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Perspectiva

Campaña de “regreso al trabajo” en EE.UU. hace repuntar el COVID-19

La pandemia del COVID-19 está propagándose fuera de control en Estados Unidos. El viernes, el país registró 47.000 nuevos contagios, el máximo aumento alcanzado por mucho. El promedio semanal de nuevos casos diarios ha surgido 60 por ciento, de un mínimo de 21.000 a principios a principios de junio a más de 34.000 esta semana.

El rebote de la pandemia es el resultado completamente predecible de la campaña homicida del Gobierno de Trump, con el apoyo de los demócratas y la prensa, para obligar a que los trabajadores regresen a fábricas y centros laborales que se han convertido en caldos de cultivo para la enfermedad.

Por meses, toda la élite política ha librado una campaña para afirmar que proteger las vidas humanas debía “balancearse” con la economía y que “la cura no puede ser peor que la enfermedad”. Ha quedado en claro que el resultado de esta campaña será una escala de muertes masiva y sin precedente.

Hace apenas dos meses, Trump declaró que EE.UU. vería aproximadamente 60.000 muertes totales por la pandemia. Pero ya ha fallecido más del doble, 127.640 personas, y algunos científicos pronostican entre 200.000 y 300.000 muertes para el final del verano, eclipsando posiblemente las muertes durante la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos representa un cuarto de todos los casos mundiales —y un cuarto de las muertes mundiales— a pesar de tener solo el 4 por ciento de la población.

La pandemia se está acelerando en más de la mitad de todos los estados del país. El cien por ciento de las camas del Texas Medical Center en Houston están ocupadas, mientras que la ocupación en todo el estado de Alabama es de 82 por ciento.

Frente a este desastre, la Casa Blanca realizó su primera rueda de prensa con la Fuerza de Trabajo sobre el Coronavirus desde el 27 de abril, cuando EE.UU. tenía 57.000 muertes.

En la conferencia, el vicepresidente Mike Pence presumió absurdamente sobre la respuesta del Gobierno. “Realmente hemos logrado un progreso notable en avanzar a nuestra nación”, dijo. “Todos hemos visto las noticias alentadoras según nos abrimos… La realidad es que estamos en un lugar mucho mejor”.

Mientras tanto, el Gobierno de Trump sigue debilitando la respuesta federal a la enfermedad. La Casa Blanca está planeando poner fin al apoyo federal para los sitios que hacen pruebas de COVID-19 en todo el país para fines del mes. El Dr. Anthony Fauci indicó la semana pasada que la Casa Blanca le había dicho a los Institutos Nacionales de la Salud que recortaran el financiamiento para un proyecto antiguo de investigación sobre el coronavirus, involucrando la colaboración de científicos estadounidenses y chinos.

En las seis semanas transcurridas desde la reanudación de la producción no esencial de las empresas automotrices con sede en Detroit, la Administración de Trump y las principales corporaciones han hecho todo lo posible por restarle importancia e ignorar la enfermedad a medida que se propaga por las fábricas, las plantas de procesamiento de alimentos y las instalaciones logísticas.

GM, Ford, Chrysler y Tesla se han negado a informarles a los trabajadores cuando los empleados de sus fábricas se han enfermado. Y la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, sigla en inglés), a pesar de haber recibido miles de quejas, ha emitido solo una citación relacionada con la pandemia.

A pesar de las afirmaciones de los medios de comunicación y de los políticos de que la reapertura de las empresas implicaría medidas de seguridad estrictas, la campaña de regreso al trabajo ha ido acompañada del abandono efectivo de las medidas más amplias para contener la enfermedad.

Los trabajadores han informado de un distanciamiento social y un equipo de protección inadecuados. Incluso cuando decenas de miles de trabajadores en frigoríficos han contraído el COVID-19 y cientos han muerto, la Administración de Trump ha obligado a las empresas de envasado de carne a seguir operando.

A diferencia de muchos otros países desarrollados, los Estados Unidos no tienen un programa nacional de rastreo de contactos, lo cual es vital para cualquier esfuerzo exitoso para contener la pandemia. “No va bien. Debo decirles que no va bien”, dijo el Dr. Anthony Fauci a CNBC el viernes cuando se le preguntó sobre el rastreo de contactos en los Estados Unidos.

A principios de esta semana, el director de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, sigla en inglés), el Dr. Robert Redfield, dijo que solo unas 27.000 personas están empleadas como rastreadores de contactos en los EE.UU., un tercio de la cantidad que estimó necesaria. El exdirector del CDC, el Dr. Tom Frieden, ha advertido que EE.UU. necesita 10 veces más rastreadores de contactos que en la actualidad.

Ante el resurgimiento de la pandemia, la élite política ha dejado claro que no habrá ningún regreso a los cierres. EE.UU. “no puede cerrar la economía de nuevo”, dijo el secretario del Tesoro Mnuchin a principios de este mes, haciéndose eco de la declaración del presidente Donald Trump de que “ya sea una brasa o una llama... no vamos a cerrar nuestro país”.

El jueves, el Wall Street Journal resumió la actitud general de la clase dirigente hacia la pandemia, declarando: “La verdad inevitable es que los estadounidenses tendrán que aprender a lidiar con el virus”. Es decir, la población tendrá que adaptarse a la muerte en una escala masiva.

Los medios de comunicación han jugado un papel central en la promoción de la campaña de regreso al trabajo. El 22 de marzo, el columnista del Times, Thomas Friedman publicó un artículo de opinión titulado “Un plan para que EE.UU. vuelva al trabajo”, afirmando que la “cura” del cierre de empresas para evitar la propagación del COVID-19 era “peor que la enfermedad”, y argumentando que había llegado el momento de permitir que los trabajadores no esenciales volvieran al trabajo.

El artículo de Friedman apareció el mismo día de la primera votación legislativa sobre lo que se convertiría en la Ley CARES, que preparó el terreno para un rescate de 6 billones de dólares para las grandes corporaciones y Wall Street.

La frase de Friedman resumía el sentimiento dentro de la clase dirigente de EE.UU.: con el rescate asegurado, es hora de que los trabajadores vuelvan al trabajo y generen ganancias para los accionistas. “No podemos dejar que la cura sea peor que el propio problema”, declaró Trump solo dos días después, exigiendo que las corporaciones de EE.UU. reanudaran sus negocios en solo dos semanas.

Ahora, con el surgimiento de la pandemia, la Casa Blanca ha dejado claro que no habrá ninguna extensión de los cruciales $600 por semana en ayuda federal de emergencia por desempleo a los trabajadores despedidos, buscando chantajear económicamente a los trabajadores para que vuelvan a trabajar.

El resurgimiento de la pandemia fue completamente predecible. El 24 de abril, el World Socialist Web Site advirtió que “La campaña del ‘retorno al trabajo’ en EE.UU. aumentará las muertes por coronavirus”, señalando:

La clase gobernante estadounidense está buscando reanudar pronto la producción y enviar a los trabajadores de vuelta al trabajo. Las consecuencias de esta política, si los trabajadores la permitieran, son claras: miles y miles más se enfermarían seriamente o incluso morirían.

El WSWS subrayó que el impulso de la Casa Blanca para reabrir los negocios marcó un abandono sistemático de cualquier esfuerzo para contener la enfermedad. Escribió el 18 de abril:

El cínico anuncio del Gobierno de Trump de “guías” fraudulentas para legitimar una reapertura pronta de los negocios y un regreso forzado al trabajo en condiciones inseguras pone fin a cualquier pretensión pública de que existe un esfuerzo sistemático y coordinado en EE.UU. para priorizar la salud y proteger la vida humana al combatir la propagación de la pandemia del COVID-19.

El masivo aumento de casos de coronavirus deja claro la necesidad urgente de quitar de manos del Gobierno de Trump la respuesta a la pandemia. La lucha contra la pandemia es una lucha contra el Gobierno y las corporaciones. Es una lucha contra el capitalismo y por el socialismo.

Esto exige acciones de masas de la clase obrera, incluyendo la formación de los comités de base para garantizar procedimientos de seguridad y un fin a la producción en instalaciones inseguras.

Tal movimiento ya está comenzando a emerger en Detroit. En la planta de ensamble Jefferson Avenue de Fiat Chrysler, los trabajadores detuvieron la producción con una huelga salvaje el jueves y viernes, mientras que miles de enfermeras en el hospital HCA Healthcare de Riverside, California, hicieron huelga para exigir condiciones laborales seguras.

Urgimos a todos los trabajadores y jóvenes que buscan oponerse a la campaña homicida de la clase gobernante del regreso al trabajo a que se unan al Partido Socialista por la Igualdad al librar esta lucha.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de junio de 2020)

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