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Perspectiva

El regreso mortal al trabajo comienza

Esta semana comenzarán de lleno los esfuerzos oficiales para reabrir negocios y relajar las medidas de distanciamiento social por todo Estados Unidos, en desafío a las advertencias de los expertos en salud pública y epidemiología sobre las consecuencias. De ser permitida, esta campaña criminal para apresurar el regreso de los trabajadores a las fábricas y otros centros laborales resultará en un estallido de nuevos casos de COVID-19 y cifras de muertes sin precedentes.

Carolina del Sur, Georgia, Oklahoma y Alaska todos comenzaron a relajar las restricciones de negocios la semana pasada. En Georgia, los restaurantes y cines podrán reabrir hoy con la apariencia de requisitos de seguridad inadecuados. Tennessee permitirá que los restaurantes abran al inicio de la semana, seguidos por ventas minoristas, a pesar de que la orden de permanecer en casa nominalmente permanecerá en vigor hasta el 30 de abril.

La campaña de retorno al trabajo no se limita a estados gobernados por republicanos. De hecho, es un esfuerzo bipartidista. Colorado, Minnesota y Montana, cuyos gobernadores son del Partido Demócrata, han anunciado planes para comenzar a abrir sus negocios esta semana. Minnesota “permitirá” aproximadamente 100.000 trabajadores agrícolas, industriales y oficinistas comiencen a trabajar hoy, según la oficina del gobernador.

La entrada de una planta automotriz de Detroit con barreras para distanciamiento social en preparación para reanudar la producción

Illinois, cuyo multimillonario gobernador demócrata J.B. Pritzker se ha presentado como un opositor de Trump racional e informado por la ciencia, está relajando las restricciones sobre las cirugías electivas, las tiendas minoristas y los centros de jardinería a partir del viernes 1 de mayo, a pesar de supuestamente extender la orden de mantenerse en el hogar del estado hasta el 31 de mayo. Pritzker ha indicado que está “finalizando los principios de nuestro siguiente paso para avanzar con seguridad hacia la reapertura en fases”.

Mientras que gran parte de la atención de los medios de comunicación se ha centrado en los planes de los estados de reabrir parques, playas, restaurantes y pequeñas tiendas, la aristocracia financiera está principalmente ansiosa por reanudar la producción industrial a gran escala lo antes posible, si es que las empresas cerraron en primer lugar. Las corporaciones como los fabricantes de equipos de construcción y agrícolas Caterpillar y Deere & Co., tras obtener la designación de “infraestructura esencial crítica” por parte de la Administración de Trump, han seguido operando durante la pandemia, y siguen apareciendo casos entre los trabajadores de las fábricas de cada empresa.

En una prueba para la industria manufacturera en general, que ha estado inactiva en las últimas semanas, el gigante aeroespacial Boeing reinició la producción la semana pasada. Sin embargo, un número significativo de trabajadores boicoteó el regreso al trabajo.

Ahora, toda la industria automotriz se está preparando para reabrir. La mayoría de los fabricantes de automóviles tienen como fecha límite el 4 de mayo, a poco más de una semana de distancia. Tanto Ford como General Motors están ordenándoles a los trabajadores que vuelvan esta semana y empiecen a preparar las fábricas para el reinicio. El aumento de la inmensamente compleja y globalmente conectada industria automotriz implicará que los trabajadores no solo regresarían a las plantas de ensamblaje en los EE.UU., sino a lo largo de la vasta cadena de suministro y redes de logística en toda América del Norte y más allá.

El frenético intento de reiniciar la economía carece de cualquier base científica. No es en respuesta a una disminución de los casos o a una disminución del peligro de la pandemia. Por el contrario, a pesar de los puntos de discusión de los medios de comunicación y los funcionarios del Gobierno sobre “doblar la curva”, EE. UU. registró su mayor y segundo mayor número de nuevos casos el viernes y el sábado, respectivamente. A partir del domingo, los casos en los EE.UU. se acercaban al millón, y las muertes se acercaban a las 60.000.

Los propios funcionarios de salud de Trump continúan advirtiendo que la cantidad de pruebas para el virus sigue siendo inadecuada. El Dr. Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de los EE.UU., dijo el jueves, “Tenemos que aumentar significativamente no sólo el número de pruebas... No estoy muy seguro ahora mismo de que tengamos lo necesario para hacerlo”.

El esfuerzo por reabrir empresas tampoco es una respuesta a una población que clama por volver al trabajo y exponerse a la pandemia. Esta es una falsa narrativa fabricada por la élite política y los medios corporativos. Por el contrario, a pesar de la campaña de propaganda para cambiar la opinión pública a favor de la reapertura de la economía, las encuestas siguen mostrando una abrumadora oposición a hacerlo. Una encuesta de CBS News del jueves halló que el 70 por ciento estaba de acuerdo en que la prioridad debería ser “frenar la propagación del coronavirus manteniendo a la gente en casa y el distanciamiento social, incluso si la economía se ve afectada a corto plazo”.

El carácter internacional de la campaña de vuelta al trabajo de la clase capitalista y la despiadada indiferencia ante la muerte y el sufrimiento que resultarán se resumieron en los comentarios de Wolfgang Schäuble, presidente del Bundestag (Parlamento) alemán, quien dijo: “Cuando escucho que todo lo demás debe quedar en segundo plano en cuanto a la protección de las vidas, entonces digo que este absolutismo no es correcto”.

En prácticamente todos los comunicados corporativos y gubernamentales sobre la reactivación de la economía, se incluyen frases repetitivas que dicen que la vida y la seguridad de los empleados y de la población en general son la máxima prioridad. Estas son mentiras. Desde que apareció la pandemia, la clase dirigente no la ha visto como una emergencia de salud pública mundial que requiere que se reúnan los recursos de la sociedad para tratarla, sino más bien como una perturbación del mercado.

En breve, aprovecharon la oportunidad para transferir billones de dólares a las corporaciones y los bancos. Sin embargo, a fin de que esta reinflación masiva de los precios de los activos continúe, el proceso de producción y la explotación de los trabajadores con fines de lucro deben reanudarse rápidamente.

Estas opiniones se expresaron una vez más en un editorial del sábado en el Washington Post, propiedad del multimillonario CEO de Amazon, Jeff Bezos. Bajo el titular, “Nos acercamos al final del comienzo de la crisis de COVID-19. Hay desafíos más grandes por delante”, el comité editorial escribió: “Restaurar la economía y la salud de la nación son prioridades. Ninguna de las dos puede ser ignorada o descartada sin problemas. El primer requisito es establecer expectativas razonables”.

¿Cuáles son esas “expectativas razonables”? “Ahora parece claro que no se producirá una enorme movilización nacional en tiempo de guerra para hacer frente al desafío, algo que muchos han sugerido”, escribe el Post .

Para dejarlo claro, lo que argumentan los taquígrafos de Bezos es: No habrá medidas a gran escala para combatir la pandemia. Mucha gente morirá. Es mejor acostumbrarse a ello, porque la economía (es decir, los márgenes de ganancias de la oligarquía) necesita recuperarse.

Y mientras que casi un millón de personas se ha enfermado con COVID-19 en los EE.UU. y decenas de miles han muerto, Bezos, de hecho, está “sacando lo mejor de ello”. Ha aumentado su fortuna en 25.000 millones de dólares desde principios del año, según el Institute for Policy Studies, más que el producto interno bruto de Honduras.

Al mismo tiempo, la negativa a proveer equipo básico de protección personal a los trabajadores de Amazon y su filial Whole Foods, junto con millones de enfermeros, trabajadores de tiendas de abarrotes e innumerables otros trabajadores considerados esenciales, está generando una ira explosiva y provocando una creciente ola de huelgas salvajes y otras acciones laborales. A medida que se acelera la campaña para que un mayor número de trabajadores regresen al trabajo esta semana, las luchas de masas están en la agenda.

Los trabajadores deben rechazar la falsa opción que se les presenta: que deben exponerse a la pandemia o enfrentarse al desempleo y la indigencia. El impulso para reiniciar la producción pese al riesgo de muertes masivas puede y debe ser opuesto.

En cada lugar de trabajo, se deben formar comités de base de seguridad. Estas organizaciones necesitan ser completamente independientes de los sindicatos, que, contrario a lo que afirman de considerar la seguridad de los trabajadores como su “prioridad principal”, han pasado décadas imponiendo disciplina a instancias de la gerencia y defendiendo los intereses de lucro de las empresas.

Tales comités deben plantear las siguientes demandas:

  • ¡No al regreso al trabajo en las industrias no esenciales!
  • Una expansión masiva de equipos de protección y medidas de seguridad para los trabajadores esenciales
  • Garantía del pago completo para los que están desempleados o fueron suspendidos.
  • El control de los trabajadores sobre la salud y la seguridad en cada lugar de trabajo, en consulta con expertos médicos
  • Pruebas y tratamiento médico gratuitos y universales

Los recursos para lograr estas demandas existen, pero están monopolizados por una oligarquía criminal, que está dispuesta a empujar a la sociedad al abismo para defender sus riquezas y privilegios.

La fortuna de los superricos debe ser aprovechada y redirigida para combatir la pandemia y atender las necesidades sociales urgentes. Las grandes corporaciones y los bancos deben ser puestos bajo el control democrático de los trabajadores. Esto significa la lucha por el socialismo. Instamos a todos los que estén de acuerdo con esta perspectiva a tomar la decisión de unirse hoy al Partido Socialista por la Igualdad.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de abril de 2020)

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