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Perspectiva

La realidad del capitalismo estadounidense expuesta: millones hacen fila en busca de comida según se propaga la pandemia

… en los ojos de los hambrientos, crece la ira. En las almas de las personas, las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, se vuelven pesadas listas para la cosecha. John Steinbeck, Las uvas de la ira, abril de 1939

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La rápida propagación del coronavirus en EE. UU. está revelando las consecuencias de décadas de política de la clase gobernante, las cuales han dejado el centro del capitalismo global sin preparación alguna para una importante emergencia sanitaria. Al mismo tiempo, la crisis económica que la pandemia desencadenó está exponiendo la realidad de la pobreza e inseguridad generalizadas.

Durante la Gran Depresión de los años treinta, las colas para recoger pan se volvieron un símbolo de angustia social. Tales escenas están reemergiendo en la forma de colas masivas para recibir ayuda alimenticia en cada estado y comunidad.

El jueves, seis mil carros se enfilaron por ocho kilómetros en un banco de alimentos para entregas en auto en San Antonio, Texas. Algunas familias llegaron 12 horas antes para asegurarse de recibir algo de ayuda. En Inglewood, California, en el Condado de Los Ángeles, cinco mil carros hicieron cola para recibir comida el viernes. El uso del banco de alimentos en Pittsburgh, Pennsylvania, ha aumentado 543 por ciento en días recientes.

Los que están haciendo cola no son sólo los trabajadores más pobres, que normalmente dependen de los bancos de alimentos en tiempos difíciles, sino también sectores más amplios de la clase obrera y familias de clase media que nunca han tenido que depender de esa ayuda en sus vidas.

El Banco de Alimentos de la gran área metropolitana de Pittsburgh en una distribución con vehículo en el centro de Pittsburgh, 10 de abril 2020 (AP Photo/Gene J. Puskar)

“Nunca he tenido que ir a una despensa de alimentos en mi vida”, dijo Shanell Gray, una trabajadora de hotel recientemente despedida, al Columbus Dispatch en un banco de alimentos en la capital de Ohio ese fin de semana. “Esto fue muy rápido. Pude pagar el alquiler de este mes. En mayo es la lucha”.

Casi 17 millones de trabajadores han solicitado beneficios por desempleo en las últimas tres semanas, la cifra más alta jamás registrada. Incluso esta cifra, sin embargo, subestima la escala de los despidos. Millones más no tienen derecho a beneficios o no han podido solicitarlos debido a la sobrecarga de los sitios web y centros de llamadas.

La gran mayoría de la población aún no ha recibido ninguna ayuda financiera. Sólo 10.000 personas habían recibido un depósito directo en su cuenta bancaria hasta el viernes, y la mayoría de los estados aún no han establecido un medio para enviar el aumento de 600 dólares semanales en beneficios por desempleo durante cuatro meses.

Mientras que se han entregado billones a los bancos y a las corporaciones gigantescas –sin exigirles que hagan cola— se están implementando todos los obstáculos para impedir que los trabajadores obtengan algo y se busca cortar la ayuda lo antes posible.

El secretario de Trabajo, Eugene Scalia, hijo del difunto y archirreaccionario juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, ha hecho todo lo posible para limitar los pagos, incluso excluyendo a los trabajadores casuales que usan aplicaciones telefónicas para encontrar trabajo y facilitando que las empresas eviten pagar bajas por enfermedad y asuntos familiares.

“Queremos que los trabajadores tengan trabajo, no que se vuelvan dependientes del sistema de desempleo”, declaró Scalia en un artículo publicado la semana pasada en Fox Business News. Los comentarios reflejan la respuesta indignada de Trump al hecho de que “le estamos pagando a la gente para que no vaya a trabajar”.

Las consecuencias serán catastróficas. Según una encuesta, casi tres cuartas partes de los trabajadores viven de sueldo en sueldo. Casi tres de cada 10 adultos estadounidenses no tiene ahorros. Con tantos que apenas se aferraban de las uñas antes de la pandemia, la experiencia de que un cheque perdido significara un desastre personal se ha convertido en un fenómeno masivo.

Ya un tercio de los estadounidenses dejó de pagar el alquiler en la primera semana de abril, una cifra que seguramente será mayor en mayo, cuando millones de personas agoten sus cuentas de ahorro para poder sobrevivir sin pago. Si no se les desaloja inmediatamente, debido a un mosaico de moratorias a nivel local y estatal, entonces millones de personas acabarán siendo arrojadas a las calles porque no pueden pagar el alquiler que deberán cuando los lugares de trabajo vuelvan a abrir.

Si el dinero del estímulo prometido por el Gobierno federal llegara, servirá poco. El pago único de 1.200 dólares no cubrirá el costo de la renta en la mayoría de los casos, mucho menos la comida y otros artículos de primera necesidad. Las medidas provisionales incluidas en la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica contra el Coronavirus (CARES) aprobada por republicanos y demócratas el mes pasado son deplorablemente inadecuadas para satisfacer las necesidades sociales.

Mientras que muchos están hambrientos de alimentos, la anarquía del mercado capitalista ha quedado expuesta por el hecho de que los agricultores están destruyendo las cosechas de alimentos básicos a medida que caen los pedidos y los precios. No se han tomado medidas para redistribuir y procesar los alimentos para el consumo, incluso cuando las tiendas luchan por mantener el ritmo de la demanda de alimentos básicos como la leche y los huevos.

En cambio, los huevos son desechados en decenas de miles, innumerables toneladas de granos verdes están siendo arrancados y labrados en los campos, las cebollas son enterradas por decenas de miles de libras en las zanjas para que se pudran. El cinco por ciento del suministro de leche del país ha sido desechado, y podría aumentar al diez por ciento con el continuo cierre de escuelas, restaurantes y hoteles.

La enorme devastación económica que se está produciendo será explotada por la Administración de Trump para agitar a favor del regreso al trabajo, creando condiciones en las que aquellos que no pueden encontrar trabajo o se niegan a poner en peligro sus vidas se vean privados de los beneficios por desempleo y otras ayudas.

La clase obrera, sin embargo, tendrá qué decir al respecto. En los últimos días han comenzado a aparecer comentarios preocupados sobre la posibilidad de que se produzcan disturbios sociales masivos.

El miembro del consejo editorial de Bloomberg, Andreas Kluth, advirtió el sábado que la pandemia llevará a “revoluciones sociales”, que las elites gobernantes deben estar preparadas para enfrentar.

Kluth explica que innumerables estadounidenses simplemente no tienen la opción de quedarse en casa para evitar el coronavirus, poniéndolos en riesgo de enfermarse o de infectar a sus familias. Señala que la situación es aún peor para los millones de personas que viven en barrios marginales en países como Sudáfrica y la India, donde el distanciamiento social no es una opción, el lavado de manos es imposible sin agua corriente y no hay suministros de emergencia de máscaras faciales.

“En este contexto, sería ingenuo pensar que, una vez superada esta emergencia médica, los países o el mundo puedan seguir como antes. La ira y la amargura encontrarán nuevas salidas... Con el tiempo, estas pasiones podrían convertirse en nuevos movimientos populistas o radicales, intentando barrer cualquier régimen antiguo que definan como el enemigo”.

El capitalismo está siendo expuesto a un grado sin precedentes en la historia moderna. Los trabajadores deben sacar las lecciones. Un sistema que canaliza trillones a un puñado de parásitos financieros mientras condena a millones a la pobreza y la muerte debe ser barrido.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de abril de 2020)

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