personas. Sólo cinco individuos han dado positivo.

Los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, sigla en inglés) tienen la capacidad de procesar solo entre 300 y 350 pruebas al día. En la práctica es aún menos. Esta misma semana, aunque el contagio se extendió por todo el país, sólo hubo ocho pruebas el martes y ninguna el miércoles. Anthony Fauci, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, reconoció en un testimonio ante el Congreso el jueves que “el sistema no está realmente orientado a lo que necesitamos en este momento... Eso está fallando”.

A medida que la enfermedad se extienda, el sistema de salud de los Estados Unidos se verá rápidamente abrumado. El número de camas de hospitales y de unidades de cuidados intensivos es totalmente inadecuado para satisfacer la demanda prevista, lo que significa que decenas de miles de personas simplemente no podrán recibir atención. A su vez, esto aumentará enormemente el número de muertes. Los trabajadores de la salud se enfrentan a una escasez de suministros críticos, incluidas mascarillas y otros equipos esenciales, exponiéndose a sí mismos y a sus pacientes a un mayor riesgo.

Los lugares de trabajo no están equipados para garantizar la seguridad, y muchos trabajadores han reportado condiciones insalubres, falta de jabón e incluso de agua caliente. El jueves, un trabajador de una planta de Fiat Chrysler en Indiana dio positivo, pero la planta, un cuello de botella crítico para la producción de la empresa, se mantiene abierta. Los trabajadores de servicios, la mayoría de los cuales no tienen licencia por enfermedad, están peligrosamente expuestos.

A medida que las escuelas y universidades se cierran, cientos de miles de estudiantes se enfrentan al desalojo de sus dormitorios sin planes de alojamiento alternativo. Los padres se ven forzados a tomar tiempo libre no remunerado del trabajo o a encontrar una guardería sin nada que los ayude.

La misma historia se repite en todos los países. Los Gobiernos procuran salvaguardar las ganancias de las empresas, mientras millones de personas se enfrentan a las consecuencias sin ninguna ayuda. No hay coordinación ni planes para hacer frente a la pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que supuestamente existe para coordinar las respuestas a las emergencias sanitarias, es impotente, y sus directrices y reglamentos están siendo universalmente ignorados.

Se ha perdido un tiempo valioso mientras la pandemia mundial ganaba un impulso fatal. Cuando la pandemia se manifestó por primera vez en Wuhan, Washington se interesó en el desarrollo sólo desde el punto de vista de cómo podía aprovechar la crisis en China y sacar ventaja para la geopolítica de los Estados Unidos. Los medios de comunicación sólo prestaron una atención limitada a la amenaza y no hicieron ningún llamamiento para que se adoptaran medidas urgentes y coordinadas a nivel mundial.

Por el contrario, basándose en una perspectiva socialista internacional que da prioridad a los intereses universales comunes de la clase obrera, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus Partidos Socialistas por la Igualdad afiliados reconocieron el peligro y dieron la alarma. El World Socialist Web Site advirtió el pasado 28 de enero: “El brote ha expuesto la enorme vulnerabilidad de la sociedad contemporánea a nuevas cepas de enfermedades infecciosas, peligros para los que ningún Gobierno capitalista se ha preparado adecuadamente”. El WSWS escribió que la urgente necesidad de una acción coordinada internacionalmente para luchar contra la pandemia se veía socavada por los conflictos nacionales:

En un momento en que la planificación racional a través de las fronteras es crucial para combatir la propagación global de una enfermedad virulenta, EE. UU. y China están enfrentados en un conflicto comercial cada vez mayor en lo que se ha llamado una nueva “guerra fría”. Incluso cuando los nuevos patógenos exigen poner en uso los recursos científicos de todos continente para combatirlos, los países del mundo están construyendo muros metafóricos y literales.

La defensa de la civilización humana contra la amenaza de las pandemias globales, incluidos el cambio climático y la creciente amenaza de desastres ecológicos, requiere un nivel de planificación y cooperación global que el capitalismo es incapaz de alcanzar. La sociedad ha sobrepasado el sistema capitalista y las divisiones arbitrarias que le impone al mundo. La satisfacción de las necesidades sociales más existenciales exige una planificación racional. Es decir, requiere el socialismo.

Seis semanas críticas han sido desperdiciadas por los oligarcas gobernantes y la amenaza global ha crecido exponencialmente. Hay que tomar medidas.

El principio esencial que debe guiar la respuesta a la crisis es que las necesidades de los trabajadores del mundo deben tener prioridad absoluta e incondicional por encima de todas las consideraciones de beneficio corporativo y riqueza capitalista privada.

El Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional exigen una movilización masiva e internacionalmente coordinada de recursos sociales para combatir el coronavirus, incluida la asignación de billones de dólares para garantizar el acceso a pruebas y a la atención médica de la más alta calidad para todos los infectados. Se debe abolir el sistema de atención de la salud basado en clases y lucro, y sustituirlo por una cobertura igualitaria y universal. Debe iniciarse un programa masivo de obras públicas para producir el equipo médico que se necesita desesperadamente.

Se deben tomar medidas inmediatas para salvaguardar la salud de los trabajadores. Los lugares de trabajo donde hay peligro de propagación del virus deben cerrarse, con remuneraciones plenas para los afectados. En los casos en que las escuelas estén cerradas, se debe dar a los padres licencias remuneradas. Los estudiantes universitarios que se vean obligados a abandonar los dormitorios deben recibir una vivienda segura. Debe haber una moratoria en los desalojos y en el corte de servicios públicos, combinada con una moratoria en el pago de alquileres y otras formas de ayuda de emergencia.

Todos los que afirman, como Bernie Sanders, que se puede hacer cualquier cosa sin un ataque frontal al propio sistema capitalista están vendiendo mentiras. En un discurso del jueves, Sanders declaró que hasta 400.000 personas podrían morir por el coronavirus, y que la crisis “es de la escala de una gran guerra”. Sin embargo, Sanders repitió su afirmación de que las medidas para hacer frente a la crisis pueden lograrse mediante las acciones del Partido Demócrata y el Republicano.

De hecho, lo que la crisis demuestra es la urgente necesidad de un movimiento político de masas de la clase obrera en los Estados Unidos y a nivel internacional contra el capitalismo y a favor de la reorganización socialista de la economía mundial. Lo que estamos presenciando es la consecuencia de una sociedad organizada sobre la base de las ganancias. Una sociedad en la que tres individuos poseen más riqueza que la mitad de la población es incapaz de resolver ninguno de los grandes problemas que enfrenta la humanidad.

Los gigantescos bancos y corporaciones deben ser puestos bajo propiedad pública y control democrático. Las grandes fortunas de los ricos deben ser expropiadas para que haya fondos disponibles para garantizar el acceso universal a la atención médica, la vivienda, los servicios públicos y otras necesidades sociales. Toda la vida económica debe reorganizarse sobre la base de una economía global y planificada, eliminando el obstáculo de la propiedad privada y el afán de lucro. La última consideración que debe tenerse en cuenta es el impacto en las ganancias empresariales y en los valores de las acciones de Wall Street.

La pandemia ha puesto de relieve la necesidad ineludible de una reestructuración fundamental de la sociedad. No es la primera vez en la historia que una gran crisis ha demostrado que el progreso humano es inseparable de la lucha contra la desigualdad. En un nuevo e importante libro, The Great Leveler: Violence and the History of Inequality from the Stone Age to the Twenty-First Century, el historiador Walter Scheidel escribe: “A lo largo de la historia registrada, el nivelador más poderoso invariablemente resultaron ser los estruendos más poderosos. Cuatro tipos diferentes de rupturas violentas han aplanado la desigualdad: las guerras que movilizaron a masas, las revoluciones transformadoras, los fracasos del Estado y las pandemias letales. Los llamo los Cuatro Jinetes de la Nivelación”. Cada uno de estos Jinetes es ahora visible.

El futuro de la humanidad está en juego. El capitalismo está en guerra con la sociedad. La clase obrera, bajo la bandera del socialismo internacional, debe hacer la guerra contra el capitalismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de marzo de 2020)

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