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Perspectiva

El regreso al trabajo pone a miles y miles en riesgo

Esta semana es un punto de inflexión importante en la pandemia global de coronavirus. En Estados Unidos, el país con más infecciones y muertes, el Gobierno de Trump y los Gobiernos de casi todos los estados han autorizado la reapertura de las principales fábricas y otros centros laborales y una amplia reapertura de la economía.

Esta política tendrá consecuencias desastrosas. El coronavirus es extremadamente contagioso, transmitiéndose por aerosoles o en superficies. Impulsadas por el Gobierno de Trump y la prensa, han comenzado a aparecer escenas de reuniones masivas en lugares públicos. La gente involucrada no entiende las consecuencias y terminará lamentándolo.

Días después de que los científicos gubernamentales de alto rango, Anthony Fauci y Rick Bright, le dijeran al Congreso que el regreso al trabajo arriesga un importante resurgimiento de COVID-19, decenas de miles de trabajadores automotores en EE.UU. regresarán a las atestadas fábricas hoy.

Estados Unidos, con apenas 4 por ciento de la población mundial, tiene 32 por ciento de los casos del mundo y 29 por ciento de las muertes. La próxima semana, la cifra de fallecidos, que ya pasó los 91.000, llegará a 100.000. El total de casos ya cruzó los 1,5 millones. Debido al extenso periodo de incubación del virus, el verdadero impacto de la política siendo adoptada será claro para fines del mes.

Trabajadores automotores dejan su turno en la planta de estampado de Fiat Chrysler en Warren, Michigan (WSWS)

La política criminal de la clase gobernante está siendo implementada aun cuando no se conoce mucho de la naturaleza del coronavirus. En uno de los reportes más alarmantes, se ha revelado que 13 marineros del portaviones USS Theodore Roosevelt salieron positivos al COVID-19 por segunda vez después de recuperarse de la enfermedad y regresar al buque. Esto pone en cuestión si sobrevivir al virus provee una inmunidad de largo plazo.

Los trabajadores están siendo obligados a trabajar sin la realización de pruebas de forma universal, junta al aislamiento y tratamiento de los infectados de coronavirus. Cada lugar de trabajo tiene el potencial, consecuentemente, de convertirse en un nuevo foco de nuevos brotes de la pandemia.

Una nueva investigación publicada en la revista Health Affairs estima que, sin distanciamiento social y órdenes de cierres, “10 millones de personas en EE.UU. se habrían infectado para fines de abril”. Tales cifras, aumentadas exponencialmente de mes a mes, son el resultado predecible de poner fin a estas medidas de protección.

A pesar de las afirmaciones de Trump, la reapertura no se produce porque la epidemia de coronavirus fue derrotada o incluso contenida. Las fábricas y los lugares de trabajo están reabriendo porque sus dueños corporativos lo exigen: los trabajadores deben volver al trabajo y reanudar el proceso de generación de plusvalía y ganancias, sin importar el costo en sufrimiento y vidas humanas.

Cualquiera que quiera echar un vistazo a la brutal psicología que predomina en Wall Street puede consultar el reporte de esta semana de William Cohan para Vanity Fair, con base en entrevistas de banqueros de inversión. El titular comunica el comentario de una criatura de Wall Street: “Morirá gente. La gente muere”.

Este mismo banquero utilizó la jerga financiera para restarle importancia al impacto de la pandemia. “No podemos cerrar el país por un número minúsculo de personas”, dijo. “No es una tasa de mortalidad del 100 por ciento. Es un número de puntos básicos”.

Ven la muerte de decenas de miles de personas como “puntos básicos” —un término en círculos financieros para cambios en las tasas de interés—.

En el clan de Trump, prevalecen pensamientos aún más crudos, si así se pueden llamar. El hijo de Trump, Eric, rechazó el distanciamiento social, presentándolo como un complot del Partido Demócrata. Le dijo el sábado a Fox News que tiene por objeto sabotear la campaña de reelección de su padre. “Piensan que pueden arrebatarle a Donald Trump su mayor herramienta, que es ir a un estadio y llenarlo con 50.000 personas a la vez”, dijo. “Lo verán”, añadió, “le sacarán provecho cada día desde ahora hasta el 3 de noviembre. Y, adivinen qué, después del 3 de noviembre, el coronavirus se irá y desaparecerá mágicamente, de repente, y todos podrán reabrir”.

El Gobierno estadounidense está en guerra con su población. El Gobierno de Trump está encabezando la campaña, pero lo han propulsado la prensa y la supuesta oposición en el Partido Demócrata.

Fue una gobernadora demócrata, Gretchen Whitmer, que autorizó la reapertura de las plantas automotrices en Michigan hoy. Fue un gobernador demócrata, Andrew Cuomo, que incluyó en una reciente ley estatal una excepción de responsabilidad legal para los hogares de ancianos en Nueva York por las horrendas cifras de muertes por COVID-19, pese a la gran influencia que tuvieron la negligencia, falta de personal y la búsqueda desaforada de ganancias por parte de los dueños.

Luego, está el predecesor demócrata de Trump. El expresidente Barack Obama dio dos discursos muy publicitados ante dos grupos de estudiantes el sábado: graduandos de Universidades Históricamente Negras y graduandos de un conjunto de colegios estadounidenses.

Los comentarios de Obama fueron poco serios, superficiales y banales, utilizando la falsa personalidad populista de Obama. Se refirió al Gobierno de Trump solo de forma indirecta, declarando: “Esta pandemia ha abierto plena y finalmente la cortina frente a la idea de que muchas de las personas a cargo saben lo que hacen”.

De hecho, el Gobierno de Trump, el Partido Demócrata y el Republicano, así como Wall Street, saben exactamente lo que están haciendo. Están obligando a millones de trabajadores a regresar a sus trabajos sabiendo muy bien que muchos contraerán el coronavirus y morirán. Pretenden reanudar la extracción de ganancias de los trabajadores a fin de pagar los billones entregados a Wall Street que fueron aprobados de forma unánime por ambos partidos.

El Partido Socialista por la Igualdad condena la campaña de regreso al trabajo. Rechazamos la falsa elección entre la pobreza y la muerte. La crisis económica que enfrentan decenas de millones de personas no es una consecuencia de la pandemia, sino de las políticas de la clase gobernante y del capitalismo.

Cada medida del Gobierno de Trump y sus homólogos en todo el mundo se ha basado en los intereses de la oligarquía corporativo-financiera. En oposición a esta política criminal, el PSI insiste en que los intereses y necesidades del pueblo trabajador y la sociedad en su conjunto deben priorizarse incondicionalmente por sobre cualquier consideración de lucro y riqueza privada.

La implementación de medidas para detener la propagación de la pandemia y asegurar los intereses de la clase obrera —incluyendo el cierre continuo de la producción no esencial, un programa masivo de pruebas universales y rastreo de contactos, la reasignación de los recursos de la sociedad para garantizar un alto nivel de cuidado médico para todos y la provisión de ingresos plenos para todos los trabajadores cuyos empleos se han visto afectados por la pandemia— es incompatible con la continua dominación de la sociedad a manos de la oligarquía corporativa y financiera.

Todo lo que está ocurriendo demuestra un hecho inescapable: la batalla contra la pandemia del COVID-19 es al mismo tiempo una lucha por organizar a la clase obrera independientemente y en oposición al capitalismo. Solo así se puede forjar una salida a la crisis en interés de la clase obrera.

(Publicado originalmente en inglés el 18 de mayo de 2020)

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